Zapping: ‘Ingobernable’ está basada en hechos reales

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Comencé a ver Ingobernable , el nuevo drama mexicano de Netflix, con mucha prudencia. Ya había visto el tráiler de la serie y me había parecido interesante: era llamativa la premisa de una primera dama fugitiva, acusada de asesinar a su esposo, presidente mexicano.

Al mismo tiempo, sin embargo, corría el riesgo de resultar ser un timo: un melodrama con poco sustento, ajeno a la realidad dramática de un país en llamas como México, más enfocado en una relación fracasada –imposible que un matrimonio sea exitoso cuando a una de las partes se le acusa de asesinar a la otra– que en el contexto de un magnicidio.

Además, estaba Kate. Mi relación –imaginaria, platónica– con Kate del Castillo es extraña y de extremos: nos amamos, nos odiamos, nunca nada en el medio. La mujer que fascinó al Chapo Guzmán también lo hizo, desde hace tiempo, conmigo: amor, odio, nunca nada en el medio.

Ella fue, sin duda, el imán más fuerte del tráiler de Ingobernable . Una vez que puse play al primer capítulo, Kate mantuvo el encanto: durante las primeras dos horas de la serie –o más bien hora y media: cada capítulo dura unos 40 minutos–, nada es más importante que Emilia Urquiza, la primera dama fugitiva, buscada por las fuerzas armadas mexicanas y sospechosa de acabar con la vida del mandatario, su esposo.

Sin embargo, las pistas de que la historia ocultaba un trasfondo mucho más importante, oscuro y, sobre todo, valiente, ya estaban a la vista en esos primeros capítulos.

“Fue el Estado”. “Vivos los queremos”. “Nos faltan 39”. Sustituyendo ese número por un 43, todas las denuncias anteriores han empapelado, desde hace un par de años, a la Ciudad de México. Antes de estas, hubo otras y, tristemente, pronto habrá nuevas: la denuncia de las clases más bajas sobre los abusos que comete en su contra la autoridad son constantes, un estandarte de la capital mexicana, aunque parezcan caer en oídos sordos.

Son, también, el poderoso hilo narrativo en torno al cual se construye Ingobernable . Su musicalización es fenomenal, su fotografía es fantástica, sus actuaciones tienden a ser buenas –las femeninas; los hombres son bastante flojos casi todos–; pero, sobre todo, es un derroche narrativo, una serie de guionistas en la que la posibilidad de resolver de la forma más fácil siempre está a la mano, pero siempre se deja pasar para profundizar más en el universo de estos personajes, basado en el sufrimiento real de un país atormentado por sus líderes. Lo decía una simpática canción: “Fuimos potencia mundial; somos pobres, nos manejan mal”.

Ingobernable , por momentos, corre el riesgo de parecer una telenovela noventera. Además, en una era dorada para las canciones e introducciones de series, la producción mexicana escogió la peor canción y la peor introducción posibles.

Nada de eso resta, sin embargo, a la importancia de un guion que denuncia, ante una audiencia de 93 millones de suscriptores a Netflix, los cánceres que enferman a México.

Claro, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. ¿Verdad?

*Esta es una columna de opinión de la revista Teleguía, de La Nación, y como tal sus contenidos no representan necesariamente la línea editorial del periódico.