¿Cómo propiciar convergencias entre ciencias y humanidades en las culturas actuales?

Más que nunca resulta crucial que las universidades refuercen su formación humanística.

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Subyace en el presente texto el deseo de comunicar lo que somos y hacemos en materia educativa, en términos muy amplios, se espera evidenciar trazos de pensamiento crítico y pluralista, aunque esta reflexión no es un producto terminado, es un ejercicio de aprendizaje que pretende alejarse del pensamiento dogmático que ha influido durante siglos en la desvinculación entre el saber científico y el humanístico.

En virtud de lo anterior, todo aprendizaje significativo evoca relaciones de reciprocidad, en este proceso la mediación pedagógica integradora de saberes es una clave hermenéutica que posibilita fusionar las realidades cognitivas: por tal razón, el uso adecuado de los diversos tipos de lenguajes (verbal, escrito, corporal, entre otros) es de suma importancia. Sin duda, la palabra en todas sus manifestaciones sigue teniendo un valor perenne en el desarrollo de la academia y al servicio de la vida en todas sus dimensiones.

El genio creativo, el pensamiento crítico, la agudeza investigativa, la resiliencia, la inteligencia emocional, los razonamientos matemáticos, entre tantas características que humanizan a los individuos y sus relaciones sociales, no son prácticas emanadas exclusivamente de los laboratorios, es decir, de los conocimientos empíricos: estos y todos los interconocimientos también son el resultado de complejos procesos biológicos, psíquicos, sociales, económicos, políticos, entre otros.

De modo alegórico, se puede afirmar que humanismo y ciencia son las dos alas que necesita un ser humano para elevarse sobre sí mismo, no con una elevación exclusivamente empírica, sino espiritual y afectiva. En sintonía con Paulo Freire, todos somos educadores y educandos, de tal modo que el aprendizaje es un continuum vital. La posibilidad de ser especialista en alguna área del saber no debe significar renunciar al conocimiento del contexto. Una de las metas irrenunciables de todo acto educativo, además de la profesionalización, es la formación ciudadana.

Las ciencias aplicadas han sido fuente de vida y desarrollo para el ser humano, porque representan una ruta para comprender el entorno vital y la propia existencia, esto cuando la ciencia está al servicio de la humanidad. En términos homólogos se puede hablar del saber humanístico como medio eficiente y eficaz para humanizar a las personas, sin embargo, cuando se invierte el orden y el ser humano es asumido como un simple medio y no como un sujeto con dignidad, un fin en sí mismo, el resultado no tarda en manifestarse como fundamentalismo en sus más variadas tendencias: por eso los dogmatismos son un riesgo común para el humanismo y la ciencia.

En Costa Rica existe un importante recorrido histórico que da fe de buenas decisiones tomadas en el pasado en materia educativa, estas trascendieron los muros de las instituciones y permearon a toda la sociedad (alfabetización, comedores escolares, becas de estudio, excelentes universidades públicas, entre otras), sin embargo, en clave actual y perspectiva de futuro las tareas pendientes son monumentales.

Es oportuno democratizar espacios de aprendizaje para las diversas generaciones que habitan en el país y colaborar en la construcción de conocimientos complementarios y plurales, enfatizando la condición de ciudadanos planetarios. Ante el mencionado desafío aún parece predominar una cultura dualista que presenta a las ciencias y las humanidades como antónimos. Por tanto, en la medida en que lo recién expuesto domine en los entornos educativos se dificultará concretar una educación integral: quizá este es un momento estratégico para fortalecer las Humanidades en la educación superior y desde ese punto focal permear otros espacios claves. Hemos de aceptar el desafío despertar genuino interés en construir puentes temáticos para articular los saberes.

Por consiguiente, en la pluralidad de ejemplos existentes ubicados en el contexto adecuado, se puede argumentar que el estudio de la Nanotecnología es tan importante como disfrutar de la fortaleza presente en la poesía de Jorge Debravo, estudiar una célula es tan pertinente como deleitarse con la buena música, sin duda, esta es la reciprocidad de los sentidos y valor de los diversos conocimientos por los que se apuesta en estas líneas reflexivas; dichos argumentos en un escenario como el actual donde existe el deseo de contar con una vacuna para contrarrestar la covid-19, demuestran que sin estética, resiliencia, ética, justicia distributiva, reactivación económica, entre otros, ningún fármaco será suficiente para resolver las crisis que nos aquejan.

Resulta evidente que humanidades sin ciencias o viceversa, equivalen a intentar volar con una sola ala, en este caso, la propuesta de la tercera cultura (esa vinculación entre conocimientos) en la praxis tiene mucho de estar entre nosotros como un ideal académico, no obstante, la tarea pendiente es la máxima aplicación práctica de dicho cometido.

Con mucha razón, se pregona desde hace varias décadas que se ha formado una base cognitiva inédita, o sea, las anteriores generaciones nunca tuvieron a su alcance tanta información como sucede en el presente, sin embargo, en toda su crudeza, lejos de retóricas innecesarias, sigue siendo un desafío permanente construir, divulgar y aplicar el conocimiento en pos de la calidad de vida.

No está de más unir esfuerzos entre todos los sectores que permita realmente comprender a la educación como un derecho humano y así encaminar al país hacia a una ciencia con visión humanística y un humanismo con visión científica, esta noble misión bien ejecutada es una ruta clave para propiciar cambios paradigmáticos, que ayuden a superar la brecha entre estudiar y generar desarrollo humano integral.

Tal y como decía Ortega y Gasset: “Mientras el tigre no puede dejar de ser tigre, no puede ‘destigrarse’, el hombre vive en riesgo permanente de deshumanizarse”. En el clima reflexivo de este pensamiento, es valioso continuar con esta conversación y atender a esta interrogante: ¿cómo propiciar convergencias entre ciencias y humanidades en las culturas actuales?