Zapping: Lentos placeres

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No nos cansamos de hablar de cuánto han cambiado nuestros hábitos de consumo de la televisión gracias a Internet y, sobre todo, gracias a la conquista universal que lleva a cabo Netflix.

No nos cansamos de subrayar lo maravilloso que es no tener que esperar una semana entera para que se publique el siguiente capítulo de la serie que estamos siguiendo. Nos desesperamos por la ansiedad de esperar a que llegue el domingo para poder ver el siguiente Game of Thrones . Pedimos vacaciones el día en que se estrena House of Cards para poder tragarnos la serie entera en 24 horas.

Esta, hemos dicho, es la nueva era del consumo televisio. Esta, hemos festejado, es la nueva forma en que disfrutamos de las historias.

Esta semana, mi jefe me dijo que había encontrado un extraño placer viendo Breaking Bad a paso lento, apenas un par de capítulos por semana.

Le dije que cómo lo lograba. Que yo había visto las primeras cuatro temporadas en cuestión de un par de semanas, y que la espera para disfrutar de la quinta y última fue angustiante, tortuosa.

Me respondió que el ritmo pausado le permitía disfrutar más de cada capítulo como una obra individual y no como una mera ficha de algo mayor.

Su argumento me resonó en la cabeza y me recordó al movimiento lento, una corriente cultural que promueve calmar las actividades humanas, sobre todo contraponiendo hábitos alimenticios saludables y lentos contra las cadenas de comida rápida.

La metáfora, pienso yo, tiene sentido. Como lo ha descubierto mi jefe en las últimas semanas, Breaking Bad es un platillo gourmet y merece ser degustada con paciencia, escena a escena, diálogo a diálogo, dando tiempo a que cada minuto de la actuación de Bryan Cranston y Aaron Paul sea digerido y deje su huella en la memoria.

El acceso cada vez más sencillo a más herramientas que permiten acceder a series completas a un botón de distancia ha coincidido con el auge de una era dorada para la televisión. Las historias son ahora mejores, y cada vez tenemos más formas de acceder a ellas.

Pero la sobreoferta y la inmediatez deben manejarse con cuidado. Me apena pensar que en mi cabeza no existen capítulos de Orange is the New Black , sino una sola masa apenas separada por temporadas. Me asusta la posibilidad de, en el futuro, no poder recordar las mejores escenas de BoJack Horseman . Hace solo un mes que vi la primera temporada de Bloodline y, ahora, mientras consumo la segunda –recién estrenada– tengo problemas para conectar los hilos de la historia.

Todas ellas son grandes series, ejemplos del gran momento que vive la televisión; todas, además, producidas por Netflix, uno de los líderes contribuyentes a esta era dorada.

Todas, también, son ejemplos de que las mejores cosas merecen ser saboreadas con paciencia, con delicadeza, con sapiencia. Esta vida nuestra es un gran momento para ver televisión. No nos atragantemos.