Zapping: el abuso, en su justa dimensión

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

La noche del martes 30, último día de un mes traumático para el conservadurismo, el exdiputado evangélico Justo Orozco Álvarez fue arrestado tras una denuncia por supuesto abuso sexual . Al ingresar al Tribunal de Flagrancia, cubierto con un pañuelo morado y blanco –como la bandera que solía ondear en el colegio que fundó–, dijo que se trataba de un “malentendido” y un “montaje”.

En pocos días, conoceremos la sentencia. Si es culpable, Orozco cumplirá su pena, como cualquiera. La suerte está echada. Para cuando sepamos la decisión, memes y bromas sobre el presidente de Renovación Costarricense se habrán gastado,y la risa dará paso a un profundo dolor. Seguiremos esperando el día en que respetemos a las personas que denuncian abusos sexuales.

Uno entre miles, al día siguiente del arresto, en la mañana, el locutor Jair Cruz ofreció un ejemplo desafortunado de la forma en la que leemos el abuso en Costa Rica. En Facebook, Cruz publicó un desorientado mensaje en el cual sugiere que algunas mujeres se aprovechan de leyes que están “de su lado” (seguía allí al cierre de edición). “Estoy seguro que ( sic ) muchos casos como este han ocurrido por limpiar su virginal imagen o por desesperación”, sugiere Cruz, a horas del hecho, sin evidencia a favor ni en contra de la acusación (el abogado de Orozco declaró que ella lo provocó; debe subrayarse que aún desconocemos si es inocente o culpable).

No se trata, por supuesto, del único caso en el que alguien se apresura a emitir un criterio cuestionando a una posible víctima antes de conocer su contexto. De hecho, quien solía hacerlo era Justo Orozco, que elevó el perfil de su partido hablando con virulencia sobre las personas homosexuales. Negaba la realidad de la discriminación y prodigaba insultos solapados en la discusión sobre el tema. Sin escuchar reflexiones ni de sus vidas y derechos, el exdiputado tenía lista su sentencia.

Así, Orozco alimentó la figura farcesca de un villano, catalizador, a su pesar, de algunas de las más multitudinarias manifestaciones en favor de los derechos humanos. El “plumero” de Justo no barrió al añejo conservadurismo, pero sí removió las conciencias de una sociedad demasiado acostumbrada a imaginar que todos somos igualiticos.

---

No lo somos. Somos diferentes. A lo que todos estamos expuestos por igual es a sufrir de abusos. Dichosamente, la prensa tica ha desterrado, en su mayoría, antiguas reacciones automáticas de criticar a la víctima sin escucharla.

No cabe alegrarse por los errores de nadie ni desestimar a la víctima. A ver a los acusados de herejía morir quemados en la plaza del pueblo iba la gente “de bien” y gritaba a coro con los criminales callejeros. A ellos, víctimas, la comprensión les llegó siglos más tarde, pero hoy, injusticias y abusos deben denunciarse a tiempo. Es lo que urge.

En el cierre de su comentario, Jair Cruz escribió: “Hombres, ¡hay que cuidarse!”. Tenía razón –sin querer–, pues sí debemos cuidarnos, pero del machismo, esa enfermedad despreciable que corrompe todo lo que toca: nuestras palabras y nuestros cuerpos.

Recuerde que si conoce una situación de abuso o es víctima, puede denunciarlo llamando al 911 o contactando a las autoridades.