Niños migrantes y sin recursos reciben apoyo de académicos

Iniciativa aporta becas mensuales de ¢13.000 y tutorías todos los sábados

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La falta de útiles escolares obliga a muchos niños en Costa Rica a renunciar a las aulas. Los casos de deserción motivaron a un grupo de académicos universitarios a apoyar con becas y materiales a niños y jóvenes migrantes de escasos recursos, desde hace diez años.

Menores de Rincón Grande de Pavas, La Carpio, Curridabat y el Triángulo de la Solidaridad, en Tibás son el objetivo de un proyecto que, más allá del apoyo económico, brinda acompañamiento académico a sus sesenta beneficiarios.

Todos los sábados, profesores y estudiantes universitarios asisten de forma voluntaria a brindar tutorías en las instalaciones del Servicio Jesuita para Migrantes, ubicado en San Pedro de Montes de Oca.

“Sin reforzamiento académico, una beca no es lo mejor. Hemos visto casos que llegaron en tercer grado de la escuela y hoy los vemos en quinto año preparándose para entrar a la universidad”, dijo Carlos Sandoval, fundador del proyecto.

Tutorías para todos. En el lugar, cada mesa es un “mundo académico” que hace repasos por las vocales en unos, y que reúne calculadoras en otros para preparase para la prueba de admisión de la Universidad de Costa Rica (UCR).

Dicho proyecto se llama “ Merienda y zapatos” porque “son esos gastos pequeños los que muchas veces propician la deserción”, comentó Sandoval.

La iniciativa colecta alrededor de ¢6 millones anuales que vienen del bolsillo de docentes universitarios, mediante donaciones.

La organización también apoya regular la condición migratoria de los menores y sus familias, principalmente nicaraguenses y hondureñas.

Sin embargo, uno de los principales obstáculos que tienen los beneficiarios es el núcleo familiar inestable que les rodea.

“La familia siempre es muy importante. Hay casos en donde la figura paterna está ausente y eso hace que la situación también sea más compleja”, añadió el investigador y fundador del proyecto.

Después de dos horas entre lápices y cuadernos, los niños regresan a casa mientras los voluntarios esperan otro sábado para compartir conocimiento.