Lorena Villalobos: Fragilidad y fuerza en su arte

El suyo es una obra en incesante evolución, que explora y profundiza decididamente los caminos que él mismo va abriendo

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Las obras de Lorena Villalobos no son, en rigor, ni abstractas ni figurativas. Podría decirse que son evocativas, en la medida en que se apoyan en la realidad visible para construir imágenes intensas y complejas, enriquecidas por el pensamiento y la imaginación de la artista.

Parten de una especie de deslumbramiento, de perplejidad ante lo natural. Se trata de una percepción que no se detiene en las formas, sino que va más allá, para encontrar las energías que las mueven y que hacen vibrar la sensibilidad de la pintora. Así, sus creaciones condensan sensaciones y emociones que hallan eco en nuestra propia interioridad.

Le interesa en particular el carácter cambiante, inestable y frágil de lo real. No es extraño, por eso, que recurra con frecuencia a escenas en las que el agua es protagonista. Espejeante y fugaz, obedeciendo al orden misterioso de sus propias leyes, bordeando a veces el caos, el agua es así un reflejo del tiempo y de la vida.

Superponiendo estratos, capas y fragmentos de lo visible en el papel o el lienzo, con un lenguaje audaz, pero coherente, de formas y colores (con raíces en Cézanne, Kandinsky y el action painting), Lorena Villalobos nos presenta al mismo tiempo, paradójicamente, la precariedad y la fuerza de la naturaleza.

El suyo es un arte en incesante evolución, que explora y profundiza decididamente los caminos que él mismo va abriendo. Sus obras recientes están atravesadas por una energía tempestuosa, estremecida y estremecedora, imprevisible como un huracán. Allí reside su extraña belleza. Se encuentran, sin duda, entre lo más significativo que se ha producido en nuestra parte del mundo en los últimos tiempos.

La exposición estará hasta el 15 de mayo en Studio Hotel, Santa Ana.