Bernarda Vásquez Méndez, la primera mujer tica en votar

El 30 de julio de 1950, su voto abrió el camino a miles de costarricenses más

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Bernarda Vásquez Méndez falleció la tarde de ayer, más de 60 años después de convertirse en la primera mujer costarricense en ejercer el derecho al sufragio.

Su muerte fue repentina, contó Clarissa Durán, esposa de un sobrino de doña Bernarda. El lunes por la noche, en su casa en El Progreso de San Ramón, la señora sufrió una caída accidental y se golpeó con fuerza en la cabeza.

Debido a lo serio de la lesión, la mujer fue trasladada del Hospital de San Carlos al México, en San José, en donde murió ayer, a las 4 p. m., confirmó Susana Saravia, vocera de este último hospital. Tenía 95 años de edad.

Su sobrina, Margarita Vázquez, confirmó que la misa de funeral será hoy, a las 2 p. m., en el templo católico de La Tigra de San Carlos, donde doña Bernarda vivió hasta hace seis meses.

Entusiasta siempre. Bernarda Vásquez no se casó ni tuvo hijos. En el pueblo de La Tigra se le recuerda como una mujer alegre y siempre dispuesta a ayudar.

Fue ese mismo espíritu el que la motivó, el domingo 30 de julio de 1950, cuando apenas era una joven de 27 años y se levantó temprano para abrir la puerta del sufragio directo y secreto a miles de mujeres costarricenses.

Ese día, se celebró el plebiscito en donde se decidió la pertenencia definitiva del entonces distrito ramonense de La Tigra al cantón de San Carlos.

Un año antes, el 20 de junio de 1949, la Asamblea Constituyente les dio a las mujeres costarricenses el derecho a votar.

Según contó doña Bernarda en febrero del 2002, aquel domingo de 1950 ella se levantó a las 3 a. m. con el claro objetivo de convertirse en la primera electora, lo cual, finalmente, consiguió. También reveló que su voto fue a favor de su natal San Ramón.

Si algo caracterizaba a Vásquez eran sus arraigadas convicciones democráticas.

El 14 de enero del 2006, a pocos días de las elecciones que ganó Óscar Arias Sánchez, ella dijo a La Nación : “Lo peor que puede hacer un costarricense es dejar de votar, porque gracias a nuestro sistema político siempre hemos tenido paz y tranquilidad”.

En esa misma oportunidad, la niña Bernarda como la conocían amigos y familiares, reiteró su desacuerdo con usar lapicero para votar en vez de la huella dactilar del dedo pulgar derecho.

Su oposición a la resolución del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) era tanta que, en los comicios del 2002, hizo público su voto para que un miembro de la junta receptora marcara con equis en la casilla correspondiente al entonces candidato Abel Pacheco.

“Prefiero mancharme el dedo con tinta, como antes. Siento que marcar con lapicero es como si no hubiera votado y me gusta sentir que voté”, argumentó esa vez.

Recia personalidad. De hablar directo, doña Bernarda parecía tener un carácter fuerte, pero en realidad era una persona muy cariñosa y dulce, según recuerda uno de sus sobrinos, José Vásquez.

Tras la muerte de sus padres, ella se encargó de cuidar a sus dos hermanos mayores –quienes tampoco se casaron– hasta el día en que estos murieron.

“Era una católica ferviente, que no faltaba a misa los domingos. En política, era una entusiasta calderonista y en futbol una aficionada a la Liga Deportiva Alajuelense”, recuerda su sobrino.

En un acto celebrado en honor de las primeras votantes, en julio del 2010, la presidenta Laura Chinchilla Miranda agradeció el primer paso dado por esas mujeres.

“Les debo a ustedes haber llegado adonde hoy estoy”, sostuvo entonces Chinchilla.

“Me siento una de las beneficiadas de la decisión que sabiamente tomaron nuestros antepasados y que ustedes llevaron a la realidad”, agregó la mandataria.

“¡Quién se iba a imaginar que aquella niña inquieta que nació el 3 de febrero de 1918 en San Ramón de Alajuela sería recordada por siempre como la primera mujer costarricense que ejerció el derecho al voto!”, comentó Vásquez en una publicación del Instituto Nacional de las Mujeres (Inamu).

Sí, ¡quién lo iba a imaginar!

Con su humildad y perseverancia para todo, desde coger la escoba hasta preparar sus famosos picadillos de arracache y chicasquil, doña Bernarda sin quererlo escribió una página destacada en la historia costarricense. Miles de mujeres se lo deben.