8 empresas pagan por emisiones y financian conservación en Osa

Dinero ayudará a fincas que reciben especies que migran por cambio climático

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En Rincón de Osa, cerca del río, la cotinga piquiamarilla (Carpodectes antoniae) se deja ver en la parte alta del mangle y en los árboles de los bosques cercanos a estos.

El ave se desplaza desde el manglar donde anida y duerme hasta el bosque primario donde busca alimento, pero cada vez es más difícil verla porque su hábitat está reduciéndose.

El cambio climático podría agravar la situación porque se varían las condiciones de los sitios, muchos de ellos ubicados en áreas silvestres protegidas.

Eso obliga al pájaro a migrar en busca de lugares que reúnan mejores condiciones, pero si a esto se suma que cada vez son menos los sitios óptimos para habitar, pues la cotinga piquiamarilla ya no va a tener adónde ir.

En un esfuerzo por ayudarla, ocho empresas reunieron $3.000 para conservar una finca de 15 hectáreas que resulta ser refugio para esta especie de ave.

El dinero proviene de la compensación de los gases efecto invernadero (GEI) –los cuales contribuyen al cambio climático– que realizan estas ocho empresas para así obtener una declaración de carbono neutralidad, emitida por la organización Costa Rica Neutral .

Dicha finca, cuyo nombre es Santuario de la Cotinga Piquiamarilla, es administrada por la organización Conservación Osa .

“La cotinga es una especie endémica del sureste de Costa Rica y suroeste de Panamá. Se calcula que existen 500 individuos y esta es una especie que depende de la continuidad de bosque maduro para forrajeo y alimentación con el manglar para fines de reproducción, cortejo y anidación.

“Esta finca, aunque pequeña, es importante pues una investigación del 2011 determinó que muchas cotingas utilizaban la propiedad para alimentarse y forrajear. Para saberlo, estas fueron marcadas con dispositivos satelitales para así conocer sus movimientos, pero ellas prefirieron quedarse más tiempo en ese pequeño bosque”, explicó Manuel Ramírez, director de Conservación Osa.

En este sentido, el dinero se invertirá en recuperar las áreas que fueron alteradas por el ganado.

“La restauración se hará con la siembra de especies nativas, cuyas semillas fueron recolectadas en el bosque adyacente a las áreas a sembrar. Cada seis meses se tendrá que entrar a chapear las líneas en donde fueron sembrados los arbolitos para evitar que sean dominados por los pastos altos que crecen en esa zona. Esta propiedad tiene dos hectáreas de potrero que serán plantadas y restauradas con estas especies, por lo tanto los fondos se usarán para la siembra y mantenimiento de los arbolitos”, agregó Ramírez.

También se delimitará un sendero de observación para que las personas puedan conocer a la cotinga piquiamarilla.

Base técnica. Esta iniciativa de conservación en fincas se basa en el estudio Efectos del cambio climático y sus fenómenos asociados sobre especies de vida silvestre , elaborado por los investigadores Jorge Polimeni, Carolina Rodríguez, Ragde Sánchez y Daniela Solano.

Ellos realizaron una revisión bibliográfica de artículos científicos y, a partir de ellos, elaboraron una lista de especies de flora y fauna que son vulnerables directa o indirectamente al cambio climático en dos regiones: Osa y Maquenque (Sarapiquí y Monteverde).

Para ello utilizaron tres criterios: la categoría de conservación según la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), los niveles de movilidad y abundancia.

En Maquenque se identificó a 20 especies (10 en Sarapiquí y 10 en Monteverde) mientras que en Osa fueron 34 especies.

En el caso de Maquenque, sector de Sarapiquí, se determinó que el jícaro (Lecythis ampla) y el almendro de montaña (Dipteryx panamensis) son altamente vulnerables. Esto porque se detectó que el crecimiento del diámetro de los árboles disminuyó en un 81% debido al aumento de la temperatura nocturna y una precipitación menor a 100 milímetros en época seca.

Siempre en Maquenque, pero en el sector de Monteverde, se identificó a las lagartijas Norops tropidolepis y Norops altae (antes Anolis altae, según consta en la base del Instituto Nacional de Biodiversidad).

Estos reptiles no se avistan desde 1996 y una de las causas de su desaparición podría deberse al cambio climático.

En Osa, el árbol de Alcornoque (Mora oleifera) es vulnerable debido a la pérdida de hábitat en las bocas de los ríos y manglares.

Otra especie que se ve afectada por la reducción de su hábitat es el pájaro conocido como tangara hormiguera (Habia atrimaxillaris), una especie única o endémica de Costa Rica.

Asimismo, las ranitas venenosas Oophaga granuliferus y Phyllobates vittatus se agregaron a la lista por su fragilidad a los cambios de hábitat.

Según el estudio –y como consecuencia de las variaciones en el hábitat debido, entre otros factores, al cambio climático– algunas especies podrían migrar de las áreas donde viven porque estas ya no reúnen las condiciones adecuadas.

“La capacidad de migración depende de las características de las especies y del nivel de fragmentación de los paisajes, a través de los cuales tendrán que dispersarse. La implementación de corredores biológicos entre áreas protegidas puede facilitar la adaptación de estas áreas al cambio climático”, concluyeron los autores del estudio.

En este sentido, esta finca en Rincón de Osa es clave para conformar un corredor biológico, el cual funcione como las piedras para cruzar un río.

“Además estamos identificando especies emblemáticas para darle rostro al cambio climático y así el tico dejar de percibir que es solo una variación en el patrón de lluvia”, dijo Polimeni.

Fondos para conservar. Ese estudio motivó crear el proyecto Fincas Sumideros de Adaptación Ecosistémica (SAE), el cual es ejecutado por Fundación Bandera Ecológica (FBE) y Costa Rica Neutral con apoyo del I Canje de Deuda por Naturaleza entre Estados Unidos y Costa Rica .

Su objetivo es crear oportunidades de financiamiento para conservar fincas que puedan servir como corredores biológicos.

Para este primer desembolso se unieron las compensaciones del Banco Promérica, el Colegio de Cirujanos Dentistas de Costa Rica , la constructora Edificar y Zen Entertainment, así como cuatro pequeñas empresas (pymes) como Pequeña Granja, Comercializadora Madriz, el ciclo Endurance y el evento Buen Brete, organizado por Indefinido.

Lo primero que hicieron estas empresas fue levantar un inventario de emisiones de GEI. Luego, las redujeron y aquellas que no pudieron mitigar, entonces las compensaron.

Eso quiere decir que las empresas destinaron $10 por cada tonelada de GEI. Ese dinero es el que nutre el fondo de SAE.

“El inventario, la mitigación y la compensación se hace todos los años. Los desembolsos de compensación se hacen cuando se reúne una suma significativa de dinero”, explicó Polimeni.