A 15 años de su estreno, ‘La Pasión de Cristo’ sigue evangelizando desde la crudeza

Su rotundo éxito en taquilla, polémica recepción crítica y consolidación como herramienta de evangelización mantienen a la película de Mel Gibson como un hito irrepetible de la cultura popular

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“Solo recuerdo que fue demasiado intenso. Mucha sangre, mucha mutilación, y un poco de miedo”.

“A mí me hicieron verla en una catequesis. Demasiada sangre. Lloré”.

“Me acuerdo que para mis papás era como ver sagrada escritura. O sea, era una experiencia necesaria para entender lo que le pasó a Jesús. Sin filtros”.

Los testimonios citados vienen desde distintas voces, pero al unirse construyen una vivencia colectiva con la que cientos de miles pueden identificarse: el haber sido expuesto a La Pasión de Cristo (2004), de Mel Gibson.

No importaba la edad ni el momento en el desarrollo del conocimiento; tampoco la formación que se tuviera. Para la Semana Santa del 2004, haber visto el largometraje era algo imperativo. Un evento de interés que trascendía el monopolio sobre la conversación y se posicionaba como un acto de fe.

Décadas después del auge en la producción de adaptaciones épicas de la Biblia como Los diez mandamientos (1956), Ben-Hur (1959) y Rey de reyes (1961), la cinta de Gibson volvía a llevar el evangelio de manera masiva a las salas del mundo. A diferencia de aquellos hitos del espectáculo, esta nueva representación de las Escrituras era notablemente más severa.

Su Jesús (interpretado por Jim Caviezel) no era el héroe afable, galante y de corte limpio que el cine solía presentar. Este era pobre y desaliñado. Una figura trágica cuyo rostro amontonaba mugre y se desfiguraba más y más con cada tortura que recibía. Un hombre cuya representación se centraba exclusivamente en su martirio y capacidad para afrontar el dolor.

En esta línea, el título de la película no solo aludía a “la pasión” como evento bíblico, sino que la comprendía desde su visión más primaria; la palabra pasión nace del verbo en latín “patior”, que significa sufrir. Para el controversial director australiano, ahí se encontraba la esencia de lo que quería mostrar.

En una entrevista al ABC estadounidense previo al estreno, Gibson mencionaba que su interés yacía en “la parte más intensa de los evangelios. El punto central de lo que los cristianos creemos. Jesús fue lastimado por nuestras transgresiones y de sus heridas todos fuimos sanados. Ese es el punto de la película”.

Desde su visión, la potencia de esta historia no había sido aprovechada aún. “El horror absoluto de lo que Jesús sufrió para nuestra redención no era algo que dimensionaba (...) Quería que esta versión fuera chocante. Quería que fuera extrema y que empujara al espectador hacia el borde para que pudiera ver la enormidad de ese sacrificio”, agregaba.

Al combinar lo descrito en los evangelios de la manera más literal con elementos del libro La dolorosa pasión de Nuestro Señor Jesucristo (1833), de la mística alemana Ana Catalina Emmerich, su deseo se hizo realidad. Durante las más de dos horas de metraje, el dolor de Jesús era exaltado por medio de cada una de las herramientas que brinda el lenguaje audiovisual. Planos detalle de vísceras desgarradas, aullidos de angustia perforadora y ángulos configurados a partir de los rastros de sangre del Mesías eran solo parte del repertorio de La Pasión de Cristo.

Este énfasis tan marcado en la violencia de las vivencias de Jesús de inmediato generó controversia debido a un marcado y hostil rechazo por parte de la crítica especializada. En vez de limitar el interés, el filme creció con tales recepciones negativas. La bandera que ondeaba era la de la “crudeza” y “la fidelidad”, y esto se tradujo en más de $600 millones en recaudación global (a la fecha, la mayor jamás lograda por un filme sobre la fe y por una obra con restricción de edad en general).

Luis Carcheri, presidente de la Cámara de Distribuidores y Exhibidores Cinematográficos (CADEC) del país, identifica en la polémica uno de los puntos clave que, pese a su calificación de “para mayores de 15 años”, lograron cautivar al público.

“Fue muy bien manejada en lo mediático. Se advirtió que esta película procuraba reflejar el realismo de lo que pudo ser la crucifixión más allá de cómo se maquillaba en las anteriores versiones. Creo que al público eso le llamó la atención”, explicó.

Aun cuando toma elementos del horror y exalta las sensaciones en la tradición del cine de explotación (género que basa su atractivo en los temas socialmente escandalosos), la rigurosa brutalidad que Mel Gibson favorece es validada por existir en el contexto religioso.

“La película tuvo un éxito muy grande a nivel de aceptación de las iglesias. Muchas congregaciones evangélicas en Estados Unidos le dieron su aprobación. Incluso, en Costa Rica hubo iglesias que transmitían la película para su evangelización”, asegura Jorge Alberto Rojas, teólogo y sociólogo de la investigación de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión de la Universidad Nacional de Costa Rica.

Para el especialista en temas religiosos, esto se debe a que la película “le está hablando a concepciones aceptadas por el público cristiano”.

“Tenemos una visión teológica de que Dios es fuerte y poderoso, pero precisamente la crucifixión propone que en el rostro de los que sufren está Dios. Identificarse con el sufrimiento de la gente es identificarse con la causa de Dios (...) Uno lo ve en la nota de sucesos. La gente se identifica con cierto tipo de experiencias dolorosas. Algo parecido sucede con la película”, detalló.

Mediante esta idea, La Pasión de Cristo se escuda en no ser diseñada para el entretenimiento. Es una estricta tesis sobre la misericordia que se explora desde los sentires palpables que solo puede evocar el audiovisual. Un tipo de terapia de choque espiritual que, mediante la crudeza, propone la inmersión absoluta en el dolor de Cristo para contextualizar así su sacrificio.

Estas cualidades han consolidado a la cinta como una potente herramienta de reafirmación de principios para la fe cristiana. Se añade a una tradición que, desde los años 50, ve a las distintas iglesias exhibir películas (en aquel entonces filmadas por ellos mismos y sin fines comerciales) para utilizar en procesos de evangelización en comunidades. En el caso de la obra de Gibson, su desmesura hace conflictivo un uso despreocupado.

“Niños y niñas que no tengan la posibilidad de abstraer lo que se está viendo pueden quedar marcados por actos tan violentos. Podría quedarles una visión errada de que es la violencia la que lleva a la salvación”, opina Rojas.

De los testimonios recopilados de aquellos quienes fueron expuestos a la película en temprana edad, la recurrencia de expresiones como “quedé marcado por la escena de los latigazos” y “más que una experiencia religiosa, la recuerdo como cine gore” fue notable.

Para Luis Carcheri, esto habla de cierta incongruencia que hubo entonces en torno a la censura en el país. “Todo nuestro ordenamiento jurídico también lleva implícito en sus decisiones nuestra idiosincrasia y nuestra cultura religiosa. Si no hubiera sido una película de corte religioso, sin duda habría sido para mayores de 18 años”, comentó.

En este caso, el fervor de la creencia es el eje medidor que termina por recontextualizar la violencia como un medio necesario para retratar lo sacro (Dios) en la experiencia humana. La subversión de La Pasión de Cristo yace entonces en su afán por llevar esta idea hasta su límite natural.

A pesar de la discusión alrededor de sus métodos para representar, el impacto del recuento bíblico de Mel Gibson como referente cultural es inapelable. A tan solo 15 años de su estreno es parte esencial del canon de cine religioso y su manera visceral de apelar a la fe perdurará en la memoria por los siglos de los siglos.

¿Cuándo se verá?

Teletica transmitirá el largometraje este Viernes Santo por canal 7, a las 10:30 p. m.