Eduardo Doryan, ¡dé la cara!

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Lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Sucedió en una entrevista con él y varios gerentes de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).

La pregunta era de rigor, ante el creciente murmullo sobre los posibles efectos de la crisis mundial en una institución como la Caja: ¿Estaba la CCSS preparada? ¿Se vería afectada y en qué dimensión? La trepidante fluctuación de las divisas ¿golpearía los servicios de salud?

Con su natural elocuencia, Eduardo Doryan Garrón negó algún impacto. Dijo, además, que la institución se había preparado. Que la crisis no la iba a afectar. Para eso, él había preparado una hoja de ruta que, si se seguía, protegería a la institución hasta el 2025.

La crisis mundial quizá no afectó tanto. Pero la peor de las debacles que se gestaban en el propio corazón de la CCSS, sí. Esa es la que está a punto de hacer añicos varios de los pilares sobre los cuales se sustenta la seguridad social. Y por lo que dicen las noticias encabezadas por este diario, parece que la gestión de Doryan tiene mucho que ver en ello.

Aclaro que lo que pasa en la CCSS no es solo responsabilidad de este ciudadano: hay muchos otros. Ya les llegará el turno de rendir cuentas.

Pero, volviendo a Doryan, lo realmente serio de su caso fueron sus manifestaciones como ejecutivo de la CCSS y el silencio que ha guardado ahora.

¿Por qué no da la cara? ¿Por qué no les da explicaciones a cientos de miles de asegurados sobre el impacto de sus decisiones como cabeza de la institución? ¿Por qué un periodista tiene que “pescarlo” en las gradas de la catedral para que dé sus “primeras declaraciones”? ¿Cómo justifica, a la luz de los hechos actuales, el incremento de plazas si desde entonces se veía venir la crisis? ¿Por qué no explica cómo perdonó los intereses de la deuda del Estado? ¿Qué está esperando para hablar y dar explicaciones?

Eduardo Doryan, ¡dé la cara!

Mucho se dijo a su favor sobre la famosa hoja de ruta. La primera –mencionó él– que orientaba la gestión de la CCSS. Yo le encontré cierta lógica a su discurso.

Con el tiempo, la tal hoja de ruta no va hacia ningún lado. Nunca, como ahora, se ha vivido una crisis tan marcada.

Don Eduardo, ¡hable! Ya va siendo hora. Dé la cara... si no tiene nada qué esconder.