Un político honrado

Germán Serrano Pinto

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rgarcia@nacion.com

“Paso al retiro satisfecho por haberme Dios premiado con el deber cumplido y por los resultados que se obtuvieron. Lo atribuyo a que nunca usé la libreta de apuntar favores hechos, ni quedó espacio en mi memoria para guardarlos, por lo que, cuando alguien me recuerda alguno, me alegra saber que supero el deber con el haber”.

En la orilla del atardecer, con un mar de vivencias que otea desde el crepúsculo de su vida, Germán Serrano Pinto ha puesto así punto final a su bitácora. Al atardecer . Memorias es una obra que, además del perfil del hombre público, retrata la época de un país que palpita de identidad en estas páginas y que hoy, entrado el siglo XXI, nos cuesta reconocer.

En una noche del verano de 1966 se quedó sin gasolina, allá por el puente de Los Anonos, mientras llevaba de pasajeros nada menos que al recién electo presidente de la República, José Joaquín Trejos Fernández con su esposa, Clarita Fonseca.

Sin embargo, el joven y, de momento, poco previsor conductor de un Vocho casi destartalado, se proyectaba desde aquel entonces como el funcionario público honrado y el hábil negociador que brilló en la arena política durante más de cuatro decenios.

Pueden revisarse con lupa las actuaciones de Serrano Pinto en las administraciones de Trejos Fernández (1966)-1970), Carazo Odio (1978-1982) y Pacheco de la Espriella (2002-2006). También es posible pedir referencias de este personaje entre sus amigos o, mejor aún, entre sus adversarios políticos.

En cualquiera de aquellos casos, el resultado de las indagatorias daría pie para afirmar –sin temor a la exageración– que, si las épocas se pudieran mezclar y Germán Serrano Pinto se hubiese cruzado alguna vez con Diógenes, el sabio griego habría dado al fin con el hombre honrado que buscaba a pleno sol, con su lámpara encendida.

En la función pública, Germán Serrano fue justo en tiempos de paz y prudente en épocas convulsas. Lo certifican vivencias como las de su función como ministro de Trabajo (en la administración Carazo), con su casa invadida por sindicalistas en arduas negociaciones.

Obsesivo, tenaz, insistente, gravemente afectado por su salud en los últimos años, Serrano no cejó en su empeño hasta concluir los capítulos que relata este libro, publicado por la Editorial de la UNED.

“Hoy, Dios nos regala la oportunidad de tener este libro en nuestras manos, el cual escribiste con muchísimo esmero. Dedicaste incontables horas no solo para narrar tus historias con la picardía y el humor que siempre te han caracterizado, sino para ubicarnos a todos los lectores, con lujo de detalles, en esos momentos que tanto disfrutaste y que reflejan tu entrega incondicional, tu compañerismo, tu respeto por los demás y, sobre todo, el deseo de enaltecer el bien común y la justicia social”, se lee en una carta que los seis hijos del político firman en las primeras páginas del libro: Germán Jesús, Mauricio Enrique, Manuel Antonio, Carlos Alberto, Sergio José y Gloriana María Serrano García, hijos del matrimonio de don Germán con Ana Victoria García Zeledón, su compañera de siempre.

Hay anécdotas de palo y miel en Al atardecer . Así las describe. Se goza en las de miel, dan para la reflexión las de palo. En las últimas 30 páginas de esta obra de 461, la descripción adquiere ribetes de drama y controversia, y también de soledad.

En las incipientes negociaciones del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, la vehemencia de Germán Serrano Pinto se convirtió, por tramos, en una voz en el desierto.

Hay palo y miel en el atardecer. Como dijimos, en el crepúsculo de su existencia, Germán Serrano Pinto concluye su bitácora: “¡Cuántas veces habremos dejado al lado del camino a alguien que necesitaba nuestra ayuda y no se la dimos! ¡Y cuántas veces se la hemos dado sin recibir la satisfacción de saber que estábamos ayudando a nuestro prójimo!... No te detengas' No sabemos si todavía nos queda alguna tarea por hacer'”.