Zapping: Reunión de padres de familia

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En una mesa, el percolador, los vasos desechables, quizá galletas. En medio del salón, el videoproyector, al frente el powerpoint . Saludos de manos con un montón de gente que conocemos de pasada, a la carrera, que difícilmente logramos identificar en un contexto distinto a este. Es noche de reunión de padres de familia.

¿Qué sabemos de las madres y padres de los compañeros de escuela de nuestros hijos? Poco, por no decir que nada. Yo, que tengo memoria de teflón, duro prácticamente todo el año lectivo aprendiéndome los nombres de los chiquitos del aula, así que memorizar los de sus padres está más allá de mis capacidades. Para todos los efectos, es más fácil hablar de “la mamá de Fulanita”, o “el papá de Menganito”.

De las relaciones que se generen entre los niños dependerán los términos de la interacción que sostendrán sus padres. El chiquito bueno, que le cae bien a todos, es la mejor carta de presentación para sus progenitores. En cambio, si un niño molesta a otros, sus papás entran perdiendo: se les señala, se les achaca la mala conducta del hijo..., se les anda de larguito.

De lo que sucede en las casas de los otros padres sabemos poco, y usualmente son nuestros hijos la fuente primaria de información. Y no vamos a negar que todos hemos conjeturado aquellas historias, imaginado (con o sin fundamento) las dinámicas ajenas.

Por todo lo anterior es que me sentí especialmente tocado por Big Little Lies, serie cuya primera temporada terminó de emitirse en HBO, la semana pasada. Es la mejor que he visto en lo que va del año y, sin duda, su contexto escolar tuvo mucho que ver.

La historia en apariencia es sencilla: cinco madres cuyos hijos son compañeros en primer grado empiezan a sostener encuentros y desencuentros, a partir de las relaciones que se establecen entre los niños.

Cuando una de las pequeñas acusa al compañerito nuevo de agredirla, sus madres saltan como fieras, todas en defensa instintiva de sus hijos. Maestras, el director y otros padres de familia, algunos apáticos y otros intrigantes, intervienen en la disputa. Lo que empezó como un pleito infantil terminó por dividir a una comunidad (con mucha hipocresía de por medio, vale apuntar).

Conforme avanzan los capítulos, Big Little Lies nos muestra esa parte oculta, la que no se puede inferir en las reuniones de padres: el matrimonio perfecto que se resquebraja a punta de violencia e inseguridades; la madre soltera que enterró un pasado traumático; la mamá que participa de todos los comités y asambleas con la mejor sonrisa, pero que tiene a su familia al borde del colapso emocional; la joven que lucha contra la intensidad del odio entre su marido y la exesposa, y la profesional exitosa que es consumida por la culpa de no verse a la altura de otras madres.

Con un elenco excepcional –Nicole Kidman, Zoe Kravitz, Laura Dern, Shailene Woodley y Reese Witherspoon–, Big Little Lies es una serie imperdible. No está basada en hechos reales... no le hace falta.

En una mesa, el percolador, los vasos desechables, quizá galletas. En medio del salón, el videoproyector, al frente el powerpoint . Saludos de manos con un montón de gente que conocemos de pasada, a la carrera, y que difícilmente logramos identificar en un contexto distinto a este. Es noche de reunión de padres de familia.

*Esta es una columna de opinión de la revista Teleguía, de La Nación, y como tal sus contenidos no representan necesariamente la línea editorial del periódico.