Zapping: Debates y deba-ticos

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Si bien para algunos la presente campaña electoral empezó desde el momento en que Laura Chinchilla saludó por primera vez con la banda presidencial en el pecho, para muchos la verdadera carrera se inició esta semana, cuando se dio por inaugurada la temporada de debates televisivos.

En lo que parece más una afortunada coincidencia que un golpe planificado, el estatal Canal 13 fue el encargado de abrir fuego al transmitir los muy comentados debates organizados por el Tribunal Supremo de Elecciones y que tuvieron la particularidad de incluir a los 13 candidatos que procuran llegar a Zapote.

En términos generales la experiencia para el Sinart debería arrojar un balance positivo, pues la exclusividad sobre aquellos encuentros hizo que mucha gente obligatoriamente sintonizara al menos por esos dos días la señal de la televisora del Estado. No hay que ser un genio en problemas matemáticos para deducir que el 13 gozó en esos días del mejor rating que ha visto en mucho tiempo.

La transmisión ambos días constó de dos componentes: el debate como tal, emitido desde el auditorio del TSE, y luego una hora de análisis en el estudio del canal. Sobre lo primero la producción se pasó de rígida, como aspirando a un espíritu ochentero (imperdonable cómo al cierre del segundo encuentro el abrazo entre los rivales casi no se mostró, pues la cámara se paseaba a sus espaldas).

Sumemos a esto una triste música de ascensor en los cortes (que de comerciales no tuvieron nada) y la pésima selección de Lizeth Castro como comoderadora. Si bien ni ella ni su compañero Allan Trigueros lograron imprimirle mayor ritmo al intercambio de opiniones, en el caso de Castro su perfil poco encajaba en un formato que se presumía intenso y argumentativo. Siempre que la escuché sentí que aquello era el regreso de El sueño de Navidad o de Así es la vida y que en cualquier momento veríamos primeros planos de lágrimas o al representante de un almacén de electrodomésticos ingresar para regalar una lavadora.

Donde creo que el Sinart sí logró lucirse fue en el programa de análisis, gracias a un panel muy competente y ameno, compuesto por los especialistas Randall Blanco, Gina Sibaja y Graciela Mora (de lujo los tres).

La conducción corrió por cuenta del periodista símbolo del 13, José Mario Guzmán, quien cumple en la administración del tiempo y la palabra, aunque con aportes limitados en comparación con sus contertulios.

Nota aparte merece la periodista encargada de mostrar el pulso en redes sociales, Diana Vásquez. Sus intervenciones nunca tuvieron peso, se limitó a leer lo que ya se mostraba en la pantalla y lució poco conectada con la vorágine de mensajes que desató la transmisión: en vez de hacernos sentir dentro de Facebook y Twitter, más bien nos transportó a Hi-5 y MySpace.

Pero, con todo y todo, el 13 anotó esas noches. Lástima que sus productores, en vez de aprovechar el furor de la gente en redes y retransmitir de inmediato los debates, nos recetaron de seguido un programa de Toyota sobre vida silvestre. El perillazo fue inevitable.