Llegar a la universidad: el peldaño inalcanzable para el 97% de jóvenes refugiados

Solo 3% de jóvenes refugiados logra llegar a la universidad, según datos de las Naciones Unidas. La pandemia amenaza con golpear más las tasas de matrícula desde la educación primaria, ante factores como la pobreza, el desempleo y la informalidad de estas familias.

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Antes del inicio de la pandemia, un niño refugiado tenía el doble de probabilidades de no asistir a la escuela que un niño no refugiado y se prevé que la situación empeorará debido a la pobreza, el desempleo y la informalidad que sufren estas familias. Así lo advierte un informe de Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).

Las personas refugiadas salen de su país con el duelo que conlleva dejar todo (familia, amigos, bienes materiales); partir de casa, debido a que, en su tierra, su vida corre peligro. Sin embargo, entrar a ese otro país, muchas veces se traduce en pobreza, desempleo e informalidad: factores que complican la educación de sus hijos e hijas.

Aunque la tasa total de matrícula en enseñanza primaria es de un 77%, solamente el 31% de los jóvenes se encuentra en la misma situación en secundaria y solo el 3% de los jóvenes refugiados han podido matricularse en una universidad.

Las Naciones Unidas teme que la situación en el mundo empeore debido a la situación socioeconómica que enfrentan las familias refugiadas, las graves dificultades para asumir los costo de educar a sus hijos y pagar útiles escolares, el limitado o nulo a acceso a tecnologías o porque niños, niñas y jóvenes se vean obligados a trabajar para ayudar a sus familias.

Según datos de Acnur en Costa Rica, el país reporta un aproximado de 100.000 personas refugiadas y solicitantes de refugio. La mayoría de refugiados vienen de países del norte de Centroamérica, Nicaragua y Venezuela.

En el 2020, Costa Rica acogió a 121.983 personas de interés, de las cuales 9.613 son refugiados y 89.770 son solicitantes de refugio pendientes de resolución.

A diferencia del migrante económico que viene en busca de mejorar su condición monetaria, el refugiado busca un lugar para resguardar su vida tras amenazas de agentes externos.

Empatía y oportunidades

Conversar sobre migración y refugio en las aulas ha de ser un tema prioritario, para educar desde el lenguaje de la empatía.

En un mundo cada vez más diverso e interconectado, educar en empatía se traduce en aprender a respetar la diversidad misma.

Educar a niñas, niños y jóvenes en empatía es preparar a las nuevas generaciones para uno de los principales desafíos de la globalización: cómo vivir juntos, bajo el principio del respeto y aprovechando las herramientas de la interconectividad como fuentes para el progreso, no para la tontería y la verborrea que abunda en las redes sociales. Educar en la empatía implica enseñar a hablar con argumentos y a saber también cuándo es oportuno guardar silencio.

El sistema educativo es un ente vivo y como tal, debe ser capaz de adaptarse a los desafíos de cada uno de los contextos que le rodean y crear las condiciones necesarias para romper prácticas nocivas que flaco favor le hacen a nuestras democracias. La empatía urge más en tiempos convulsos, donde la desigualdad se exacerba y la pobreza golpea con más fuerza.

Hacer que la universidad sea una realidad posible para más jóvenes refugiados es una responsabilidad colectiva, donde deben articular esfuerzos sector público y privado, orientados en co-crear espacios más humanos y solidarios.

A finales del año pasado se creó el sitio web Oportunidades: un espacio para proporcionar una base de datos mundial con información fiable y actualizada sobre programas de becas de estudios para personas refugiadas, tanto en sus actuales países de asilo, como en el extranjero.

¿Por qué articular esfuerzos en favor de mejor educación para jóvenes y familias refugiadas? La respuesta es sencilla: es cumplir con la promesa de no dejar a nadie atrás.

En palabras del joven sirio, Monther Alhoshan, quien estudió Derecho en la universidad gracias a una beca del ACNUR: “Ni siquiera puedo describir cómo me sentí ese día (en que fue aceptado en la universidad. Pude recuperar la esperanza y mis sueños. La educación es todo en mi vida. En algún momento, regresaré a Siria y usaré mis habilidades y conocimientos para ayudar a mi gente”.

Estas palabras del estudiante sirio, bien podrían ser las de un joven en condición de refugio que hoy forme parte del territorio costarricense. Articular oportunidades y actuar con empatía deben ser las rutas en este tema.

Cuénteme su opinión sobre este tema al correo electrónico barrantes.ceciliano@gmail.com