Más ticos ‘piensan en verde’ cuando van al supermercado

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Cuando Frank Garita va al supermercado, generalmente, se demora un par de horas. Se toma el tiempo para leer etiquetas y así cerciorarse de que está adquiriendo un producto orgánico, biodegradable y cultivado en el país.

Olivier Chassot se tarda lo mismo y su carro de compras se caracteriza por llevar productos “ojalá orgánicos, sin empaques plásticos o metálicos”.

¿Por qué lo hacen? “Porque en mi casa somos conscientes de la protección ambiental y queremos causar el menor impacto posible”, comentó Garita.

Al igual que Garita y Chassot, cada vez son más las personas en el país que abogan por un consumo más sostenible. Así lo dio a conocer la encuesta realizada por Unimer, a petición de La Nación .

Por ejemplo, las personas que admiten siempre comprar vegetales o frutas cultivadas sin pesticidas u otras sustancias químicas pasaron de ser el 8% en el 2010 a convertirse en el 20% en el 2012.

En su mayoría, son hombres que tienen una edad entre 40 y 49 años, con un nivel socioeconómico alto, educados y residen en la urbe.

Uno de ellos es el informático Ronny Hernández y su familia. “Nos gusta comprar artículos que nos permita hacer refill en la casa, para no estar comprando más botellas plásticas. Hemos tratado de educar a nuestros hijos a buscar productos más saludables que no dañen tanto el planeta; por ejemplo, el champú es preferible si es de macrobiótica”, detalla.

También son personas que tienen el hábito de revisar si el producto es de material reciclado antes de comprarlo. Esa conducta también experimentó un incremento porcentual. Se pasó de un 7% en el 2010 a un 20% en el 2012 entre quienes contestaron que siempre lo hacen.

Esta práctica fue más frecuente en mujeres con edades entre 40 y 49 años, con un nivel socioeconómico alto y que viven en la ciudad. “Busco que tengan algún sello de sostenibilidad; no importa si los productos cuestan un poquito más”, aseguró la periodista Katiana Murillo.

Al igual que ella, el 20% de los encuestados se declaró “totalmente dispuestos” a pagar más por productos que sean ecológicos.

“Entre más uno lee y se da cuenta de dónde vienen realmente los alimentos, uno se vuelve más consciente y trata de escoger productos con ciertos parámetros para beneficiar a la familia, al ambiente y a los productores que implementan buenas prácticas. (...) Al final, el comprar se vuelve todo un manifiesto de tus principios”, dijo Marcela Vargas, vecina de Sabanilla.

Sin embargo, el grupo de quienes admitieron estar “nada dispuestos” a pagar por este tipo de productos aumentó con respecto al 2010. Así, los “nada dispuestos” pasaron de ser el 10% en el 2010 a un 21% en el 2012.

Decisiones de consumo. ¿Qué producto o material evita por completo? “Las frutas importadas, por su huella ecológica, y los quesos extranjeros que, aunque los adoro, su impacto ambiental es grande”, manifestó Didiher Chacón, tibaseño.

“La vajilla plástica se sustituye por una hecha con bambú, maíz o cartón. Los productos de limpieza y de aseo personal los sustituimos por biodegradables. El papel, tanto el de la impresora como el higiénico, lo reemplazamos por reciclado”, comentó Garita.

Aunque admiten encontrar productos en los supermercados, estas personas también visitan las ferias del agricultor, macrobióticas y tiendas especializadas.

Para estos consumidores no tendría sentido empacar sus alimentos orgánicos en bolsas de plástico. Por esa razón, suelen llevar sus propios empaques. Esta práctica aumentó 10 puntos porcentuales: en el 2010, el 31% llevaba sus bolsas; en el 2012, es el 41%.

“A mí me parece que el consumidor estaría más dispuesto a colaborar si se le facilitan las cosas. Lo ideal sería que los supermercados se hagan responsables de los productos que venden en cuanto a recibir todo aquello que se pueda reciclar. De esta forma, la gente podría dejar sus residuos en el mismo lugar donde realizó sus compras”, sugirió Murillo.

¿Estas prácticas requirieron un gran esfuerzo? Para Vargas, implicó un cambio en la rutina y cultura de la familia. “Por ejemplo, separar y reciclar requirió un cambio ‘de chip’”, comentó.

“Al principio, es un asunto de voluntad, que luego se convierte en una rutina que no implica mayor esfuerzo”, opinó Chassot.

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