Alemania cerró su última mina de carbón

La galerías cavadas durante 150 años en la mina de Prosper-Haniel, se sellarán y se irán ahogando progresivamente en las aguas de los arroyos de la zona

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Berlín. Alemania dio un emotivo adiós a sus ‘caras negras’ y al carbón, antiguo motor del crecimiento de la economía que acabó quedando obsoleto, cerrando así un capítulo de la historia de la industria alemana.

Al final del turno de los últimos 1.500 empleados de este sector, siete mineros subieron el viernes, por última vez, por el ascensor de servicio de la mina de Prosper-Haniel con un bloque de ‘oro negro’, extraído a unos 1.000 metros de profundidad.

Ante numerosas cámaras y un público considerable, se lo entregaron de forma simbólica al presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier.

"¿Es un día difícil?", preguntó el jefe de Estado a Jürgen Jakubeit, quien trabajó en las profundidades más de tres décadas. "Un día muy difícil", respondió el minero, aún ataviado con su casco y la mirada emocionada.

“Es más que un bloque de carbón, es una parte de la historia”, consideró Steinmeier ante unos 500 invitados, entre los que estaba el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, durante una ceremonia transmitida por televisión.

“Sin el carbón y sin quienes lo extraían, la historia de este país habría sido muy diferente”, añadió Steinmeier antes de que el coro minero de la cuenca del Ruhr entonara el Steigerlied, el himno de los mineros.

“El carbón permitió la industrialización de la región y la prosperidad en toda Alemania”, consideró por su parte la canciller alemana, Angela Merkel, citada por la portavoz gubernamental.

Las galerías cavadas durante 150 años, es decir, durante seis generaciones de mineros, primero con picos y luego con perforadoras, se sellarán y se irán ahogando progresivamente en las aguas de los arroyos.

Los 1.500 asalariados de la fosa de Prosper-Haniel, situada en la ciudad de Bottrop, llevaban once años preparándose para este cierre, en una zona que llegó a tener 600.000 mineros en la posguerra.

Las iglesias y catedrales de la región celebraron desde el jueves misas dedicadas a la causa, mientras los clubes de fútbol de la zona, encabezados por el Dortmund y el Schalke, rindieron homenaje a sus raíces mineras antes de los partidos.

Los altos hornos erigidos en las colinas renanas desde el siglo XIX y las fosas de sus entrañas, de hasta 1.500 metros de profundidad, eran mucho más que un elemento de trabajo.

Bajo tierra había una sociedad obrera y masculina, con su jerga, su solidaridad, sus intercambios francos y ásperos y su pasión por el fútbol, que se extendía a la iglesia y en la barra del 'Kneipe' (bar obrero).

Pero detrás de esta solidaridad había una agotadora y arriesgada labor, la amenaza de una explosión de grisú o del polvo que corroe los pulmones poco a poco.

La cuenca del Rhur ya se ha visto afectada por el declive de su otra industria emblemática, la siderurgia, y la reconversión de la minería no será fácil.

Desde que Berlín programó en 2007 el cierre de sus minas de carbón, las autoridades locales intentan convertir la cuenca minera en un polo de competitividad, con universidades, centros de investigación y empresas emergentes.

Para Alemania, que había mantenido las ayudas financieras a las minas para evitar que el golpe fuera demasiado duro, el cierre de los yacimientos no supone el abandono del carbón.

Casi 40% de la mezcla energética alemana sigue apoyándose en este mineral en sus dos formas: la hulla importada y, aún más, su primo contaminante y barato, el lignito.

El país cuenta con varias minas inmensas de lignito a cielo abierto, de las que una, en el bosque de Hambach, está ocupada por activistas ecologistas. Y las centrales eléctricas de carbón procedente de Australia o China funcionan a todo gas, también en la cuenca del Ruhr.

La primera economía europea se lanzó a una compleja transición energética y necesita el carbón para acompañar la salida de la energía nuclear, mientras el ascenso de las renovables sigue planteando problemas de transporte y almacenamiento.

El gobierno alemán, presionado por sus compromisos climáticos, anunciará a principios de febrero las grandes líneas de su plan de abandono progresivo del carbón, previsto de momento para 2050.