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Entre las lecciones más importantes que nos deja Jesús está la conversación que tiene con Santiago y Juan, los llamados hijos de Zebedeo. Ante la solicitud de sus discípulos de que les conceda sentarse a su lado cuando esté en su gloria, Jesús, rapidito, los aterriza. Primero les dice que eso no le toca a Él decidirlo. Luego, y ante la molestia de los demás discípulos que sentían que Santiago y Juan se les estaban yendo arriba, nos da una lección de vida increíble.

La naturaleza humana nos lleva a anhelar el poder. Cuando se tiene ese poder, usualmente se utiliza para dominar a los demás. Obviamente, a favor de uno mismo. "'Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad” (Marcos 10:42).

De esto vemos mucho en nuestros tiempos. Gobernantes que quieren perpetuarse en el poder. Gobernantes que aprovechan para enriquecerse ellos y sus amigos. Pero este anhelo de dominación y poderío no solo afecta a los gobernantes. Lo vemos en la vida cotidiana. El marido que quiere dominar a su esposa. El chiquillo fuerte que acosa al débil en la escuela (“bullying”). El empresario que quiere monopolizar su mercado o que el Gobierno lo favorezca con ayudas especiales que no tienen los demás. El jefe que abusa de sus subalternos. El empleado público que busca cómo hacer cada vez menos, pero teniendo más beneficios. Los grupos de presión que se lanzan a las calles, utilizando la fuerza de las masas para exigir al Gobierno concesiones especiales, sin importar el costo que estas puedan implicar para el resto de la sociedad, y sin importar las molestias que causan al resto de la población con sus bloqueos y vandalismos.

Ahí es donde Jesús nos llama a actuar de manera distinta en nuestras vidas, siguiendo su ejemplo: “Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud" (Mc 10:43-45).

El cambio de actitud que nos pide Jesús es algo personal. En vez de pensar tanto en buscar maneras para ser servido, tenemos que pensar en cómo servir más a los demás. Tenemos que empezar desde la casa, con nuestro cónyuge e hijos. En el trabajo, con compañeros y subalternos. Como empresario, siendo “socialmente responsables”, en su sentido más amplio. Como funcionario público, actuando con vocación de servicio. Y como ciudadano.

Ya lo dijo John F. Kennedy: “No se pregunten qué puede hacer su país por ustedes; pregunten qué pueden hacer ustedes por su país”.

Escribiendo estas letras pienso mucho en Eric Capra. Que el Señor lo tenga en la Gloria.