Los herederos del swing criollo: ¿Quiénes llevarán la estafeta para conservar este baile?

Desde hace casi 25 años, la bailarina y maestra Ligia Torijano ha sido la encargada de que este baile sea reconocido como parte de la idiosincrasia del país. Hoy, dos de sus pupilos la apoyan y podrían ser los encargados de continuar esta labor cuando la artista se retire

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¡Ay, el sabor del swing criollo! Ese que nos distingue especialmente a los ticos, ese brinquito que contagia, ese ritmo que envuelve el corazón, las piernas, las caderas, los brazos y, por supuesto, la sonrisa. Tan identificativo en nuestra idiosincrasia, tan propio, tan nuestro. El swing criollo es de Costa Rica y tiene en una mujer luchadora y tenaz a su más grande defensora.

Desde hace cerca de 25 años, Ligia Torijano se ha encargado de darle el valor a este baile tanto dentro de nuestro país como fuera de nuestras fronteras. Gracias a ella y sus bailarines, el nombre del swing criollo costarricense suena fuerte y en muchos países nos identifican como bailarines de salón. El trabajo no ha sido fácil y la cosecha va creciendo; así que cabe preguntarse: ¿quiénes son los herederos de esta labor en pro de la cultura popular?

Torijano asegura que, aunque lo piensa pocas veces, es una interrogante que pesa sobre su espalda. “Cuando comencé este proyecto nunca me alcanzaba (ni dinero, ni tiempo...) porque nadie creía en el swing. La idea de enseñar, muchas veces de manera gratuita, es que el baile no desaparezca, que los grupos que aprenden puedan transmitir el swing y el bolero a otras personas. Me cuesta pensar en qué pasará cuando ya yo no pueda seguir porque esto es como la mamá que piensa qué va a pasar con sus hijos si una falta. La sensación es de preocupación al preguntarse quién me va a cuidar el chiquito”, comentó Torijano.

No obstante, la bailarina y maestra de baile señala a tres personas que con el trabajo que han realizado, y siguen haciendo, bien podrían continuar esta tarea. Dos de ellos, Luis García y Priscilla Orozco, la acompañan fielmente desde hace 14 años en su compañía de baile La Cuna del Swing en la empresa de promover este baile dentro y fuera del país.

Torijano explica que García es un excelente bailarín y, además, ha ido tomando la estafeta del coreógrafo. Este hombre de 34 años y vecino de barrio Luján muestra esa unión entre el baile de la vieja guardia y el de la nueva; claro, sin perder la esencia que hizo tan querido al swing en los salones de baile.

“El equipo con el que trabajo guarda el respeto por lo que yo hago, pero es como llevar un traje donde la costurera: yo quiero un vuelo y los jóvenes quieren piedritas que lo adornen; uno pone la base y se adorna un poquito de manera que se vea bien. Entiendo que hay una cuestión generacional y no me puedo poner de purista porque el baile es un ente vivo que sufre transformaciones pero hay que cuidar que no se pierda la esencia”, explicó la bailarina.

Esos cambios han llegado justamente con el tiempo. Torijano reconoce que el espectáculo Permiso viene el swing, que estrenaron en el 2012, ha cambiado muchísimo, no solo en la música sino también en el baile; tanto que las canciones con las que se estrenó el montaje ya no se utilizan.

Sobre Priscilla está “llena de iniciativa y despabilada”, cuenta la cabeza del grupo. “Es la que está hombro a hombro conmigo; es como una hija. Ella idea vestuarios, ayuda en las coreografías; siempre está atenta”, afirmó Ligia.

Hay otro personaje importante en esta ecuación y es William Jiménez, quien se ha encargado del respaldo teórico e histórico del baile. De acuerdo con la bailarina, este joven estudia a fondo y se prepara con cursos de gestión e investigación cultural para recopilar información en documentos que sirvan para educar y promocionar el swing criollo.

“William está muy bien encaminado; lo oigo hablar de proyectos muy lindos. Incluso, ahora estamos con uno que se llama Embajadores del swing porque, desde hace unos años para acá, busco que haya un día del swing”, agregó Ligia.

Responsabilidad y honor

Ligia ha sido como una mamá para mí; es una persona maravillosa, un ser humano transparente y noble. Le agradezco que haya confiado en mí desde el principio aunque era bailarina no tenía conocimientos del swing”, afirmó Priscilla Orozco, madre de dos hijos y vecina de Alajuelita.

Esta mujer de 36 años comenzó a bailar desde muy joven. A eso de los 13 años ya era parte de agrupaciones de folclor y coreográficas; el swing llegó a su vida de manera casual y la enamoró por completo.

“En esos grupos de baile conocí a un amigo de Ligia que me contó que ella estaba buscando bailarinas para su compañía; hice la prueba y me quedé”, recordó Priscilla. Ya bailaba ritmos tropicales, pero el swing y el bolero criollos los dominó bajo la guía de Torijano.

“Estos (el swing y el bolero criollo) son especiales: tienen una cualidad de movimiento totalmente diferente a los demás. El swing es alegre, divertido, pero me costó un montón aprenderlo porque el peso va hacia abajo; fue un proceso de por lo menos cuatro años para agarrarle el toque al swing; fue muy duro y Ligia me tuvo mucha paciencia”, agregó la artista.

Para esta anfitriona de restaurante, su aporte en el desarrollo y la preservación del género del baile ha sido de la mano de Torijano en la coordinación de espectáculos y creatividad de las coreografías. Su trabajo es más que todo de tipo organizacional, que es su fuerte.

“La compañía más que un espectáculo de fantasía, es muy conservadora en la esencia del swing criollo. De eso se ha encargado Ligia, de que no sea algo muy impresionante, sino que sea apegado a la realidad y a la conservación del ritmo. En mi caso, soy muy organizada; es por esto que Luis (García) y yo nos complementamos, ya que él es más de direcciones y liderazgo”, agregó la bailarina.

Mantener y preservar el género es un trabajo constante que necesita de mucho esfuerzo, insiste Priscilla. “No pienso en si Ligia va a faltar en algún momento, no quisiera que eso pase, pero si no estuviera y en mis hombros recae esta labor, la haré con la responsabilidad que me da el peso de la lealtad que tengo hacia ella”.

Torijano también es responsable de que Luis García quedara cautivado por el swing criollo. Él amaba el baile desde joven, pero no le interesaba ir a salones, él optó por lo formal y así fue como llegó a una de las clases que la experta en swing ofreció en el Taller Nacional de Danza.

“Es algo extraño, cuando empecé a ver el swing no me llamaba la atención, no me gustaba. Entré a clases y me di cuenta de lo delicioso que es el baile tropical; cuando conocí el swing le comencé a tomar el gusto por la técnica que tiene tan natural. En este género no hay que pensarlo tanto para mover el cuerpo, este baile es tan orgánico que consiste en dejar al cuerpo llevarse al ritmo y al tiempo de la música. Sin yo conocerlo tanto lo agarré tan fácil, eso me llamó la atención; me envolvió”, explicó García.

Para él, el legado de Torijano en la cultura costarricense debe de seguir prevaleciendo y se logrará mantener con esmero. El bailarín afirma que el equipo de trabajo ha logrado una perfecta coordinación: cada uno tiene su responsabilidad y peso dentro de la toma de decisiones de la Cuna del Swing.

“A la gente le encanta estar en los salones de baile, pero hay veces que no se entiende que cuando suena una cumbia hay algo muy importante para Costa Rica como lo es el swing criollo; esa es la parte donde entro yo y quiero que la semilla que Ligia sembró en mí poder transmitirla a los amantes del baile. Hay un conocimiento que compartir, cultura que enseñarle al público para que sepa que no solo es bailar”, aseveró este profesor de baile.

Luis espera que, si en algún momento Torijano desea retirarse a descansar, que en él se encuentre esa figura de promotor que su maestra ha creado en él.

Torijano habla justamente de esa fidelidad de Priscilla y Luis con mucho orgullo. Estos jóvenes han estado con ella luchando, hombro a hombro; por esta razón, ellos podrían continuar esparciendo la semilla. Sus pupilos han estudiado, han hecho trabajo de campo, entrevistas e investigaciones; eso es lo que ayuda a Torijano a mantener al swing criollo en movimiento. Es un legado vivo.

“La compañía no es una academia. Sin embargo, la última generación de bailarines que tengo son más de salsa y bachata; son chiquillos muy buenos, formales y disciplinados. Lo que hemos hecho es trabajar en enseñarles con mayor colaboración de Priscilla y Luis; ellos van aprendiendo los montajes, los cuidados con los giros, los detalles pequeños y en la apropiación del baile”, agregó la directora de la compañía.

Mucho por hacer

Cuando la Cuna del Swing comenzó con tres parejas fue un sueño conquistado para Ligia; ahora, 25 años, después cuenta con un grupo de 20 niños, 8 adolescentes y 20 adultos. “Esto comenzó no para meterme en la historia, sino por el baile propiamente. Es una pasión que no se ve como negocio. Aquí la bendición es que al swing se le limpió la cara y parte de mi trabajo fue precisamente abrir camino para lograrlo”, agregó Ligia, quien en el 2011 recibió el Premio Nacional de Cultura Tradicional.

Entre las luchas que todavía debe de librar Ligia y su equipo está el llevar el swing criollo y el bolero a más rincones del país sin lidiar con tantos obstáculos económicos y logísticos. Otro de los deseos es buscar que el swing criollo tenga su propia música para convertirse, ya que quisieran que el swing se convierta en un producto cultural y turístico como el tango ha sido para Argentina.