Cuando era niño, tuve un amigo imaginario. Se llamaba Pantonto. Con él –¿eso?– solía pasar horas encerrado en mi cuarto, conversando de las cosas que pasan por la cabeza de un niño: todas las cosas.
Con Pantonto jugaba a los carros, a los superhéroes y a patear la bola. Pantonto era mi amigo, y nadie hubiera sido capaz de convencerme de que esto no era así.
Me pregunto qué hubiera pasado si Pantonto me hubiera pedido que lastimara a mi mascota, por ejemplo. O a mis compañeros del kínder. A mi mamá.
Como yo, Harper, la pequeña hija de Amanda Weil, tiene un amigo imaginario. Su nombre es Drill.
Harper, de seis años, y Drill juegan juntos, se hacen cada vez más cercanos. Hasta que un día, Amanda encuentra a su hija sentada, solitaria, en una esquina de su casa del árbol, lugar que tiene prohibido sin la compañía de su madre. En el centro de la pequeña casa de madera hay una equis dibujada con tiza.
—La equis marca el punto —dice Harper a su madre—. Se supone que debés pararte encima.
Amanda, confundida, da tímidos pasos sobre las tablas de madera que crujen bajo sus pies, hasta situarse justo sobre la equis. Entonces la madera del piso cede, dejando lugar a un agujero por el que la mujer cae varios metros, hasta el suelo de su patio.
Una investigación se abre en torno al caso, porque la evidencia es contundente: alguien manipuló las tablas de madera para que se quebraran bajo el peso de Amanda Weil. Alguien quería que la mujer se accidentara. Se le considera intento de homicidio.
¿Acaso fue la pequeña Harper quien atentó contra la vida de su madre? Claire Benningan, agente del FBI, deberá averiguarlo. Tras conversar con la niña, Benningan se entera de la existencia de Drill; la niña cuenta que todo fue un juego con su amigo imaginario lo que casi termina de súbito con la vida de su madre.
Cuenta, además, que Drill anda en busca de nuevos amigos.
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El concepto de entidades no visibles con malvadas intenciones que se aprovechan de los niños para salirse con la suya tiene poco de nuevo, es cierto, pero la serie Voces Ocultas , que se estrena hoy en AXN –vio la luz en la cadena norteamericana ABC recién en junio, con el título The Whispers –, no teme contar lo ya contado, atenida a la esperanza de que el suyo es un enfoque novedoso, fresco.
De hecho, la base de su historia es precisamente uno de sus mayores y más sólidos argumentos: la serie parte del cuento Hora cero , del célebre Ray Bradbury, incluido en el libro El hombre ilustrado , publicado primero en 1951.
En Washington D.C., el centro de poder político de Estados Unidos, varios niños han estado hablando sobre un amigo imaginario. Lo que los padres no saben es que este amigo no es tan imaginario como ellos creen.
Cuando el juego deja de ser divertido y se transforma en algo peligroso, la especialista en niños del FBI Claire Bennigan es quien se hace cargo de toda la investigación. ¿Será este un caso de algunos niños que están tomando un mal camino? ¿O se irá convirtiendo en algo mucho más inquietante conforme avance la investigación?
Al otro lado del mundo, en la mitad del desierto del Sahara, Wes Lawrence, del Departamento de Defensa, encuentra un extraño e inquietante fenómeno geológico. ¿Será que estos misterios están conectados? La respuesta los obligará a afrontar su mayor temor. Tal vez el enemigo… ya se encuentra en sus hogares.
A medida que avanza el reloj, esta carrera contra el tiempo se llena de suspenso ya que no solo tienen que salvar a sus familias, tienen que salvar al mundo antes de que sea demasiado tarde.
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La crítica ha sido positiva para la serie –cuya producción está encabezada por Steven Spielberg–, que promedia 61% y 75% de aprobación en los sitios especializados Metacritic y Rotten Tomatoes, en orden respectivo.
El New York Times dice que la serie comunica el horror “de una forma casual, sugestiva. Nosotros, el distraido padre de familia desde cuyo punto de vista se narra la historia, solo nos percatamos poco a poco de que los niños del país han sido engañados para facilitar una invasión de entes desconocidos”.
Por su parte, la revista Variety la calificó como una mezcla de diversos puntos de la filmografía de Spielberg, desde E.T. a Poltergeist –cinta que el cineaste produjo–. “Nada de esto hace que la serie se disfrute menos, aunque con modestia”.
El propio diario neoyorquino advierte que “convertir un cuento de diez páginas en una serie de televisión requiere de una importante cuota de renovación y expansión, y en ese proceso buena parte de la narrativa de Bradbury se pierde”.
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La angustia y el misterio juegan a perseguirse entre sí en Voces ocultas , una serie en la que el verdadero protagonismo recae en aquello que no podemos ver, aquello que espera el momento propicio para revelarse. Como un amigo imaginario.