El arte de ser entomólogo forense en un país tropical

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Después de años de investigación y acumulación de conocimientos sobre la biodiversidad de las moscas, John Vargas –entomólogo forense del Organismo de Investigación Judicial (OIJ)–, empezó a clarificar los primeros casos de homicidio en el año 2000.

La incorporación de los insectos al proceso de investigación judicial ayuda a determinar la hora de la muerte (a partir del instante en el que las moscas depositan sus huevos en el cadáver) y a la constatación de un traslado (por la presencia de una especie característica de otro lugar).

Sin embargo, la entomología forense no la tiene fácil en el trópico. Por un lado, está la variedad de condiciones que aporta un país rico en microclimas y biodiversidad, lo cual puede ser muy beneficioso para esclarecer los crímenes, pero también puede dificultar la labor, sobre todo si existen vacíos de investigación.

Otro problema es la falta de personal y de recursos orientados a realizar estudios que permitan mejorar cada vez más el proceso, una dificultad que se vive en los países latinoamericanos.

Mosca en escena. “Al principio íbamos al sitio, pero llegó un momento en el que pasábamos más tiempo en el campo que en el laboratorio, lo que nos dificultaba cumplir con los plazos dados por el proceso judicial”, dijo Vargas.

Dadas las circunstancias, se capacitó a los policías que trabajaban en el manejo de escenas para que recolectasen los insectos. No ha habido quejas por su trabajo.

En la escena, lo primero es realizar una evaluación preliminar del cadáver y dar una descripción detallada, la cual incluye la diversidad de insectos presentes.

Lo siguiente es recolectar una muestra, no menor de 30 individuos, empezando por las larvas de mayor tamaño y desarrollo ya que estas fueron las primeras y, por tanto, son claves para averiguar el tiempo de colonización.

Ya en laboratorio, se identifica la especie y se constata si es propia del lugar donde se recolectó. “Como identificar larvas es tan difícil, dejamos que algunas que recolectamos en morgue se conviertan en adultas”, dijo Vargas.

Luego se mide la larva, y este dato se compara con la tabla de crecimiento que ya existe para esa especie y esa zona en particular.

Esa tabla de crecimiento relaciona el tiempo (días) con la longitud (tamaño) de la larva, para saber en qué etapa del ciclo de vida se encuentra.

El entomólogo forense, al ver las etapas anteriores, puede calcular el momento en el que la mosca llegó a poner los huevos. Esto suele ocurrir minutos después de fallecer la persona.

Ese dato brinda un punto de partida a los detectives para seguir indagando. A esa prueba es conocida como “intervalo post mórtem ”.

“Por rigor científico damos un intervalo de 24 horas, ya que las condiciones climatológicas podrían retardar un poco la colonización”, dijo Vargas.

Microclimas. Aunque es pequeña, su posición geográfica y su topografía dieron a Costa Rica una variedad de microclimas.

“En casos de traslados, los microclimas nos juegan a favor porque están claramente identificados los tres grandes pisos altitudinales; pero, aun así, en un mismo piso existen diferencias. Aunque tengamos dos lugares con la misma elevación, los microclimas son levemente distintos, y esto hace que los grupos de insectos difieran entre los sitios”, comentó Vargas.

El entomólogo explicó: “La desventaja está en la disponibilidad de datos meteorológicos porque el clima varía muy poco; es decir, el punto más húmedo y el más seco están muy cerca. Lamentablemente, el Instituto Meteorológico no tiene estaciones en todas partes, y hay casos que se nos quedan sin resolver por la falta de esos datos. Aunque haya estaciones que estén cercana deal sitio donde yace el cuerpo, el dato no es válido porque, por ejemplo, en cinco kilómetros ya el microclima es otro”.

Al respecto, Vargas tiene una propuesta de investigación. Tomando en cuenta el concepto de zonas bióticas desarrollado por Luis Gómez y Wilbert Herrera en 1993, la idea sería realizar un ensayo para ver cómo sería la distribución de las moscas en el país.

“A la fecha, lo que yo puedo decirle a la policía es que esa mosca no es del lugar, pero al tener un sistema de predicciones de distribución le podría decir que no es del lugar pero es esperable que esté en esta y esta zona. De forma que la policía, en función de su trabajo, pueda prestar atención a determinado lugar porque, por ejemplo, el principal sospechoso vive allí”, señaló Vargas.

Recursos. Al comer tejido, las larvas acumulan, en su grasa, aquellas sustancias o drogas que consumió la víctima, y esto puede afectar su ciclo de vida.

Por ejemplo, la presencia de un acelerador metabólico (como la cocaína) puede acortar el tiempo de desarrollo del insecto, y, debido a esto, no coincidir con lo registrado en la tabla de crecimiento, por lo que el intervalo post mórtem sería distinto.

“En el país, son pocos los casos que se escapan al análisis de toxicología y en los cuales la entomología forense puede dar un aporte. Nuestros toxicólogos forenses son muy buenos; por esto, muy pocos casos se quedan sin dictamen; pero, aunque se tienen el conocimiento y la voluntad, la falta de recursos y el exceso de trabajo exigido por las alcoholemias de accidentes de tránsito, dificultan el que trabajen con insectos”, agregó Vargas.

La falta de fondos también impacta otras áreas.

“Tengo una propuesta de dotar de kits entomológicos para mejorar aún más la recolección en el campo y mejorar las condiciones de trabajo de los policías. Lo ideal sería dar un kit a cada delegación, pero hay que conseguir el dinero”, dijo el entomólogo.

Aún con las limitantes, Vargas no se queja; simplemente es realista en cuanto a lo que implica ser un entomólogo forense en un país que se ubica entre el trópico de Cáncer y la línea del ecuador.