Letras de cambio

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Dos muertes han impactado el país en esta última semana. Dos muertes que duelen, no solo por lo valioso que es cada vida humana, sino también por lo que nos dicen sobre el rumbo que estamos tomando como sociedad.

Una refleja el heroísmo de un defensor de valores positivos, en lucha contra aquellos que nos quieren robar lo más preciado que tenemos: la paz. La otra refleja la irresponsabilidad con que actúan algunos, que ni siquiera piensan en las consecuencias negativas que sus actos pueden tener sobre los demás.

Jairo Mora murió defendiendo a las inocentes tortugas. Defendiéndolas de gente despiadada que, por ganarse un dinerito fácil, no respeta ni la ley ni la vida de los animales ni la vida humana.

Lo preocupante es que este tipo de gente domina ya varias partes del territorio nacional. Preocupa que las autoridades que están para resguardar el orden –policía, guardia rural o guardaparques–, no lo resguarden. Preocupa que ciudadanos pongan sus vidas en peligro, por hacer la labor que debería estar haciendo el Estado.

Lo sucedido en Limón tiene consecuencias muy negativas para Costa Rica. Un país que se ha ganado la fama a nivel mundial como paraíso ambiental y de paz, ahora resulta que no logra defender el ambiente adecuadamente y está metido en una guerra. La pérdida de esa buena imagen perjudica el ingreso futuro de turistas e inversionistas.

Ya algunos países nos tienen en la lista de destinos peligrosos, con advertencias serias para quienes nos quieren visitar. Pero, lo peor de todo, es que nos roba la paz con que siempre hemos vivido.

Marlon Evans murió en el paseo Colón, producto de un choque con un bus cuyo chofer cometió una enorme imprudencia. Un chofer que irrespetó las normas básicas de conducción, sin importarle que, de paso, pudiera matar a otro que transitaba tranquilamente por la misma calle. Todo por ganarse unos pinches minutos.

Lo preocupante es que la actitud de ese chofer de bus es algo que se ha vuelto normal en las calles de Costa Rica. Los mismos telediarios que nos mostraron las escalofriantes escenas del choque en que murió Marlon, luego expusieron las imágenes de como decenas de conductores hacen a diario la misma imprudencia que el chofer de bus.

Al tico detrás de un volante –y muchas otras veces más–, poco le importa el cumplimiento de las leyes o normas. Esto incluye desde las acciones más leves, como detenerse o parquearse en zonas indebidas, que causan presas e incomodan las vidas de los demás, hasta la imprudencia de brincarse un alto o cruzar en lugar prohibido, que puede causar un choque catastrófico.

Dos muertes que, tristemente, reflejan a un tico pensando solo en “yo”, y no en “nosotros”. Eso pone en peligro nuestra preciada vida armoniosa y en paz.