ZAPPING: Carta a ‘Game of Thrones’

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A Game of Thrones le pido que se termine. Con esta serie nunca tengo las de ganar: la vea o no la vea, me carcome, por dentro y fuera, la ansiedad.

En la quinta temporada ni siquiera pude ver el final porque ya Internet me había adelantado el infarto a punta de teorías de conspiración: que se moría Jon Snow, que se resucitaba Jon Snow.

Le pedí a mi mamá que me contara por mensajes de texto cuán fea estuvo la pelea en Castle Black y lo hizo tan bien que, a la fecha, nunca tuve que ver el episodio. En mi corazón, Jon Snow se murió de sueño. Fin.

Nunca duermo tan mal como la noche del domingo que sé que en el trabajo todos me van a juzgar por no tener cable. Ni hablemos de HBO Go: si no hay plata para el cable no hay plata para más streaming en mi vida.

A estas alturas, Game of Thrones es la única razón por la cual he madrugado un lunes. Lo he hecho para poder piratear un episodio, mientras todo el país duerme y la velocidad de descarga corre como Rickon Stark (antes de la flecha, claro está).

No importa si lo veo en la tele o la computadora con todo el brillo de la pantalla, tengo la reconfortante certeza de que el video va a estar demasiado negro para poder diferenciar a Tyrion de Daenerys en una misma escena.

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En serio me cuestiono, ¿es más caro pagar por buena iluminación que por la animación digital de unos dragones?

Además, olvídense de los subtítulos para el episodio pirateado. Esos siempre llegan cuando ya todo el mundo publicó los spoilers de ese capítulo y los tres siguientes.

Hablo inglés pero confieso que al único al que le podía entender con fluidez la jerga medieval era a Hodor y esa ilusión también me la apagaron.

Yo me imagino que así se sienten todas las drogas del mundo en simultáneo, porque esta serie tiene la magia de hacerme sentir increíble y, al mismo tiempo, como una soberana mierda.

Después de que violaron a Sansa Stark, me juré que no la iba a ver y, el año pasado, como buena adicta, terminé yendo todos los domingos a hacerlo, en grupo, en casa de un amigo.

Juntos lloramos y aplaudimos cuando Sansa finalmente le echó los perros de caza a la entrepierna de Ramsay Bolton. ¿En qué clase de sociópata me he convertido?

Desearía que pedirle a George R. R. Martin fuera como pedirle al niñito Dios o a Santa Claus porque, para estas alturas, con tanto fan hincado, ese señor ya se habría sentado a concluir esta tortura en lugar de depender de los inventos violatorios de HBO.

Esta semana, ya informaron que, en lugar de escribir, va a producir dos series de otra cosa.

Les pido que terminen lo que empiezan, carajo. Terminen con Game of Thrones .

A dos temporadas de acabar con esta cruz, eliminen a los white walkers . Maten a Cersei Lannister, denle el Trono de Hierro a Daenerys y cásenla con Jon Snow.

Por amor a los dioses, los viejos y los nuevos.