Coronavirus: ¿Cómo transformar el juego en aprendizaje durante la cuarentena?

Vienen más semanas de confinamiento en casa y la educación virtual no llega a todos con la misma velocidad ni calidad: jugar en casa podría ser una herramienta útil de aprendizaje, si las familias aprovechan el tiempo para combinar hojas blancas, lápices, música y conversaciones con creatividad.

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Para vincular juego con aprendizaje, primero hay que abandonar la idea de que el juego es sinónimo de perder el tiempo.

Durante la niñez, el juego es una actividad profundamente seria y dejar de hacerla es terrible. El juego constructivo tiene que entrar a las casas durante este tiempo de cuarentena, porque es mediante esta herramienta que niños, niñas y jóvenes encontrarán espacios para pensar, criticar y ser capaces de desarrollarse como seres humanos: fin máximo de cualquier sistema educativo.

Educarse en tiempos de cuarentena no solo implica responder a las tareas que envíe la maestra, mediante un celular o una computadora, hay que formar desde la empatía y el humanismo, tomando en cuenta que la tecnología y el acceso a Internet representan un lujo inaccesible y para otros hogares, el tiempo agota sus ideas sobre qué poner a hacer a los niños.

Ante la duda sobre qué hacer, póngalos a jugar. Pero que el juego implique construcción. Que con la facilidad de una hoja y un lápiz, el niño sea capaz de escribir ideas sobre cómo se siente y que lo que dibuje o escriba sea el punto de partida para iniciar una conversación franca sobre la realidad que enfrentamos, a nivel local y global.

Los niños no merecen estar aislados de la realidad ni que tampoco se silencien sus sentimientos y preocupaciones: esas que suelen compartir con frecuencia con sus maestras y con sus amigos durante las horas de lecciones y recreos.

El juego entendido como aprendizaje va más allá de entretenerse, divertirse y expresarse. Motivar a que los niños escriban una canción en casa, a que pinten, a que ayuden con algún deber del hogar y a escuchar su opinión sobre diversos temas (medio ambiente, respeto por las diferencias, actualidad) los enseña a ser personas y, como dice la profesora argentina Ester Trozzo, es una oportunidad de darle la palabra al otro, de ensayar la vida y de promover el vínculo, el respeto por las diferencias y de trabajar contra el sentido individualista en que nos han mal educado en las últimas décadas.

En el juego, permítase incluir la música. La investigadora Anna Díez afirma que la música permite “interrelacionar conocimientos”: tomar el celular y escuchar una canción, puede motivar ejercicios como que el niño identifique cuáles instrumentos musicales suenan en esa canción. A su vez, la identificación de instrumentos musicales, puede ser el punto de partida para abordar contenidos sobre Geografía (de dónde es originario ese instrumento), Historia (cuándo apareció y en qué contexto surgió esa música), Física (acústica y sonoridad), Artes Plásticas (dibujando o creando esos instrumentos musicales con distintos materiales). El aburrimiento se origina en la falta de creatividad.

Una educación integral que se preocupe por el bienestar de los niños debe buscar la forma de incluir la música dentro de sus estrategias pedagógicas: que niñas y niños escriban sus propias letras, compartan rimas y ritmos, que los cuestionen y encuentren en sus letras y melodías la estética y la historia de quienes componen estas o aquellas canciones. Que comparen los productos artísticos locales y globales, y que sean capaces de crear lo propio, sin que se considere esta materia menos importante que el resto o una pérdida de tiempo.

Educar en empatía. En el juego, es fundamental incluir conversaciones para prevenir toda forma de racismo, xenofobia y odio que devenga con esta crisis. En el hogar debe abordarse el peso que conlleva la burla, el desprecio y el maltrato hacia los otros. Es desde la casa que deben combatirse los comentarios cobardes, violentos y destructivos, que evidencian las frustraciones y los miedos de quienes los propician. Mediante el juego y el diálogo pueden surgir dinámicas que contribuyan a prevenir los comportamiento tóxicos y propicien la empatía, desde la niñez.

En palabras del educador César Bona, “la empatía es un juego que hay que practicar a diario, sin que eso implique alejarse de lo que uno es, sino acercarse a lo que la otra persona es y siente. El día que consideremos la diversidad como un valor y no como un inconveniente, habremos dado un paso importante en favor de la sociedad”.

Esa empatía de la que habla Bona, implica enseñar desde la niñez el valor de la diversidad, explicándole al niño que aún dentro del grupo más pequeño, todas las personas son diferentes y que no existen estándares que sean mejores que otros. Que nadie sobra en este planeta y que las decisiones que tomamos nos afectan a todos.

La educación para la diversidad le enseña al niño que no hay por qué forzar a que los demás piensen y actúen como él, sino que se debe ser capaz de ser empático, asertivo, compasivo, de mostrar respeto mutuo, de comunicarse y de desarrollar una verdadera inclusión, desde la infancia.

Que el aislamiento social que nos exige este virus, no nos aísle del diálogo, el juego y la creatividad en el hogar como nuevas formas de aprendizaje, permitiendo que más niñas, niños y jóvenes sean escuchados y tomados en cuenta.

Cuénteme su opinión sobre este tema en mis cuenta en Twitter (@albertobace) o al correo electrónico barrantes.ceciliano@gmail.com