Menos aves, menos peces... menos turistas

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Ya son cuatro años que Gabriela Atencio se sumerge en las aguas de isla del Caño para enseñarles a los turistas un mundo de peces.

“Ahorita el agua está caliente, pero estuvo muy fría. Esos cambios bruscos de temperatura dañan el coral y en él no hay peces. Además, cuando llueve, hay deslizamientos que arrastran sedimento al mar que también lo perjudica”, dijo Atencio, de bahía Drake, en la península de Osa.

Si eso sucede en el presente, el escenario en el futuro promete climas extremos. Al igual que Atencio, guías y operadores de turismo se verían afectados por las variaciones en el patrón de lluvias y temperatura, pues estas impactarían la flora y la fauna.

Turismo de aves. Según el Instituto Costarricense de Turismo (ICT), el número de ecoturistas que visitaron el país en el 2011 fue 959.000 personas. Su interés se centró en realizar caminatas por senderos y en otras actividades, como la observación de aves.

En Monteverde, los cambios en el clima impactan la abundancia de los colibríes, ya que la precipitación, la temperatura y la cobertura nubosa afectan la producción de néctar de las plantas.

“Es posible que se dé un cambio en las distribuciones espaciales y temporales de las especies de colibríes y plantas, así como en la abundancia relativa de especies. Un declive de los recursos del néctar con la consecuencia de una reducción de la diversidad de colibríes es posible”, señala un estudio realizado por Elizabeth Deliso, del Centro Científico Tropical (CCT).

Tal como le pasa al colibrí, otras especies de aves podrían verse menos o irse a otros lugares en busca de mejores condiciones para vivir.

Turismo de ballenas. En Costa Rica, según un estudio de la Fundación Promar, el avistamiento de cetáceos genera $5,6 millones anuales por el pago del tour . A esto hay que sumarle $16 millones anuales, correspondientes a hospedaje y servicios de alimentación.

En total, unas diez comunidades (nueve en el Pacífico y una en el Caribe) se dedican a esto.

Ahora, debido a las migraciones, el país recibe la visita de ballenas jorobadas en dos períodos: las del norte vienen de diciembre a abril, y las del sur se acercan de julio a noviembre.

“Con el cambio climático, el aumento de la temperatura del agua podría provocar cambios en las rutas de migración, ya sea que las ballenas no requieran subir o bajar (dependiendo de si son del norte o el sur), o que el agua cerca de la costa esté tan caliente que, más bien, se adentren en el mar”, comentó Javier Rodríguez, biólogo marino y director de la Fundación Promar.

¿Cómo prepararse? Rodríguez sugirió la diversificación de actividades turísticas para así generar un menor impacto en los ecosistemas y las personas que se dediquen al turismo tengan otras opciones.

Para Yadira Simón, presidenta de la Asociación Costarricense de Profesionales en Turismo (Acoprot), una medida de adaptación es “seguir en la línea de conservación y sostenibilidad”.

En este sentido, Simón destacó el seguir apoyando a las áreas protegidas y apostar por esfuerzos como la Certificación de Turismo Sostenible (CTS) del ICT.

Los hoteles y operadores de tour con la CTS toman medidas como ahorro de energía, uso sostenible del agua y manejo de desechos, entre otros.

Asimismo, Rodríguez y Simón consideró que no todo es negativo para el sector. Algunas especies podrán cambiar sus rutas migratorias, pero se podrían venir otras.

También, al tener dos épocas secas y dos lluviosas se puede distribuir mejor la cantidad de turistas que vienen al país.