Los asesinos no se destruyen, solo se transforman. Los fanáticos del cine slasher estamos acostumbrados a ver resucitados a los “malos”: sucedió con Jason de Halloween, Jigsaw de Saw y, ciertamente, ocurrió cuatro veces con Ghostface de la famosa franquicia Scream.
Cuando MTV decidió adaptar la historia de Wes Craven a la televisión, heredaron la responsabilidad de mantener viva la tradición de los asesinos inagotables, de los adolescentes atrapados en una espiral de mentiras y paranoia.
La primera temporada estiró los límites de la credibilidad del público. Con un producto nueve veces más extenso que una película, la serie se esforzó en dar giros inesperados (a veces inverosímiles) para dar un cierre adecuado a su primera temporada.
Ahora, después de supuestamente acabar con el asesino de Lakewood, la heroína Emma Duvall (Willa Fitzgerald) regresa a su pueblo pensando que recobrará un sentido de normalidad después de la tragedia.
Su ex-mejor amiga y aliada en la última batalla contra Ghostface, Audrey Jensen (Bex Taylor-Klaus), cree que puede hacer lo mismo después de haber estado directamente involucrada con los asesinatos pasados.
En un homenaje a la otra saga slasher más estimada de los años 90, Sé lo que hicieron el verano pasado , Audrey recibe amenazas de un acosador anónimo que conoce sus secretos y que, ¡sorpresa!, comienza otra serie de asesinatos sanguinarios en el pueblo.
Sobra decir que Scream es la versión del terror que está consciente de sus clichés y los usa sin escrúpulos. Después de todo, para qué inventar el agua tibia cuando ya Wes Craven resucitó una y otra vez a uno de los mejores asesinos de todos los tiempos.
Véalo. Martes 31 de mayo. Netflix: www.netflix.com