Premios Emmy: Gracias a la Academia...

Teleguía atestiguó desde adentro la reciente gala de los premios Emmy a lo mejor de la TV gringa. Lo que no se ve durante los anuncios es un mundo aparte

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A pocos minutos de la noche más brillante de la televisión estadounidense, la prioridad estaba más que clara: muy lindos los premios, pero más lindo aún el fútbol americano.

El deporte que obsesiona a los estadounidenses y que el resto del mundo no entiende se jugaba la tarde del pasado domingo 20 de setiembre y dentro del teatro Microsoft, en Los Ángeles, las gigantescas pantallas mostraban los últimos instantes del juego. En las butacas, con elegantes trajes, los más famosos de Hollywood se entregaban a la pasión del aficionado. Más tarde habría tiempo para la fanfarria.

Junto a un grupo de periodistas latinoamericanos tuve la oportunidad de asistir a la entrega 67 de los premios Emmy. Aquel fue un día de calor infernal y las estrellas de la televisión (y Netflix, y Amazon) sudaron a chorros mientras sonreían en la alfombra roja. Era difícil mantener la buena compostura debajo de aquel solazo.

Ver desde dentro una ceremonia de estas es un ejercicio cautivante. Mientras los comentaristas de fútbol americano de Fox despedían su transmisión, en el escenario el productor de los Emmy daba instrucciones generales: aplaudan cinco segundos antes del fin de corte comercial; no aplaudan durante el tributo a las figuras fallecidas en el último año; si van a levantarse para ir al baño, háganlo rápido; los ganadores tienen 40 segundos para dar sus agradecimientos; si ganan deben apurarse en subir al escenario, que el tiempo corre y no espera a nadie.

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No es cuento: los ganadores poco famosos (guionistas, directores) apuran los discursos y atropellan los nombres mientras miran en el monitor –oculto para el público– un reloj de arena digital que pasa de rosa a blanco conforme los segundos se agotan. A los más lentos la música les cae encima y a otra cosa, mariposa.

Actrices y actores –estrellas indiscutibles de la velada– tienen un derecho tácito a agradecimientos más amplios. Así, fue impensable que alguien se atreviera a cortar a Viola Davis en medio de su discurso sobre igual de género y étnica, o a Jon Hamm cuando finalmente recibió el Emmy que Bryan Cranston le negó todos estos años.

Hombres de negro. Un detalle que por su naturaleza está oculto a la audiencia es la intensa danza de camarógrafos y asistentes que registran las imágenes de la transmisión. Todos vestidos de negro mas no de etiqueta, los hombres tras las cámaras dominan el arte de caminar para atrás, mientras su lazarillo los guía con tal de no ir a dar al suelo o bien al regazo de Amy Poehler.

En los cortes, un hombre silencioso toma el escenario y barre con cualquier artificio que quedara ahí tirado, mientras el próximo presentador se oculta a la espera de su llamado. Un reloj marca en las enormes pantallas la cuenta regresiva para el reinicio de la transmisión y muchos aprovechan para salir del teatro en pos de una botella de agua ($4 en la máquina dispensadora que está en la entrada de los baños).

Aquella noche HBO limpió el piso con sus competidores y se apoderó de la mayoría de los 26 premios entregados. Por esto, al finalizar la ceremonia el gigante del cable se llevó a toda su tropa a una fiesta propia, mientras el resto de los asistentes caminó el corto trecho hasta el centro de convenciones de Los Ángeles, donde se celebró la cena oficial de los Emmy.

Andrea Bocelli llegó para cantar tres piezas; gente poco famosa aunque seguro importante se tiró a pista, y las celebridades conversaban en cualquier rincón. En el baño era posible encontrarse con Anthony Anderson ( Black-ish ); en camino al parqueo podía cruzarse con Jimmy Kimmel, y en la entrada podía escucharse la potente voz, en amena charla, de Reg E. Cathey ( Freddy, House of Cards ). Ah, y en persona Jon Hamm no es tan alto como parece en Mad Men.

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Dentro de lo absurdo que puede sonar, las estrellas de la televisión estadounidense parecen ser sencillas, sin tantos aires de grandeza como sus pares cinematográficos. Incluso algunas pueden comportarse como legítimos fanáticos a la vista de la realeza, como sucedió cuando hizo su aparición el eterno Mel Brooks. Al fin y al cabo, tanto ellos como nosotros empezamos simplemente viendo televisión.