Libramos la batalla global para eliminar plásticos de un solo uso

La contaminación por plásticos está llegando a niveles epidémicos en todo el mundo. La actitud individual hacia su uso puede ser la clave para cambiar el destino de la lucha.

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Para poner en perspectiva el impacto de los residuos plásticos en el mundo, basta con proporcionar cifras contundentes: de acuerdo a una investigación publicada en la revista Science Advances, se han fabricado unas 8,300 millones de toneladas métricas de plásticos vírgenes desde la década de 1950. De esa cantidad, el 79% no ha sido reciclado y se ha desechado en rellenos sanitarios, botaderos de basura o en la naturaleza.

Se sabe de al menos dos grandes conglomeraciones de plástico flotante en el Océano Pacífico: una cerca de las costas de Japón y, la más grande, entre las costas de California y las islas Hawaii. Ambas suman tres veces el área que ocupa Francia.

Más cercano a nosotros, cerca de la isla de Roatán, en Honduras, una gran isla de plástico arruina las aguas turquesa del Caribe hondureño. Sus dimensiones aún no se han divulgado.

Si continuamos con el actual ritmo de producción y deshecho de plástico, para el 2050 habrá más kilos de plástico en los océanos que kilos de pescado. Ante la amenaza que esto representa para los ecosistemas marinos, que ocasionan afectación directa a los humanos, la Organización de Naciones Unidas (ONU) decidió “declararle la guerra” al uso excesivo de los plásticos de un solo uso y los microplásticos presentes en cosméticos.

La ONU pretende eliminar estos contaminantes para el año 2022. Para ello, ha pedido a los gobiernos miembros que redacten leyes para la reducción de plásticos; ha llamado a las industrias a reducir la cantidad de plásticos en embalajes, y a los consumidores a que cambien sus conductas con respecto al deshecho de los plásticos de un solo uso: bolsas de supermercado, removedores de café, empaques y envoltorios.

A finales del 2016, el Ministerio de Ambiente y Energía (Minae), el Ministerio de Salud (Minsa) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) unieron fuerzas en un plan para desaparecer paulatinamente estos plásticos, empezando en los cantones de la Gran Área Metropolitana (GAM).

El diputado del Frente Amplio, José María Villalta, ya había propuesto en el 2012 varias modificaciones al proyecto de ley (expediente número 18.349 del 2010) que pretendía prohibir el uso de bolsas plásticas en comercios en un plazo no mayor de 5 años.

Rechace, recicle y reutilice es el mantra que debemos repetir todos para ayudar a la causa de evitar la contaminación por plásticos en el medio ambiente.

En este sentido, el Tecnológico de Costa Rica (TEC) implementó una campaña de concientización en sus sedes académicas, para reducir el uso de plásticos de un solo uso, al tiempo que promueve la implementación de prácticas correctas para reutilizar materiales y reciclarlos adecuadamente y, de esta forma, reaprovecharlos.

Esta campaña inspiró al Ministerio de Educación (MEP) a realizar su propia versión de la campaña para sensibilizar a la población de escuelas, colegios y sedes administrativas sobre la importancia de reducir el uso de plásticos de un solo uso: bolsas, pajillas, removedores de café y otros. El material gráfico que están utilizando en esta campaña es cortesía del TEC.

“Necesitábamos muy buenos socios, como lo es el Tecnológico de Costa Rica, para sensibilizar e implementar la eliminación del plástico de un solo uso en el MEP, y nada mejor que una institución universitaria que tiene un gran equipo de primer nivel”, expresó Sonia Marta Mora, exministra de Educación.

A nivel nacional, implementar este tipo de campañas para la reducción de plásticos de un solo uso representa un reto importante. Desincentivar el uso de los plásticos tiene impacto en las empresas productoras de estos materiales y la sustitución por productos biodegradables aumentaría su costo, porque las resinas y otros insumos son más costosos.

Marco Luconi, presidente de la Junta Directiva de la Asociación Costarricense de la industria del Plástico (Aciplast), afirma que es posible para estas empresas producir materiales amigables con el ambiente, pero hay consecuencias al hacerlo.

”En Costa Rica ya se trabajan materiales biodegradables, y en algunos casos, no hay que hacer grandes modificaciones en los equipos, pero hay varios problemas; no existe el impacto cero. Hay una dimensión económica importante, y es que las resinas biodegradables o compostables son mucho más caras (estamos hablando de tres o cuatro veces más costosas). Acomodar el mercado a esto lleva su tiempo”, advierte.

El empresario recalca que casi la totalidad del plástico se puede reciclar, pero la falta de programas efectivos de reciclaje desestimula el ejercicio de separar los residuos para su reaprovechamiento. “Terminamos enterrando plata y oportunidades en los rellenos sanitarios del país”, recalca.