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Milena Grillo, directora de Paniamor, dijo anteayer en La Nación: “La institucionalidad tiene una deuda gigante en la atención de la salud mental de los menores de edad, donde la ideación suicida, tentativas y suicidio efectivo es una situación de la que el Hospital de Niños nos ha venido alertando”.

El director interino del Hospital de Niños, Orlando Urroz, por su parte, comentó: “Hay elementos de la sociedad, como una vida más rápida, más ligera, donde el padre y la madre tienen que trabajar y los niños se quedan solos, se pierde la comunicación en la familia y esto hace que los niños estén en una situación vulnerable”.

En estas dos citas de dos especialistas en el tema esencial de la sociedad –los niños– surgen los conceptos básicos del porqué de los problemas del mundo actual. Son estos la salud mental de los menores de edad, el imperativo moral del Estado y de la sociedad en esta materia (la institucionalidad), el suicidio, el papel del padre y la madre en la formación de la sociedad y de cada ser humano, la soledad de los niños y la falta de comunicación en familia.

Estas dos citas acompañan una noticia terrible que a nadie puede dejar indiferente: suicidio de menores se duplicó en Costa Rica en dos años. En el 2009 y 2010 los suicidios de niños fueron 22; en el 2011 y 2012 se registraron 46. Si cada dato anual por sí solo, nos estremece, su duplicación en dos años toca lo más profundo de nuestra realidad y de nuestras conciencias. Se detecta aquí una enfermedad social profunda que exige la reacción del Estado y de la sociedad, de cada persona, máxime si se tiene en cuenta que el Hospital Nacional de Niños recibe a muchos menores que “han intentado acabar con sus vidas”.

He aquí un desafío monumental, cuya solución es muy compleja, por ser de carácter preventivo y de raigambre familiar, siendo como es la familia el núcleo fundamental de la sociedad. Los expertos, además, y un conocimiento primordial de la sociedad indican que “el país carece de políticas para el cuidado de la salud mental de los niños y los jóvenes”, por lo que las causas del suicidio son variadas. Entre estas sobresale “la falta del vínculo afectivo familiar”.

Julia Woodbridge, de la Fundación Rescatando Vidas, declaró el lunes pasado: “Un chiquito en abandono o que los padres no hayan estado con ellos, o que han tenido un abandono emocional, lo primero que quieren es desaparecer porque no tienen la habilidad para decir lo que sienten”. El número de suicidios o de intentos puede ser, por ello, bastante mayor que los datos oficiales.

¿Habrá en nuestro país un reto y un mal más doloroso que este?

Peor aún, ¿un mal que nos deje tan indiferentes?