Zapping: Entrevista a un ratero sin dientes

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“¿Suele asaltar por aquí, por el Calderón Guardia?”, le preguntó la periodista al ratero. El hampón guardó silencio.

La entrevista no se daba en las mejores condiciones para ninguno de sus dos partícipes: la reportera de cuclillas, en la acera, y el hampón acostado, boca abajo, y con las manos esposadas en la espalda. Ella le acercaba el micrófono buscando una respuesta, aunque fuera mínima, a aquella lacra que había cometido la torpeza de asaltar a una embarazada, a plena luz, en un bulevar de San José lleno de gente.

– “¿Usted asaltó a la muchacha? Todo el mundo se le vino encima...”

– (Silencio)

– “¿Por qué no habla ahora?”

– (Silencio)

– “Sí asalta pero no habla...”

El ratero en realidad sí había hablado, minutos antes, cuando clamaba a la turba que lo convirtió en piñata humana. Lento en su escape, el caco no pudo correr más de una cuadra cuando fue cazado por un guarda de seguridad, un motociclista y un skater , con el camarógrafo y la periodista majándole los talones. Acorralado, el maleante primero se comió la patineta y de seguido fue recetado con una lluvia de patadas y puñetazos. Ahí sí habló, aunque de nada le sirvió al pobre infeliz. Y todo quedó en video.

El incidente sucedió el miércoles 9 de abril y se dio a conocer luego de que el noticiario NC Once lo transmitiera en televisión y luego lo alojara en Youtube. Ahí, en menos de cinco días ya pasaba las 75.000 reproducciones.

Yo me enteré un día después, cuando un par de colegas comentaban la pasión justiciera con la que algunos de sus contactos habían compartido el video en Facebook. Sin embargo, fue hasta el viernes que el video –que al parecer fue lento en viralizarse– apareció en mis redes sociales... en repetidas ocasiones.

“¡Qué rico!”; y “tome, por hijueputa” fueron la tónica de la mayoría de los comentarios, y no podía ser de otra manera: el instinto natural nos hace aplaudir al ver ciudadanos tomando la justicia en sus manos para desquitarse, en un ladrón de poca monta, no solo por el asalto cobarde a una embarazada, sino también por la enorme frustración de un entorno social en que la vida no vale más que un celular o una bicicleta.

Yo a lo que le seguí dando vueltas, por días, fue a la “entrevista”. Inyectada de adrenalina y acuerpada por la cuadrilla de linchamiento, la reportera interpeló a un tipo que decidió no contestarle, quizá porque cualquier cosa que dijera podría ser usada en su contra o porque el enjuague de dientes con sangre no le permitía articular una excusa. No lo sabremos.

Yo a la colega la entiendo, vaya que sí. Ningún curso en las escuelas de periodismo nos enseña a lidiar con los sucesos, especialmente cuando estos estallan de golpe en nuestras narices (presumo que el equipo de NC Once se topó la noticia de chiripa y que estaba en el lugar y momento ¿correctos? en asignaciones menos emocionantes).

Se ocupa mucha sangre fría para actuar del modo correcto en una situación “en vivo”: yo no la tengo. Por eso entiendo que la reportera, en medio del frenesí de presenciar un delito y un linchamiento buscara sacarle respuestas al villano, aún cuando este acababa de ser golpeado brutalmente ante sus ojos. El pulso va a todo galope y una asignación de rutina acaba de deparar en una joya. En serio que lo comprendo.

Lo que no entiendo es cómo en el noticiario, ya con los ánimos reposados, ninguno de los encargados vio problema al poner al aire aquella salvajada, a lo mismo que a estas alturas –décadas después– aún no me da la cabeza para comprender por qué en Telenoticias pasaron hace ya varios años el video con el momento en que un no vidente cae a su muerte desde lo alto de una palmera.

Cuando un incidente de violencia es parte de una transmisión en vivo es poco lo que se puede planear o prever. Sin embargo, pasar horas después la “entrevista” al ladrón que se tragó sus dientes a punta de patinetazos y patadas denota una intención, una búsqueda de reacciones del televidente, reacciones que usualmente llevan a un “qué rico” y “tome, por hijueputa”.