Ciencia favorece práctica del aviturismo en Costa Rica

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“Como guía, siempre le digo a mis clientes: hay que agradecerle a los científicos por todo lo que les voy a compartir hoy”.

Las palabras de Diego Quesada, guía de aviturismo y miembro de la Asociación Ornitológica de Costa Rica (AOCR), reflejan el por qué –aparte de poseer el 10% de las especies del mundo– Costa Rica es epicentro de la observación de aves.

Para David Araya, biólogo y miembro de la AOCR, la inversión en investigación, indirectamente impacta la economía del país porque el conocimiento científico es la base de la que parte el aviturismo.

Según Sergio Arias, autor del estudio Perfil del observador de aves costarricense , una consulta a mercados mayoristas de turismo reveló que Costa Rica tiene a los mejores guías de aviturismo en el mundo.

“El aviturismo es un nicho muy especializado y, por mi experiencia, que he tenido la oportunidad de pajarear en otros países, se nota que la preparación de los guías ticos está, muchas veces, por encima de la de otros países”, dijo Quesada.

“El pajarero no es un turista fácil de convencer; lo que quiere es ver aves, se ha informado al respecto e incluso algunos han viajado más de 10 horas para observarlas”, comentó Arias.

Los pajareros ticos no se quedan atrás en exigencia y conocimiento. Según el estudio de Arias, el 68,5% lee listas de especies antes de salir a pajarear; también revisa láminas o guías de campo y entrena el oído escuchando cantos.

A la hora de la caminata, el 97% utiliza guías de aves como apoyo. “Las guías de aves en este país son de las mejores en la región centroamericana y tenemos mucha bibliografía de referencia”, dijo Arias, quien agregó que las primeras listas de especies datan de hace 100 años.

La mayoría de los pajareros ticos participa en cursos para formarse en la identificación de especies e, incluso, participan en proyectos de investigación.

“La ventaja ha sido que a los biólogos y guías especializados en aves les gusta compartir la información y los pajareros ticos han sabido aprovechar eso”, manifestó Arias.

Rasgo cultural. La ciencia parte de la curiosidad y Arias comenta que a los ticos no les falta.

“Como siempre ando los binoculares, cuando me detengo a observar un ave, las personas se me acercan a preguntar y ese intercambio termina convirtiéndose en una experiencia educativa”, comentó Arias.

Así fue como se formaron muchos guías: preguntándoles y acompañando a los investigadores en las giras de campo.

Costa Rica siempre ha atraído a científicos de todo el mundo gracias a su exuberante naturaleza. “Yo me crié fuera de San José y cuando llegaba un investigador a la comunidad, todos los chiquillos sentíamos curiosidad por lo que hacía”, relató Arias a La Nación .

”Todavía recuerdo la primera vez que me pusieron unos binoculares frente a los ojos. Ahí me di cuenta que había todo un mundo por conocer y aprovechaba la visita de los investigadores para preguntarles por qué ese pájaro estaba ahí”, agregó.

Esa sana curiosidad no solo se da en los guías, los pajareros ticos participan de conteos y giras científicas, incluso se ofrecen a tomar datos.

Según el estudio de Arias, la mayoría de ellos forma parte de una de las 17 agrupaciones dedicadas a esta actividad en el país y aún hay 1.500 que no tienen una afiliación formal.

Estos grupos realizan charlas, capacitaciones, giras de campo, conteos, festivales y viajes.

Aparte de contagiar su pasión por las aves, dichas organizaciones “realizan una importante labor en acciones de conservación y educación ambiental en áreas protegidas, escuelas y comunidades donde están establecidas”, se lee en el estudio.

Utilidad científica. El 83,5% de los pajareros ticos realizan listados de las aves que observan.

El 22% de ellos utiliza aplicaciones (como eBird ) para llevar sus datos. Muchas de estas, por ejemplo, permiten introducir coordenadas geográficas.

“Entre más datos se ingresen, mejor. Esa información permite conocer rutas e incluso realizar proyecciones de migraciones”, comenta Quesada.

Este tipo de esfuerzos se consideran ciencia ciudadana y, para Araya, tienen una ventaja: “al involucrar a la gente en la investigación, esta conoce su biodiversidad y eso permite que participe en su conservación”.

Eso sí, para que esos datos ayuden a generar conocimiento científico, requieren ser depurados. “Todas estas iniciativas de ciencia ciudadana cuentan con filtros donde expertos catalogan la información y la limpian, por así decirlo. Algunas veces, incluso, se va al campo a constatar”, explicó Araya.

Las listas son particularmente relevantes porque algunas especies son consideradas como indicadores de salud ambiental.

“Cuando uno ve una lista donde aparecen tres especies que son sumamente delicadas, pues eso es una buena señal”, dijo Araya.

El 74% de los pajareros ticos, según el estudio de Arias, comparte su afición a través de redes sociales, siendo las favoritas Facebook, Instagram y Flickr.

Para Araya, esas publicaciones en redes sociales sirven de alerta a los científicos sobre nuevos reportes, migraciones, comportamientos y amenazas a la avifauna del país.