En el golfo también se pesca la paciencia

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Puerto Jiménez. Una vez que la cuerda se tira al mar, lo único que resta es esperar.

Hacía apenas unos días que José Collado, pescador artesanal de Puerto Jiménez, había visto tiburones martillo en aquel lugar. Eso era un buen augurio.

En una tabla de madera, el pescador hizo trozos a una sardina. Unos los tiró al mar para atraer a los peces, los otros se usaron de carnada para la cuerda de pescar que consistía en un carrete de hilo nailon, en cuyo final pendía un anzuelo circular de 4 cm.

“Ahora sí, la paciencia... pásala”, bromeó Kery Delgado, también pescador artesanal.

La larga espera hizo a Andrés López –investigador de Misión Tiburón– recordar el primer animal que marcó: un tiburón tigre en mayo del 2010.

Desde entonces, los biólogos han marcado 98 tiburones: 53 martillo ( Sphyrna lewini ), 15 picudos ( Rizhoprionodon longurio ) y otros 30 de especies como punta negra ( Carcharhinus limbatus ), tigre ( Galeocerdo cuvier ) y gata ( Ginglymostoma cirratum ).

“De hecho, el punta negra ya murió”, comentó Ilena Zanella, también investigadora.

Sin embargo, la muerte de este tiburón dio información clave para el estudio. El punta negra fue marcado en junio del 2011 en aguas del golfo Dulce y pescadores de la comunidad de Zancudo se lo encontraron en una línea de pesca en agosto del mismo año.

Como el tiburón tenía una marca plástica –tipo flexi – con un número y la información de contacto de los investigadores, llamaron a López y Zanella para devolverles la marca.

De esta manera, los biólogos se percataron de que el tiburón se movió unas 50 millas en tres meses.

“Mejor nos vamos a otro lado”, sugirió Collado ante la negativa de los tiburones a picar.

El protocolo de pesca se volvió a repetir frente a playa Tamales, en península de Osa. De nuevo, la espera.

Ya la tarde caía detrás de la vegetación cuando un brusco movimiento dirigió la atención a uno de los carretes. “Algo picó. Parece ser una raya”, dijo Delgado con solo sentir la fuerza del animal al jalar la cuerda.

Efectivamente, una raya látigo ( Dasyatis longa ) pendía del anzuelo. “Tené cuidado con la púa”, alertó López. Delgado la acercó al bote mientras el biólogo tomaba los datos: macho, ya maduro, 98 cm de ancho. Una vez colocada la marca, se liberó el espécimen.

En enero del 2011 habían marcado una raya látigo en Puerto Jiménez. Esta fue recapturada, ocho meses después, cerca de Cabo Blanco en el Pacífico Central. El animal había salido del golfo para recorrer 150 millas.

A la fecha, los investigadores han marcado 75 rayas: 60 látigo ( Dasyatis longa ), 11 gavilanas, ( Aetobatus narinari ) y cuatro de otras especies.

Otro carrete reportó movimiento y algo jaló desde lo profundo. “Es un tiburón mamón”, dijo el biólogo. Con ayuda de Delgado, lo subió al bote. Era una hembra de tiburón mamón común ( Mustelus lunulatus ), la primera que marcaban en el proyecto.

Una vez liberada, el mar se puso calmo y unas gotas de lluvia cayeron sobre el bote.

“Ya es hora de volver”, sentenció Collado con la experiencia que solo jornadas en el mar dan.