La goleada política de Megan Rapinoe

Rapinoe no teme encarar a quienes promueven la discriminación y el odio contra LGTB, mujeres y otros grupos.

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Las esperanzas del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, de dejar la política fuera del deporte fueron destruidas sin ningún miramiento por Megan Rapinoe durante el reciente mundial femenino de fútbol.

Rapinoe arrasó con el Balón de Oro como mejor futbolista, la Bota de Oro como máxima goleadora y el cuarto título mundial de la selección femenina de Estados Unidos, de la cual es co-capitana.

Pero Rapinoe hizo más que eso. También arrasó en redes sociales, en la prensa y en las calles de Nueva York, en donde fue la estrella de la celebración multitudinaria de recibimiento a las jugadoras, la cual estuvo marcada por un entusiasmo tan grande como el que se vería en Costa Rica si la selección de hombres algún día ganara un mundial.

Sus palabras son tan precisas y contundentes como sus goles, y con la mezcla de ambos Rapinoe puso el dedo en la llaga en temas que hoy levantan tanta o más pasión que el fútbol: Patriotismo, la comunidad LGTB y la brecha salarial contra las mujeres.

En el tema de patriotismo, Rapinoe no se pone de pie o la mano en el pecho para cantar el himno nacional de su país, esto como protesta por la discriminación contra ciertas minorías. Además, dijo en términos despectivos que no iría a la Casa Blanca si esta invitara al equipo.

Algunos reaccionaron calificándola de “antipatriótica”, pero otros la aplaudieron por “redefinir” qué es patriotismo. Para ella, no es un himno lo único que cuenta sino los ideales sobre los que se fundó el país, como la igualdad. ¿Quién decide qué es realmente ser patriota cuando un país se aleja de sus ideales constitutivos?

Muchos están de acuerdo con ella y durante la celebración de recibimiento en Nueva York abundaron los carteles hechos por los fans citando algunas de sus frases, como el que se observa en la mitad de este video.

Rapinoe también es abiertamente lesbiana y activista por los derechos de las personas LGTB. Solo este hecho es suficiente para que los grupos conservadores le critiquen hasta la mirada, pero Rapinoe además no teme encarar a quienes promueven la discriminación y el odio contra LGTB, mujeres y otros grupos.

Hace unos días, cuando CNN le preguntó si tenía un mensaje para Donald Trump, ella le dijo que debería ser “mejor” y dejar de dividir a la población y de excluir a personas como ella y otros grupos.

Un ejemplo de las políticas discriminatorias propuestas por Trump es permitir que los trabajadores de la salud puedan negar servicios a las personas LGTB, las cuales podrían incluir cosas como que un conductor de ambulancia pueda negarse a trasladar a un paciente en estado de emergencia solo por ser transexual.

Trump también suele reservar sus palabras más vulgares y violentas para cuando habla sobre las mujeres, desde celebrar agresiones sexuales hasta aconsejar maltratar mujeres.

Pago desigual

Pero quizá el tema en el que Rapinoe más ha hecho avanzar la discusión es el pago desigual para el fútbol femenino, algo que ha trascendido más allá del deporte dado que las mujeres de todos los países sufren el mismo problema prácticamente en todos los campos.

Los grandes logros deportivos y el apoyo popular que se ha ganado la selección estadounidense han llevado a estadios llenos, redes sociales, empresas y organizaciones internacionales a hacer eco de su reclamo y exigir pago igualitario.

En este mundial, Rapinoe fue más allá y dijo: “Es hora de mover la conversación hacia el siguiente paso” – es decir, empezar a desmontar las causas de esa disparidad en el fútbol.

A las mujeres futbolistas se les paga una parte ínfima de lo que se les paga a los hombres. La excusa simplista de quienes apoyan – y en algunos casos hasta celebran – esta desigualdad es que el fútbol de mujeres genera menos dinero que el de hombres, como si ello fuera algo espontáneo e inevitable, y no el resultado de una estructura diseñada para promover el fútbol de hombres.

Lo que algunas personas ignoran y otras cínicamente evitan reconocer es que esa diferencia se debe a que la gran mayoría de los recursos se invierten solo en desarrollar y promover el fútbol de hombres, aún cuando lo poco que se invierte en el de mujeres demuestra que este también da resultados muy positivos.

En Estados Unidos, por ejemplo, la mayor parte de los recursos se invierten en promover al equipo de hombres, aún cuando el de mujeres ha generado más ganancias y tenido mayores audiencias.

La situación tiene su origen en parte en que el fútbol se inició como un “deporte de hombres” en una época en la que a las niñas se les regañaba por querer jugar fútbol. Así, todas las estructuras (corporativas, mediáticas, etc.) del fútbol se crearon para promover a los hombres y quienes toman las decisiones siguen siendo en su mayoría hombres.

Conforme la sociedad ha avanzado hacia una que reconoce al deporte como algo esencial para todos los seres humanos, las estructuras del fútbol se resisten al cambio y continúan invirtiendo mayoritariamente en hombres.

Las escuelas deportivas dedican sus recursos al entrenamiento de niños y pocos o ninguno al de niñas.

Los clubes invierten en equipos de hombres, e invierten poco o nada en equipos de mujeres, si es que los tienen.

Las federaciones de fútbol programan partidos de hombres pero muy pocos o ninguno de mujeres, y dedican personal a buscar patrocinadores para jugadores pero no para jugadoras.

La prensa deportiva dedica casi toda su cobertura al fútbol masculino y solo un porcentaje mínimo al femenino – este último a menudo cargado de sesgos sexistas.

Es decir, hay un desbalance evidente: Casi toda la inversión y difusión se hace en el fútbol de hombres y por tanto el único resultado posible es que este genere mayores ganancias. Pero, cuando se invierte en el fútbol femenino, los resultados positivos desmienten las excusas desfasadas de que este no genera dinero o interés.

Los clubes en Europa han empezado a tener equipos de mujeres (algunos porque se han visto obligados a hacerlo) y esto ha elevado la calidad de juego, aumentado su protagonismo en los mundiales, atraído patrocinadores y roto los récords de audiencia.

En Inglaterra, el único país de Europa que tiene una liga 100% profesional de mujeres, lo poco (comparativamente) que se le ha invertido está empezando a lograr patrocinios millonarios, y el juego de Inglaterra y Estados Unidos en el mundial registró el rating más alto de la televisión inglesa en lo que va del año.

En EE.UU. los partidos de mujeres generan más ganancias (aunque la federación dedica menos recursos a promocionar sus partidos) y la camiseta oficial (de Nike) de la selección de mujeres se convirtió hace poco en la más vendida de mujeres u hombres.

Por su parte, el reciente mundial Francia 2019 alcanzó más de un billón de televidentes, las entradas se agotaron para alrededor de la mitad de los partidos, y varios patrocinadores anunciaron que en adelante invertirán paritariamente. Visa, por ejemplo, dijo que invertirá lo mismo en publicidad para mundiales femeninos que masculinos, y Adidas dará bonos de desempeño iguales a jugadoras y jugadores.

La lista de ejemplos siguen y todos apuntan a lo mismo: Cuando se habla de pago igualitario también se habla de estructurar y desarrollar el fútbol de forma igualitaria. Lo contrario sería continuar con una estructura diseñada para que los hombres futbolistas siempre generen y ganen más, y las mujeres menos.

En Estados Unidos incluso se ha empezado a hablar de revisar la ley que le da el “monopolio” del fútbol profesional (de mujeres y de hombres) a una sola organización. La idea es que si esta no va a tratar el fútbol de mujeres con la misma seriedad con la que trata el de hombres entonces debe dar espacio para que otra lo haga.

Pero, aunque de momento no se les dan las ventajas y privilegios que se les dan a los hombres, el reciente mundial mostró que las jugadoras norteamericanas de todas formas se han ganado a la audiencia.

En Estados Unidos, la final de mujeres fue vista por 15,6 millones de personas, mientras que la final de hombres en la Copa de Oro – curiosamente programada para el mismo día – no llegó a tres millones.

Sus juegos llenaron bares deportivos (al menos en Nueva York, donde tuve oportunidad de ver varios), y la emoción, suspenso, brincos y gritos con que los fans vivieron los momentos cruciales de los partidos no tienen nada que envidiarle a los de mundiales masculinos.

También fue interesante ver a tantos hombres ponerse la camiseta de Rapinoe, Morgan u otras jugadoras para ver los juegos o ir al desfile de recibimiento, mientras otros con carteles respondían afirmativamente al llamado de Rapinoe de seguir viendo fútbol femenino más allá del mundial.

Pero quizá la contribución más valiosa de Rapinoe y sus compañeras de equipo es heredar un terreno de juego más nivelado para la siguiente generación de mujeres. A diferencia de sus antepasadas, hoy las niñas crecen con figuras deportivas femeninas fuertes, exitosas y reconocidas que crecen con la certeza de que, en palabras de Rapinoe, ellas “valen cada centavo y más”.