Carta de una aficionada a Liga Deportiva Alajuelense

Michelle Chinchilla envió un artículo de opinión sobre Alajuelense, en lo que ella cataloga “como un aporte al análisis, porque ciertamente las críticas ya no construyen, más bien dañan más al equipo”

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Michelle Chinchilla es una aficionada muy liguista y cuenta con orgullo que el amor por los colores rojo y negro se lo heredó su papá, por allá de los años 90.

Él nunca la llevó al estadio y ella hoy confiesa que le hubiese gustado, porque recuerda bien esas glorias manudas que seguía por la televisión, en esa época en la que la Liga era arrolladora y le decían ‘La Máquina’.

“Era muy feliz viendo los goles de Jozef Miso; ver correr esa banda a Harold Wallace y por supuesto la magia de Wílmer López. Ver a Rolando Fonseca y Steven Bryce meterle goles a Saprissa fue increíble. También recuerdo finales contra el archirrival, bien apretadas por cierto y recuerdo que muchas las ganábamos. Una época dorada, sin duda”.

Hoy las cosas son distintas. La percepción de esta rojinegra de corazón es que “estamos en un bucle que se repite cada año y ya me parece tóxico”.

A raíz de eso quiso escribir un artículo para publicarlo en el Blog Actualidad Rojinegra, “como un aporte al análisis, porque ciertamente las críticas ya no construyen, más bien dañan más al equipo”.

Este es el artículo escrito por Michelle Chinchilla:

A Dios rogando y con el mazo dando

El actual ambiente de tensión que vive Alajuelense no es por dos derrotas, es porque, además de la historia reciente de perder finales de manera tan dolorosa, la afición no encuentra ese fuego ganador de los jugadores. La afición no ve señales de confianza.

En cada derrota, regresa el fantasma y el dolor sufrido por tener en la mano un título y dejarlo ir en minutos, y además por errores básicos y falta de concentración. La forma en la que se perdió el clásico revivió el dolor, la ira y la decepción en la afición.

Desde mi lectura, el problema que hay en Alajuelense es únicamente de los jugadores. Muchos han caído en la trampa de sentirse los mejores solo porque tienen las mejores instalaciones de entrenamiento en toda Centroamérica. Lo que están perdiendo de vista es que esas grandes condiciones hay que validarlas en el campo de juego, no es solo sentirse grande, hay que demostrarlo en las finales y en los clásicos.

De lo contrario es como el profesional que presume sus títulos universitarios de las mejores universidades del mundo, pero que en el trabajo demuestra mediocridad. El resultado natural serán críticas, reproches y burlas.

Desconozco qué tipo de motivación les dan a los jugadores a lo interno, pero lo que se exhibe es que no están conectados con la realidad de que sus ventajas comparativas solo pesan si las validan con títulos. El resto de los equipos del campeonato nacional saben que tienen desventajas importantes; eso más bien les alimenta las ganas de esforzarse el triple para ganarle a Alajuelense y demostrar que no necesitan un CAR para ganar títulos. En el fondo es un asunto de coraje.

Yael López lo decía cuando lo presentaron en Alajuelense: “No creo que sea un bloqueo (mental)… si uno estando del otro lado pone una o dos o tres millas extra y quiere pasarles por encima; ahora yo sé que estando de este lado mis rivales van a querer hacer lo mismo conmigo…”.

Claramente tener un CAR y condiciones físicas superiores no ha sido suficiente. La clave, para mí, es que el equipo debe jugar en la cancha como si fuesen los que van a desventaja, como si fuesen los pequeños, como si no tuvieran ninguna ventaja frente al rival. Si Alajuelense se para en el campo de juego con la actitud de su rival de dar la tercera milla extra, sus ventajas extra cancha saldrían a relucir en los momentos decisivos del campeonato.

Por la manera en la que se han perdido campeonatos en la era de Agustín Lleida, tener un CAR ha sido una desventaja. Los rivales buscan equiparar con todos los recursos a disposición y esto parece que no está siendo tomado en cuenta, incluso ni en el enfoque con el que se preparan los partidos.

En el fútbol se acostumbra a que el equipo grande se enfoca en lo que puede y sabe hacer; el equipo pequeño se enfoca en contener al rival grande. Y justamente este enfoque ha servido a los otros equipos para quitarnos los campeonatos de las manos.

Porque los entrenadores se dedican a buscar las debilidades de Alajuelense y esto los ha fortalecido; mientras que la Liga se ha enfocado en hacer su juego sin contrarrestar la estrategia de su rival “pequeño”.

Un segundo elemento que está faltando es la capacidad de dosificar la energía y la concentración durante el campeonato. Hay que saber administrar las curvas de rendimiento para no entregarlo todo en la fase regular y evitar llegar a los procesos finales desgastados mentalmente y sin motivación.

No obstante, Alajuelense lidia con un factor que los demás clubes no sufren. La presión de sentirse atacados cada vez que pierden un partido, no da espacio para dosificar la intensidad con la que deben jugar cada semana.

El caso de Herediano, que siendo campeón no ha ganado un solo partido, no se ve obligado a cargar con esta presión extra fútbol, o Saprissa que sigue en el fondo de la tabla (porque ganó el clásico en el último minuto).

Con el paso del tiempo, se gesta en el ambiente un peligro latente de ser atacados por perder algún partido; con el temor de volver a ser blanco de críticas y señalamientos individuales por parte de propios, extraños y de la prensa, impidiendo que el jugador disfrute el fútbol que hace.

Como tercer punto, por las instalaciones deportivas de las que tanto se habla y se presume en las redes sociales, la afición y los medios esperan muchísimo de la Liga. Por esto, tampoco se puede endilgarles toda la culpa de criticar derrotas que no generan desplazamientos preocupantes en la tabla de posiciones.

Es un círculo tóxico de críticas en el que, campeonato tras campeonato, está metido Alajuelense.

Finalmente, dice el dicho: “A Dios rogando y con el mazo dando”.

Los jugadores deben aplicar este refrán e interiorizar que para ganar títulos no alcanza teniendo confianza en las condiciones de entrenamiento y demás ventajas comparativas, también, en momentos clave, deben dar mazazos contundentes en el campo de juego, que devuelvan la confianza a la afición de que esos fantasmas de las finales no van a reaparecer.

Solo así podrán romper el ciclo tóxico de cada campeonato.