En Guardia

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Un grupo de economistas nos dimos a la tarea de formular una propuesta para enfrentar el problema de las entradas de capital y sus efectos en el tipo de cambio. Días después, recibimos dos esclarecedoras respuestas, imposibles de soslayar: una del mercado y otra del FMI. Ambas van en la dirección propuesta por nosotros.

El mercado cambiario ratificó nuestra primera conclusión: las medidas del Gobierno y Banco Central eran insuficientes para disuadir los flujos externos y lograr una depreciación del colón. En efecto, las cotizaciones han permanecido ceñidas a la banda inferior y obligado al Central a intervenir comprando divisas y aumentando la emisión. Como consecuencia, se ha comprometido su política monetaria. Ahora le será difícil mantener la inflación en cifras bajas y, más aún, reducirla a los niveles del mercado internacional.

Nuestra segunda conclusión también fue avalada por el FMI: la mejor forma de enfrentar las entradas de capital es, precisamente, liberando el régimen cambiario. Se introduciría un elemento de incertidumbre para disuadir los flujos de capital que han alcanzado niveles muy elevados, y permitiría amortiguar eventuales salidas de capital, cuando se recupere la economía mundial. Los directores ejecutivos del Fondo recomendaron textualmente “incrementar la flexibilidad del régimen cambiario para permitir una mayor utilización del tipo de cambio y poder absorber choques de origen externo”.

Al igual que nosotros, el FMI considera fundamental recomponer las finanzas públicas para lograr varios propósitos fundamentales: disminuir las tasas de interés provocadas por el financiamiento interno del déficit fiscal para acercarlas a las prevalecientes en el mercado internacional y desestimular entradas de capital; disminuir la demanda agregada para reducir el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, que sobrepasa el 5% del PIB, y aumentar los impuestos y reducir los gastos corrientes para financiar infraestructura pública e incrementar la productividad del sector exportador, afectado por la apreciación del colón.

Desafortunadamente, nuestras autoridades gubernamentales, legislativas y bancarias, al igual que ciertos representantes del sector privado opuestos a la modernización cambiaria, no han sabido aquilatar adecuadamente las recomendaciones de economistas nacionales y extranjeros, y prefieren mantener el statu quo. ¡Es una lástima! En vez de oponerse a un proceso inevitable de liberalización cambiaria, que vendrá tarde o temprano, deberían aprovechar el tiempo para internalizar los riesgos y adoptar acciones efectivas para mejorar la productividad.