Chibchas son incógnita en el poblamiento de América

Una hipótesis es que se devolvieron de Colombia y otra aduce aislamiento

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Aunque ya se cuentan con algunas respuestas, la explicación sobre cómo se dio el poblamiento de América aún presenta incógnitas. Una de ellas se asienta en la mitad del continente, precisamente en Costa Rica.

Aquí confluyeron dos grupos que descienden de los nativos americanos, pero se diversificaron genéticamente: los chorotegas que descienden de grupos de Mesoamérica y los cabécares y guaymíes que vienen de los chibchas, los cuales poblaron la baja Centroamérica.

“Los chibchas tienen una menor diversidad genética, tanto a nivel de núcleo como del cromosoma Y”, explicó Ramiro Barrantes, biólogo especialista en genética humana, miembro de la Academia Nacional de la Ciencias (ANC) y actual presidente del Consejo Nacional para Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicit).

Allí, en esa baja variabilidad genética, es que yace la incógnita que representan los chibchas en el poblamiento del continente americano.

Nativos americanos. Dos estudios recientes, uno publicado en la revista Science y otro en Nature, utilizan el análisis genético para aproximar una respuesta sobre cómo fue el poblamiento del continente desde Siberia.

La investigación, publicada en Science, halló una única ola migratoria ocurrida hace 23.000 años y que, tras pasar de un continente a otro, los migrantes quedaron aislados en Beringia (actual estrecho de Bering) por 8.000 años. Según la genética, estos migrantes proceden de poblaciones del este asiático.

Ya en América, y hace 13.000 años, ese grupo se dividió genéticamente en dos: los atabascanos (nativos del norte) y los amerindios (pobladores del centro y sur del continente).

Asimismo, el estudio reportó un flujo genético posterior que proviene de poblaciones australo-melanesias.

“Es un hallazgo sorprendente que implica que la población del ‘nuevo mundo’ no estaba completamente aislada del ‘viejo mundo’ tras la migración inicial”, dijo Eske Willerslev, líder del equipo de investigadores.

El estudio de Nature reveló un flujo genético proveniente de Siberia, que es diferente al este asiático, pues se encontraron genes de las poblaciones de Australasia (región de Oceanía que incluye a Australia, Nueva Zelanda, Tasmania, Nueva Guinea y Polinesia) en las tribus suruí y karitiana de la Amazonia.

“Las poblaciones actuales de nativos americanos del norte y centro de América parecen no tener esta firma genética”, destacaron los autores. La Población Y, cuyos antepasados provienen de Australasia, pudo haberse mezclado con un linaje de nativos americanos, a la vez que estos llegaban a la Amazonia.

La pregunta pendiente de responder es ¿quién llegó primero?: si los oriundos del este asiático o los de Australasia.

La incógnita chibcha. Todos los estudios, a la fecha, concuerdan en que la diversidad genética disminuyó conforme los amerindios fueron desplazándose a otras regiones del continente.

“En ese entendido, los chibchas en Costa Rica deberían tener mayor diversidad que los de Colombia, y resulta que no es así”, comentó Barrantes.

Los cabécares y guaymíes, como descendientes de los chibchas y grupos estudiados por Barrantes y su equipo por tener pocos genes ‘no indígenas’ (lo que favoreció el análisis), poseen una menor diversidad genética y, por tanto, hay una paradoja.

Una posible explicación fue dada por el mismo consorcio de investigadores, que recién publicó en Nature, al decir que probablemente esa población, hace unos 5.000 años, se devolvió y se asentó en este territorio.

Barrantes plantea otra hipótesis: el aislamiento por estructura poblacional, el cual tiene como consecuencia una menor variabilidad genética.

“En los chibchas, como en otros grupos de amerindios, se daba la poliginia (hombre tiene varias esposas). En realidad, lo determinante aquí es el tamaño de las poblaciones en el tiempo y, por ende, el fomento de la pérdida de variabilidad.

”Dos son los componentes: cruces (prevalece la consanguinidad) y la estructura y tamaño de la población en el tiempo (disminuye la variabilidad)”, explicó el genetista tico.

Esa idea de ‘aislamiento genético’ se ve respaldada por datos lingüísticos y arqueológicos.

Sin embargo, aún falta información para realmente saber la razón. Se necesitan otros marcadores genéticos y estudiar el ADN antiguo, el cual proviene de huesos de hace 3.000 y 2.000 años.

“Todas estas incógnitas se van a resolver cuando el ADN antiguo sea analizado”, dijo Barrantes, quien, asimismo, sugirió que uno de los retos para hacerlo es el financiamiento.