¿De qué sirve participar en pruebas a gran escala sin hacer cambios en el aula?

La mala compresión lectora y el escaso razonamiento matemático siguen siendo debilidades sin resolver, pese al dinero que se invierte en costosas pruebas internacionales que señalan los mismos errores una y otra vez.

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Someterse a evaluaciones internacionales una y otra vez, sin gestionar cambios a partir de los malos resultados, es como ir al médico, recibir una receta para la cura de una enfermedad y correr a guardarla en la mesa de noche sin buscar el medicamento. Es un error común en América Latina: región que invierte alrededor del 5% de su Producto Interno Bruto (PIB) en educación.

Con este planteamiento, no pretendo sugerir ningún tipo de recorte en la educación, sino una optimización de los recursos; es decir, que las pruebas internacionales a las que nos sometemos y por las que pagamos tantos miles de dólares sirvan para algo. Que el dinero invertido sirva para gestionar acciones que incidan en la calidad de educación que llega a las aulas, para así atender de manera efectiva las reiteradas fallas presentes en los niveles de lectura, compresión lectora, ortografía y razonamiento matemático de los estudiantes.

La petición no es ningún lujo, pareciera hasta lógico que los datos de una prueba regional se utilicen como parámetro para incidir en cambios necesarios, pero dista de ser real en la práctica. Los informes nacionales e internacionales sobre el estado de la educación siguen indicando estancamiento y en otros rubros, un lamentable retroceso.

Ejemplo de ello son las debilidades existente en la puesta en práctica de la reforma educativa de los programas de Español del 2014 en las aulas de Primaria. El currículo traza una serie de escenarios deseables para el fomento de la lectura y la escritura  en las aulas costarricenses,  sin embargo, han pasado 6 años y aún hay docentes que no saben cómo aplicar ese currículo en sus salones de clase. Los factores van desde fallas en la formación, falta de apoyo de las familias y el olvido común de que los errores de un sistema educativo no se corrigen solo en la escuela.

No es que sea una debilidad exclusiva de Costa Rica, pero sí es una lástima que no se orienten bien los recursos en atender el error desde la raíz sino con parches, usualmente, mal diseñados. Esa infrautilización de los datos de manera efectiva se menciona en un reciente artículo publicado por la Revista Iberoamericana de Educación de la Organización de Estados Iberoamericanos. 

“Las pruebas internacionales corren el  riesgo de convertirse en una inversión  inútil de recursos y/o en una pérdida  de  oportunidades  si  sus resultados no son analizados adecuadamente y utilizados para informar acciones de  política pública de manera oportuna.  Este riesgo es aún más presente en  nuestros  países.  Basta  hacer  una

comparación entre el número de artículos y reportes producidos a partir  de los datos de ILSAs en los países de  Europa o Norteamérica y en nuestros países para darse cuenta de que este  riesgo está aún más presente en Iberoamérica”, afirman los investigadores Jorge Sainz y Andrés Sandoval-Hernández.

No se trata de tampoco de idolatrar a las pruebas internacionales (no son más que datos con mediciones específicas y que no demuestran toda la complejidad y factores de un sistema educativo), pero sí de prestar la atención necesaria y ocuparse con decisiones prácticas en aplicar los cambios de manera oportuna.

No es posible sigamos arrastrando una y otra vez fallas de compresión lectora,  mala ortografía, débil razonamiento matemático y escasa argumentación como si fueran errores con los que estamos acostumbrados a convivir. Es preciso alarmarse, gestionar acciones, tejer alianzas y romper con los ciclos de peligrosa ignorancia, en una era donde los liderazgos están en crisis. Leer y escribir bien en el siglo XXI no es un lujo, sino necesidad para conseguir más y mejores oportunidades en este siglo: herramientas para un verdadero ejercicio de la libertad.

Cuénteme su opinión sobre este tema al correo electrónico barrantes.ceciliano@gmail.com