Los rebeldes de Birmania buscan armas y unidad

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

La joven policía Nyein desertó después del golpe de Estado en Birmania y se entrena desde entonces con la guerrilla en una de las Fuerzas de Defensa del Pueblo, milicias ciudadanas que infligen habitualmente golpes al poderoso ejército birmano.

Antes del amanecer, la joven sale corriendo hacia las neblinosas colinas del estado de Kayah, en el este del país. Se abre paso por el barro y se detiene, con un palo de bambú a la espalda como si fuera un arma.

Como ella, un centenar de nuevos reclutas, estudiantes, funcionarios o vecinos de la zona se han integrado en uno de los campos de entrenamiento de las Fuerzas de Defensa de las Nacionalidades de Karenni (KNDF), el antiguo nombre de este estado.

Tras el golpe de Estado de febrero contra el gobierno civil de Aung San Suu Kyi, el ejército ordenó "disparar contra la gente", explica a AFP esta mujer de 24 años.

"Si, como policía, ya no puedo proteger a mi pueblo, mi deber es ponerme de su lado", argumenta.

Más de 1.300 civiles han muerto por las fuerzas de seguridad birmanas en los últimos meses, según la oenegé local Asociación de Asistencia a Prisioneros Políticos (AAPP). Un relator especial de Naciones Unidas habló de "probables crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra".

En respuesta, las Fuerzas de Defensa del Pueblo (PDF) despliegan decenas de operaciones contra la junta militar, desde tiroteos a bombas artesanales.

Casi 400 carreteras y puentes han sido blanco de sus acciones desde febrero, según los medios oficiales, y decenas de antenas pertenecientes a un operador controlado por el ejército han sido destruidas.

"La rapidez con la que estos grupos se han movilizado, han conseguido armas y han desarrollado las tácticas y capacidades necesarias para tender regularmente emboscadas a las fuerzas del régimen es impactante", señala Richard Horsey, del gabinete de análisis International Crisis Group.

"Los militares parecen haber sido tomados por sorpresa y tienen problemas para desplegar respuestas tácticas eficaces", añade.

Entre ambos bandos se ha desencadenado una guerra de cifras.

La junta afirma haber perdido 75 soldados y 93 policías entre febrero y octubre. El gobierno clandestino de unidad nacional estima que 3.000 soldados birmanos murieron entre junio y noviembre en combates con las PDF.

Las KNDF están siendo entrenadas por el ejército de Karenni, una facción étnica rebelde que lleva años luchando contra el gobierno central.

Por sus campos de formación han pasado ya varios miles de jóvenes, aseguran sus responsables.

"El entrenamiento es difícil. No puedo hacer flexiones, mis manos me duelen", cuenta Htet Htet, de 18 años.

La adolescente, que soñaba con ser profesora, decidió "ayudar a la revolución" después de que uno de sus primos muriera en enfrentamientos con el ejército.

"Quiero servir como asistente médica para curar a nuestros soldados", explica la joven, que espera "erradicar la dictadura".

La misión parece casi imposible dado el desigual equilibrio de fuerzas entre las milicias y el ejército de Birmania, uno de los mejor equipados del sureste asiático.

En los últimos años, los generales han gastado decenas de millones de dólares en material militar (helicópteros de asalto, aviones de combate, vehículos blindados, misiles tierra-aire...) comprados especialmente a sus aliados chinos y rusos.

Las milicias KNDF cuentan solamente con las donaciones de sus partidarios.

"No hay preocupación por la mano de obra, un 80% de los jóvenes de nuestro estado están determinados a derrotar a la junta", asegura un responsable de la milicia. "Pero necesitamos armas".

Su territorio está demasiado alejado de la frontera tailandesa para abastecerse directamente en el mercado negro y tienen que pagar importantes sumas a los intermediarios.

Además, el precio se dispara porque el kyat, la moneda birmana, está por los suelos.

Un fusil M-16 se vendía a 2.200 dólares y un AK-47 a 2.700 dólares por marzo-abril, explica un traficante de armas que aprovisiona a las KNDF. Ahora, el precio se ha doblado.

Sin medios, numerosas milicias emplean armas artesanales.

Aun así, las KNDF junto a otros grupos locales aseguran haber ganado terreno a los militares en el estado de Kayah.

"Nuestros soldados están en todos lados. Solo las zonas alrededor de las unidades del ejército no están bajo nuestro control", afirma el responsable de este grupo.

Pero las KNDF y la multitud de milicias ciudadanas carecen de una visión común para poder amenazar seriamente al régimen.

El gobierno de unidad nacional mantiene contactos regulares con ellas, pero "no las dota de una estrategia global", explica David Mathieson, especialista del país.

bur-rma-sde/del/dth/dbh/es