Costa Rica podría ser clave en ‘limpieza’ de la atmósfera

Bosques secundarios son los que más carbono capturan al crecer

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Costa Rica posee un gran potencial para capturar carbono y así sumarse a la lucha contra el cambio climático. Esto, gracias a su cobertura forestal que ya alcanza el 52,38% del territorio y, específicamente, al tipo de bosques que la componen.

Así lo demuestra el primer mapa de tipos de cobertura forestal, elaborado por el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), con el apoyo del Fondo Nacional de Desarrollo Forestal (Fonafifo), en el marco de la Estrategia Nacional REDD y con fondos aportados por el Programa REDD\CCAD\GIZ.

El carbono es el nombre común que se les da a los gases efecto invernadero (GEI), los cuales contribuyen al cambio climático.

Para crecer, aparte de la luz solar y nutrientes, los bosques secundarios y plantaciones forestales necesitan capturar precisamente ese carbono directamente de la atmósfera.

El carbono se almacena en las cortezas, hojas y raíces de los árboles (su biomasa). En los manglares, también se absorbe y fija en los lodos.

Por esa razón, los bosques maduros son relevantes en una estrategia de cambio climático, ya que, aunque requieren menos GEI para crecer, ese carbono está fijado –o almacenado– en sus árboles.

Conocer el tipo de cobertura forestal y su estado permitirá al país saber cuáles son las reservas y la capacidad de captura que se tendrá en un periodo de tiempo.

Eventualmente, esto permitirá captar fondos internacionales dirigidos a mitigar el cambio climático a escala global.

Pero, para llegar a esto, al menos en lo técnico, falta un paso. Actualmente, se realizan mediciones de crecimiento (conocidas como alométricas) que ayudarán a crear una fórmula que permita calcular cuánto carbono están capturando los bosques del país según el tipo de cobertura.

Las variables de esa fórmula las dará el Inventario Nacional Forestal (INF), cuyo primer resultado es este mapa.

El mapa. “Los mapas de cobertura forestal del 2005 y 2010 indicaban si hay bosque o no, pero no era posible saber qué tipo de bosques eran esos”, comentó Gílbert Canet, director del INF.

Esa es la razón de ser de este mapa. Para hacerlo se utilizaron 168 imágenes de tecnología Rapid Eye, las cuales constan de cuatro bandas espectrales de alta definición (5x5 metros de resolución).

A estas imágenes se les hizo una corrección radiométrica y atmosférica en el Programa de Investigaciones Areo.

Como herramienta, este mapa tiene una rigurosidad científica del 91%, lo que permite tener bajos niveles de error.

Así, el mapa evidencia que existen ocho tipos de cobertura: bosque maduro (31%), pastos (24,1%), bosque secundario y deciduo (18,3%), plantaciones forestales (1,5%), bosque de palmas (0,9%), manglares (0,7%) y páramos (0,2%).

También refleja los cambios en el uso del suelo. El ejemplo más claro es el dado por los bosques secundarios y los deciduos (que pierden su follaje durante una parte del año). Ambos son resultado de la recuperación del país tras tener una alta tasa de deforestación en los años 60 y 70.

“Aunque el mapa está al 100% , siempre se puede mejorar. Una de las cosas que queremos afinar es bajar el porcentaje de nubes (6,9%), porque probablemente debajo de estas hay bosque”, dijo Canet.

Parcelas. Aparte del análisis de imágenes, el INF incluye mediciones en 300 parcelas representativas de los ocho tipos de cobertura forestal. Cada parcela mide 1.000 metros cuadrados y se ubican a lo largo del territorio, en áreas silvestres protegidas, propiedades privadas y territorios indígenas.

A partir de ellas, los científicos podrán obtener información sobre la distribución (estructura) y número de especies (composición) de los bosques.

De hecho, Sinac trabaja en una lista maestra que a la fecha enumera 2.040 especies forestales. “Tenemos un trabajo paralelo a esto que son las guías de clasificación. Estas ayudarán a que si lo que vemos del árbol es solo la corteza, entonces podamos saber su género y especie a partir de esta”, destacó Canet.

Esos datos servirán para planificar y dictar políticas de manejo forestal, así como tomar decisiones para el ordenamiento de las tierras forestales.

Una de las acciones que podrían hacerse es medir la efectividad de las vedas de corta de árboles que se establecieron hace 15 años, según Canet.

Este inventario constituye el punto de partida (línea base), pero requiere seguimiento. Aunque aún no se define la periodicidad (ya sea anual o quinquenal), el Sinac deberá repetir el ejercicio para tener una fotografía que sea comparable en el tiempo y así observar tendencias.

El trabajo de campo del INF finalizará en junio y el análisis de los datos podría tomar hasta diciembre.