Abandono escolar: el alto riesgo de mantener las aulas cerradas

La limitada o nula conexión a Internet en casa y la falta de los recursos familiares para sentirse apoyados en sus procesos de aprendizaje frustra a niñas, niños y jóvenes y resulta ser un factor decisivo para la exclusión educativa.

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Si bien el cierre presencial de las aulas durante el año 2020 no implicó una suspensión del curso lectivo en Costa Rica, las diferencias en la conectividad a Internet de los hogares más vulnerables, la falta de recursos cognitivos de los padres para apoyar a sus hijos e hijas y el desempleo son factores que podrían acelerar la exclusión escolar: uno de los indicadores que más preocupa en América Latina.

A agosto del 2020 unos 90,000 estudiantes en Costa Rica  no se habían reportado con sus docentes (alrededor del 8,4% de la población educativa). La cifra es alarmante debido a que las consecuencias son fatales: más pobreza y desigualdad.

Cuando un estudiante no tiene los recursos en casa para aprender, cuando siente que no avanza, cuando regrese a su escuela o colegio y se de cuenta de lo atrasado que está en su proceso de aprendizaje, el abandono escolar podría ser casi inminente.

Con ello, se corre el riesgo de que aumente el trabajo infantil, la explotación sexual comercial, el reclutamiento a bandas de crimen organizado y la cantidad de personas jóvenes que no estudian ni trabajan, así como el riesgo de un retroceso en los indicadores sobre las buenas prácticas en materia de cobertura y lucha contra la exclusión educativa.

Costa Rica es de los los países del mundo que ha cerrado las escuelas por más tiempo durante la pandemia, según indicó la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El informe de Perspectivas Económicas 2021 de la OCDE señala que en Costa Rica el cierre de escuelas ha sido cercano a los 325 días mientras que en el resto de los países que pertenecen a la organización es un poco menor de los 200 días.

Si bien, el Ministerio de Educación Pública (MEP) alega que esa suspensión presencial  del 2020 fue solo un cambio de modalidad que involucró nuevas disposiciones curriculares, de evaluación, pedagógicas y tecnológicas para el sistema educativo, ese modelo idóneo de educación a distancia no está aplicando igual para todos y todas.

Hay familias que consideran que a sus hijos e hijas les regalaron el curso lectivo del 2020 sin que aprendieran nada y que siguen este año con una educación de calidad intermitente que frustra y que pone en jaque la calidad y el progreso.

¿Quiénes son los más afectados?

Estudiantes de comunidades indígenas, rurales y costeras son los más golpeados por la falta de conectividad a Internet en sus hogares. Desde marzo del 2020, su forma de aprender se redujo básicamente a fotocopias y en muchos hogares la fotocopia también es considerada un lujo. Esa brecha es motivo de alerta para el sistema educativo y, a la vez, es evidencia de una tramitomanía nacional y de la ineptitud de muchos que cobran salarios sin vergüenza alguna ante la inequidad.

El abandono de las aulas es uno de los indicadores que más preocupa en América Latina: sus consecuencias son fatales y terminan por afectarnos a todos. Los efectos de una generación mal preparada tienen impacto en el progreso social, económico y cultural de un país. Las acciones en política pública son urgentes.

A la fecha y a escasos ocho meses de las elecciones presidenciales de 2022, ningún candidato a la Presidencia de la República convence con alguna propuesta sólida para atender la emergencia educativa del país.

Hablar de propuesta sólida significa que ofrezca indicadores, formas de diagnóstico, monitoreo y evaluación, no documentos hechos en un tarde donde se proponga canchas de fútbol por aquí y otras por allá. El esparcimiento deportivo es importante, pero una bola no resuelve la ignorancia de una generación.

Cuénteme su opinión sobre este tema al correo electrónico: barrantes.ceciliano@gmail.com