Shhhhhh, ¡no se lo digan a su madre!

En su quinta temporada , la serie No le digan a mi madre sigue detrás de las historias pocas veces –o nunca– contadas, esta vez desde Centroamérica, Ucrania, Pakistán y la gélida Antártida. Teleguía conversó en exclusiva con su director y presentador, Diego Buñuel.

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¿ Qué tal una hermosa y desolada playa color zafiro en Somalia? ¿O unas impresionantes montañas cubiertas de nieve a 5.000 metros de altura, en el Himalaya pakistaní? Son dos de las muchas maravillas que Diego Buñuel nos muestra en su programa No le digan a mi madre y dos de los aspectos que los medios de comunicación no retratan cuando se refieren a estos conflictivos países.

En su quinta temporada, que arrancó el 2 de agosto y que se transmite cada viernes a las 7 p. m. por NatGeo, Buñuel, nieto del archifamoso director español Luis Buñuel, sigue su búsqueda mundial por historias poco –o nada– contadas sobre países, ciudades y regiones. Esta es una temporada especial para los centroamericanos, pues Buñuel, director y presentador del show , se adentra en tierras del istmo y no deja detalle por fuera cuando se trata de su recorrido por Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua.

Allí, según narró en entrevista exclusiva para Teleguía , si bien encontró mucha pobreza, también se topó con iniciativas de personas que buscan mejorar su entorno. Algunos ejemplos de lo retratado en dicho programa, según el sitio web de NatGeo, incluyen los proyectos de artistas callejeros “anónimos que transmiten un mensaje de paz”, así como de “eco-guerreros” ya sea que porten uniformes militares o que luchen por el medio ambiente “deslizándose por las laderas de los volcanes”.

Si hay algo que nunca falta en No le digan a mi madre son temas originales y un tono ameno en cada transmisión. ¿Y cómo ser ameno en lugares inmersos en conflictos y guerras? Pues, además de la actitud amistosa y abierta de Buñuel (sin dejarse caer en necedades ni irrespetos), el show tiene la cualidad de nutrirse de los deseos inagotables de la humanidad por salir adelante mientras se vale de la risa y de la solidaridad como medicinas fortalecedoras.

La nota de humor, a pesar de cualquier peligro que pueda surgir durante la filmación de la serie, comienza con el nombre del programa. Como el mismo presentador recuerda, todo surgió en sus días como corresponsal de guerra para la televisión pública francesa, puesto que ejerció durante seis años. Según narra, cada vez que salía a cubrir una noticia en un país como Iraq, Afganistán o el Congo, le pedía al equipo de producción en París lo siguiente: “No le digan a mi madre que estoy en…porque eso la pone nerviosa”.

Durante una hora, y desde el 2006, la pantalla cobra vida con historias interesantes, poco comunes, sin estereotipos y sin maquillaje. Bueno, a veces con un poco de maquillaje, como en el caso de la primera temporada, en que, desde Pakistán, Diego conoció a Saleem, quien tiene su propio –y muy popular– programa de entrevistas. El único detalle es que Saleem, que ha confesado a la crema y nata de su país, se viste y maquilla de mujer de alta sociedad –con todo y los trajes típicos de la nación– para conversar con sus invitados.

¿Quién hubiera imaginado que en el país de los mulás y de las madrazas habría lugar para un entrevistador transformista? Saleem es el primero en admitir, en el espacio de Buñuel, que sus amigos lo llamaron para decirle que estaba “loco” cuando empezó a hacer su show y además, que está consciente de que su decisión podría despertar la ira del sector religioso.

En esta temporada, Buñuel, de 38 años, regresa a Pakistán –pero con un punto de vista completamente distinto al de la primera temporada– y se adentra en Ucrania y Centroamérica. Además, toma un avión que lo transporta desde Sudáfrica, durante más de seis horas, hasta arribar a su destino: la Antártida, el continente más frío del mundo.

Con un castellano seguro pero no desprovisto de faltas de pronunciación, este cineasta y presentador, de nacionalidad francesa y estadounidense –pero con herencia española– conversó en exclusiva con Teleguía el 25 de julio. De paso, aprovechó para anunciar que esta, la quinta temporada, será la primera en la que narrará los programas en español –“en vivo y en directo” y no en inglés –que luego era doblado a la lengua de Cervantes.

El saludo fue de “Costa Rica, pura vida”, lo que definió el tono de la conversación: jovial y distendido. Desde el primer momento dejó entrever que se trataba de alguien accesible, de una persona que con un apellido de la talla de Buñuel, optó por cruzar el océano en busca del anonimato. De su natal Francia partió para estudiar en Estados Unidos, y así, forjarse su propio camino.

Su preferencia por las historias reales es algo que confiesa y no duda en repasar lo aprendido en el programa y durante sus años de periodista por el globo.

--¿Cuál es la principal enseñanza que le ha dejado el programa?

Cuando uno piensa en ciertos lugares ya trae una visión preconcebida, por ejemplo, de que en Afganistán solo hay 'barbudos' y ametralladoras marca Kalashnikov. Sin embargo, con el programa y luego de haber viajado por más de 80 países, me he dado cuenta que nuestros prejuicios, en la mayoría de los casos, no son ciertos. Eso es lo que persigo: traer abajo esas ideas preconcebidas. Quiero enseñarle al televidente las historias que de otra forma no conocería sobre determinado lugar pues son aspectos que normalmente no se muestran. Desde mis días como corresponsal de guerra, me di cuenta que cuando me enviaban a Congo, Afganistán o Iraq era para elaborar el mismo tipo de noticia, enfocado desde un punto de vista similar. Es por eso que con el programa quiero mostrar historias nuevas y que, hasta el momento, no se hayan contado.

--¿Cuál es el peor error de un correponsal de guerra?

En mis ocho años como corresponsal de guerra, aprendí que el peor error es ir con ideas predeterminadas sobre algún lugar o tema. Cada caso se debe abordar con un ojo limpio y joven para informar desde una perspectiva amplia y cercana a la realidad.

¿Cómo hace para hallar un ángulo nuevo en cada país que visita?

Es sencillo. De Costa Rica, por ejemplo, se tiene una idea alrededor del mundo de que se trata de un paraíso ecológico con mucha jungla, pero el país es mucho más que eso. ¿Verdad? En cada nación encuentro un ángulo nuevo pues voy detrás de las historias sin contar y voy más allá de los estereotipos. Siempre trato de ir con la mente abierta.

¿Qué significa ser nieto de Luis Buñuel (director español, 1925-1983)?

Ser nieto de Luis Buñuel es una gran suerte pues no tuve que ir muy lejos para abrir las puertas de la cultura; es algo que siempre ha estado presente en mi familia. Eso sí, una de las grandes tragedias de mi vida es que mi abuelo muriera cuando yo tenía ocho años, ya que no tuve oportunidad de hablar con él de cosas importantes, pero como ya dije, los temas culturales son parte de mi familia.

¿Ha pensado en dedicarse a la ficción?

De hecho, mi madre y padre son directores de cine y ellos querían que trabajara en el campo de la ficción, que fuera director o actor. Pero soy amante de las historias reales. Las películas parten de premisas inventadas y yo soy fiel amante de la realidad. En la familia tenemos amigos que trabajan en The New York Times y otros diarios de renombre y siempre me fascinaron los reportajes y la realidad. Me encanta el cine, más por la familia de donde vengo. Sin embargo, he aprendido que hacer películas implica un 80% de sufrimiento y un 20% de placer, mientras que el trabajo que hago en el programa significa un 20% de sufrimiento y un 80% de placer (risas).

¿Qué tipo de retroalimentación ha recibido y cómo se la toma?

La retroalimentación es muy importante para mí y lo que más aprecio es cuando las personas me dicen, en especial las del país de donde he hecho algún programa, que no sabían acerca de algo que sucede en su propia nación. Eso quiere decir que estoy cumpliendo con la meta de No le digan a mi madre , que es mostrar una nueva perspectiva, y desde un ojo fresco y sin prejuicios.

¿Su mamá ve el programa? Y si lo ve,¿qué piensa de él?

Sí lo ve. Sucede que cuando yo era corresponsal de guerra, siempre les advertía a mis compañeros y amigos que no le dijeran a mi madre dónde estaba porque se preocupa mucho. Entonces, cuando empezamos con el show , hace seis años, me propusieron la idea de ponerle No le digan a mi madre y acepté. Ella lo ve y piensa que su hijo es un genio y que es la mejor producción del mundo (risas). De hecho, ella tenía un concepto del mundo igual al de cualquier otra persona, es decir, una idea construida a partir de lo que muestra la televisión típicamente sobre un lugar determinado, y con la serie ha ido aprendiendo cosas nuevas.

¿Cuál es el elemento común entre todos los episodios de la serie?

El enlace entre los programas y países que visitamos es la similitud temática. De hecho, creamos un capítulo, que aún no se ha transmitido en Latinoamérica, en el cual agrupamos temas como deporte, guerra y derechos de las mujeres. Definitivamente hay temáticas que cruzan las fronteras y con las que todos nos identificamos.

A lo largo de su experiencia laboral, ¿qué concepto se ha formado de la guerra?

Mis estudios de historia en Chicago (EUA), hace muchos años, aunado a los viajes que he realizado, me han hecho ver que la guerra es un aspecto fundamental de la experiencia humana. Ha habido guerras a lo largo de la historia de la humanidad y es algo con lo que vivimos actualmente. No estoy de acuerdo con la guerra, por supuesto, porque trae sufrimiento y destrucción, pero por desgracia coexistimos con ella y por tanto, me corresponde retratar las vivencias diarias de las personas que viven y sobreviven en medio de estos conflictos.

¿Qué es lo que más rescata de los viajes que ha realizado?

A mis 38 años y con la experiencia que tengo ahora, puedo decir que el mundo es un lugar complicado y complejo. Claro que esto no es ningún descubrimiento. Lo que quiero decir es que toma tiempo entender el mundo. Sé que cuando uno llega cansado del trabajo, en la noche, lo último que quiere hacer es sentarse a leer acerca de la nueva estrategia geopolítica de Rusia, por ejemplo. Por eso es que yo, desde mi pequeña tribuna, trato de aportar elementos nuevos para que podamos entender mejor el mundo.