Zapping: De San Keylor Navas, de San Andrey Amador...

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

En mis pensamientos diarios, Keylor Navas no suele tener mayor importancia. Ni tampoco Andrey Amador. Y por decirlo en voz alta sé que estoy perdiendo puntos en cívica, que paso por mal tico.

¿Me caen mal Keylor o Andrey? Para nada. Ambos son tremendos deportistas y seres humanos sencillos, sin payasadas ni ínfulas. Celebro sus éxitos y los aplaudo, y les deseo más y mejores oportunidades de lucirse en sus disciplinas y de compartir esa dicha con tantas personas como les sea posible.

El problema lo tengo con la aparente obligación que tenemos, como costarricenses, de ser militantes en sus clubes de fanáticos.

Para orgullo de Costa Rica: ¡Andrey Amador es tercero en la general del Giro de Italia! Así titulamos una nota en La Nación días atrás. Incluir tal carga emocional en los titulares es una práctica es cada vez más común en muchos medios de comunicación, especialmente cuando procuramos clics.

Revestimos a nuestras informaciones de rasgos emotivos, propios de las redes sociales casi de un modo inconsciente. Si el público es puro corazón, pues con mayor razón el reportero, ¿no?

Pues no. Andrey se vale por él solo, sin necesidad de que le inyectemos esteroides de patriotismo a las informaciones que dan cuenta de su trabajo. Igual Keyor: sus aplaudidas actuaciones ya son suficiente y buena materia prima para el periodismo, por lo que es absurda la necedad de preguntarle por él a cualquier otro ser humano que se ponga por delante de un micrófono (“Buenas, estamos con el ministro de Transportes. ¿Verdad que Keylor es mejor que De Gea?”).

Que un compatriota esté allí, al lado de los mejores futbolistas o ciclistas del mundo, codo a codo, es algo que aún no sabemos procesar en su justa dimensión. Y lo que menos necesitan Keylor o Andrey es que las salas de redacción se tornen en sus fanclubs .

Somos los únicos en todo el mundo que conocemos a Keylor desde que era banca de Porritas. Somos los únicos en el mundo que sabemos que a Andrey le hicieron un bajonazo de su bici y lo dejaron tirado en un cafetal. Somos los únicos en el mundo que los vimos crecer, que conocemos a sus mamás, que los entendemos en su contexto. Si sabemos todo eso, entonces, ¿por qué nos apantallamos tanto?

Recuerdo que años atrás a La Nación llamaban con frecuencia periodistas chilenos, desesperados por cualquier rumor sobre la relación sentimental del tenista Marcelo Chino Ríos con una muchacha costarricense. Me asusta que nos acerquemos a eso, a que nos importe más la marca de calzoncillos que las personas que los usan.