Escasez de libros en las escuelas: una emergencia nacional

Si en las aulas de primaria el acceso a libros infantiles es limitado o nulo, ¿cómo podemos pretender que se mejoren los niveles de comprensión lectora, pensamiento crítico y de escritura? La carencia golpea con mayor fuerza a las escuelas de zonas costeras y rurales.

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El 67% de las bibliotecas escolares tiene dos libros o menos por estudiante. La escasez golpea con mayor fuerza a niñas y niños de zonas rurales y costeras de Costa Rica, según reporta el último Informe del Estado de la Educación (2021).

El dato es un factor más que complica la crisis de lectura y escritura en la que está empantanado nuestro país, donde un 74% de los estudiantes completa su educación primaria con débiles capacidades de comprensión, argumentación y producción textual.

Una evidencia más grave aún que retrata la escasez de libros en las aulas es que del total de centros educativos públicos en primaria (3,723), solo 593 (16%) cuentan con servicio de biblioteca y se concentran en las direcciones regionales de las provincias de Heredia, Cartago, San José y Alajuela. Sin biblioteca escolar, sin una biblioteca pública cerca del hogar y sin acceso a libros en casa, ¿cómo fomentar el gusto y las habilidades de lectura y escritura?

Privar a un niño o a una niña del acceso a libros es limitar su pensamiento crítico, su imaginación,  las posibilidades de entablar conversaciones con nuevos personajes y entornos, crear, cuestionar, dudar: un hecho inadmisible y vergonzoso para un país que invierte 8% de su Producto Interno Bruto (PIB) en educación.

La Iniciativa Global de Educación, liderada por el catedrático de la Universidad de Harvard, Fernando Reimers afirma que hay un desfase entre lo que se invierte en educación y lo que está sucediendo en las aulas. Para Reimers “las habilidades para el siglo XXI, tales como comprensión lectora, comunicación, trabajo colaborativo, resolución de problemas, pensamiento crítico, creatividad e innovación siguen en la lista de pendientes de una escuela que está anticuada y no adecuada a los desafíos de estos tiempos. Tenemos escuelas y maestros que enseñan con enfoques del siglo XX, a estudiantes y desafíos del siglo XXI”, dice Reimers.

Leer y escribir bien es abrir ventanas a nuevos aprendizajes y oportunidades. Fomentar ambas destrezas, desde la niñez, despierta acciones tales como imaginar, soñar, jugar, aprender, interactuar, construir, argumentar y cuestionar el entorno en que se habita. En nuestro país y con base en la experiencia que he podido constatar a partir de mi trabajo, hay niños y niñas que preguntan cuántos países más hay dentro de Costa Rica, desconocen la ubicación de las siete provincias y la palabra “comunidad” es un concepto ajeno del que no tienen mucho material para conversar.

Esos hechos no son únicamente culpa de la pandemia: excusa de moda para todas nuestras desgracias. La ignorancia de elementos tan básicos en las aulas debe ser motivo de preocupación y de una acción colectiva que propicie más diálogo y lectura en las escuelas y en los hogares. Ya es hora de una brigada nacional en favor de la lectura, de la que todas y todos podamos ser parte: una estrategia de alfabetización nacional que no se guinde de discursitos  sino de acciones orientadas a atender las carencias, sin miedo a salir del Valle Central.

Para mañana es tarde

Eduardo Galeano decía “que somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”. En otras palabras, no solo somos nuestros actos, sino que tenemos la capacidad de elegir qué hacer y cómo. Esperar a que el Ministerio de Educación sea el único que resuelva esta emergencia es iluso y hasta irresponsable. Un país como Costa Rica debe ser capaz de garantizar el acceso a libros infantiles a todas sus niñas y niños y para ello, es preciso actuar desde las comunidades e involucrarnos más todas y todos con las necesidades de la escuela, sin importar si hay hijos en ella o no.

Si tiene libros en buen estado en casa, que podrían deteriorarse entre el polvo y el comején, sería oportuno llamar o visitar alguna escuela cercana (o no) a su casa que esté dispuesta a recibir esos materiales para que otros los aprovechen. Los libros están hechos para circular de lector en lector, de eso se trata compartir conocimientos y abrir ventanas de aprendizaje: una acción en la que también es preciso involucrar a la empresa privada y a la sociedad civil.

Mientras más libros lleguen a las aulas, mejor. Sin embargo, es preciso actuar desde ya: para ello, desde la docencia y en los hogares hay que invitar a niñas y niños a ser parte de la “gramática de la fantasía” que propone el maestro Gianni Rodari. Si no hay historias qué leer, es preciso crearlas, a partir de las emociones, los anhelos, los miedos y las situaciones que leemos en el entorno. Quien no lee su entorno es incapaz de cuestionarlo y mucho menos, mejorarlo.

Una brigada de alfabetización para Costa Rica debe establecer como prioridad que niñas y niños tengan acceso a libros y, a la vez, que sean capaces de leer su entorno y su realidad para cuestionarla y luego retratarla a partir de la magia de las palabras. Para mañana es tarde.

Cuénteme su opinión sobre este tema a mi correo barrantes.ceciliano@gmail.com