Página Negra Shirley Temple: La niña de los colochos milagrosos

La pequeña mimada de Hollywood deslumbró al público desde los tres años con sus rizos y su inocencia, pero perdió su infancia por una madre obsesiva y unos productores explotadores.

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Fue una femme fatale con pañales. Su niñez acabó a los seis años, cuando visitó un almacén en Navidad y Santa Claus le pidió un autógrafo. A los 14 años se sentía una anciana.

Aún así logró que los norteamericanos enfrentaran con una sonrisa la Gran Depresión de los años 30, y sacó a la industria cinematográfica de la bancarrota.

Shirley Jane Temple, la niña prodigio de la gran pantalla, llegó a ganar más que el Presidente de los Estados Unidos de América y solo un cuadrúpedo se atrevió a opacar su brillo estelar: Rin Tin Tin.

¡Se equivoca! quien piense que ese rival jadeante era comida de trompudo; aquel primer pastor alemán capaz de saltar empalizadas, desarmar pistoleros y pegar dentelladas a un vil apache ya era una luminaria, con 30 películas mudas y siete sonoras al lomo, cuando llegó a Hollywood la tierna ricitos de oro.

Rin Tin Tin fue el precursor de una dinastía animal en el cine, que hizo un puño el corazón de generaciones de mocosos, criados con las aventuras del caballo Furia, el delfín Flipper, el oso Ben, la perra Lassie, el canguro Skippy y hasta el tuerto león Clarence, de Daktari. Cualquiera babea solo de pensar que Rin Tin Tin murió en brazos de la rubia platinada Jean Harlow, en 1932.

En su biografía , Estrella infanti l, la Temple expuso las razones de su éxito: “El país estaba abrumado y entristecido por los años de la depresión y necesitaba recurrir a algo que le levantara la moral. Por eso se enamoraron de un perro y de una niña”.

¡A otro perro con ese hueso! Shirley entró a saco en los cines y detonó las boleterías con su inocencia, picardía, dulzura y aquellos hoyuelos matadores en las mejillas, coronados con unos colochos brutalmente encantadores.

Desde los tres años, hasta entrada la adolescencia, ese prodigio infantil amasó una fortuna de $3 millones, cobraba $10 mil semanales y su imagen fue reproducida en infinidad de objetos por los magos del “marketing”.

Todo ese dinero, ganado a punta de talento y de una infancia hecha jirones en los escenarios, se fue por el caño. Cuando se casó a los 22 años, con el millonario californiano Charles Black, solo tenía en su cuenta bancaria $44 mil y una casa a medias con su primer marido John Agar, valorada en $45 mil; el resto lo dilapidó su padre George en inversiones estúpidas.

Una vez que el encanto de Shirley fue exprimido hasta la estopa y las recaudaciones bajaron, los productores la mandaron al desván y poco a poco se alejó del cine, para dedicarse a su familia hasta el día de hoy con 86 años.

Completó su vasta carrera cinematográfica de 57 películas, con una fecunda actividad diplomática de 31 años que la llevó a ostentar múltiples cargos en el servicio exterior de su país.

La princesita que bailaba tap y cantaba con la gracia de un querubín, vive retirada en Woodside –California–, alista la segunda parte de sus memorias; juega golf, cultiva hortalizas, pesca, cocina y conciente a sus nietos.

Pequeña princesa

Como una muñeca de caja, todas las noches su madre le aplicaba a cada uno de sus 56 colochos una tintura especial para darles el tono rubio preciso y lucir una cabellera perfecta ante las cámaras. Shirley solo podía chapotear en la piscina con un gorro doble, y ¡jamás! meter la cabeza en el agua.

Resulta que Gertrude Krieger estaba obsesionada con ser bailarina, pero se “estiró” como una jirafa. Con tal de canalizar su frustración apenas la pequeña Shirley Jane dejó de gatear, la matriculó en cuanto curso había de teatro, danza y canto.

El padre George Temple era un empleado bancario de baja estofa y aceptó las patológicas decisiones de su mujer, empeñada en que la menor de sus tres hijos se convirtiera –en el peor de lo casos– en la sucesora de Mary Pickford.

La obsesión de Gertrude dio frutos cuando Shirley cumplió tres años –en 1931– y un cazatalentos, de Educational Pictures, observó sus innatas habilidades en una clase de ballet .

Ese primer contrato fue para filmar 26 cortometrajes a $50 semanales; ocho de ellos fueron Baby Burlesk’s , que parodiaban a los actores adultos, y los niños eran exhibidos en poses comprometedoras, descritas por Shirley como “una explotación cínica de nuestra inocencia”, además de “sexistas y racistas”.

Con cuatro años vivió un regimen laboral esclavista; tuvo que ensayar dos semanas sin salario y cada filme se producía en dos días a marchas forzadas. Si la niña se quejaba o se cansaba la obligaban a sentarse en una marqueta de hielo; en alguna ocasión tuvo que actuar recién operada de un dolor de oído y en otra con un pie lesionado, relató Michael Thornton en un artículo publicado por The Daily Mail .

La compañía fílmica quebró en 1932, pero el astuto George compró en $25 el contrato de Shirley, así la madre subastó a su hija al mejor postor de Hollywood, ya que la pequeña además de talentosa era una profesional seria y muy responsable que memorizaba los diálogos y ensayaba las coreografías.

Por el contrario Gertrude se labró fama de exigir condiciones leoninas para su hija y salarios de estrella, aunque esta nunca recibía un centavo de lo que se ganaba.

El éxito que obtuvo con ¡Stand Up and Cheer! le abrió las puertas de la cadena Fox Film, a la cual salvaría de la quiebra. Con solo cinco años firmó por $150 semanales, más la comisión materna.

Durante cuatro años hizo clavos de oro para esa empresa, al punto de que falsificaron la fecha de nacimiento para preservar su niñez. Fue a los doce años, cuando la naturaleza hizo lo suyo, que Shirley conoció su verdadera edad.

Shirley Temple filmó auténticos clásicos del celuloide: Ojos cariñosos ; La pequeña coronela ; Rebeca, la de la granja del sol ; El pájaro azul y dio vida a la inmortal Heidi, la huerfanita que vivía en Los Alpes con su abuelito. Esta obra fue escrita en 1880 por la suiza Johanna Spry para entretener a su hijo.

Estuvo a punto de ser Dorothy, en el Mago de Oz, pero la Metro Goldwyn Mayer prefirió a Judy Garland que tenía 16 años y ella diez, aunque los vestuaristas le apretaron los pechos a la Garland para que pareciera una niña.

Al revés le pasó con el personaje de Bonnie Blue Butler, la hija de Rett Butler en Lo que el viento se llevó , porque ya tenía once años y los productores querían alguien menor.

Su precoz trayectoria fue premiada con un Óscar, en 1934, por sus especiales dotes interpretativas; hasta la fecha nadie ha recibido un premio semejante con seis años de edad.

Pobre niña rica

El talento de Shirley despertó a los tiburones de la Paramount, quienes ofrecieron a la Fox $50 mil por sus servicios; al final aceptaron pagar un alquiler semanal de $1,000.

Los nuevos ingresos permitieron a la familia Temple alquilar una casa más grande, una ama de llaves y una secretaria para responder las cuatro mil cartas semanales que recibía la estrella.

La fama desbordó todas las expectativas; las mujeres rodeaban al patriarca George para tener con él “otra Shirley”. Hasta las hijas de la Reina de Inglaterra eran “fans” de la americana y a la futura Reina Isabel II la apodaban “Shirley Temple”. En una portada de la revista Time , aparece su majestad con colochos y parecía una réplica de la actriz.

Shirley desbancó a Clark Gable como la estrella más taquillera; cobraba $300 mil por cinta y recibía un bono de $15 mil al termino de cada película; supuestamente su padre estableció un fideicomiso por $35 mil y aunque ganaba más que el presidente de General Motors, su madre le daba $13 al mes. En los rodajes disponía de su propio bungaló, con un surtidor de limonada ilimitado.

El departamento de mercadeo de Fox lanzó más de 300 muñecas con su rostro; las niñas ricas compraban copias de sus vestidos; los discos con sus canciones copaban las emisoras de radio y todo los niños envidiaron a Dickie Moore, el güililla dueño del perro Pete en La Pandilla , cuando besó por primera vez en la pantalla a Shirley en Miss Annie Rooney.

En la tierra de la perdición luchó a brazo partido para escapar de los depredadores sexuales; en su biografía relató como los productores exhibían sus “encantos” ante ella, el mismo Errol Flynn intentó descaradamente llevársela a la cama y a punto estuvo de gritar “Dios mío, me van a violar”.

Solo los blancos tenían derecho de pernada, porque ni siquiera el negro Bill “Bojangles” Robinson le podía dar la mano –en los bailes de tap– para no ofender la moral pública.

A los 17 años la juvenil luminaria se casó con John Agar, un soldado amigo de John Wayne, que conoció en la filmación de Fuerte Apache . Con él tuvo a Linda Susan, pero el alcoholismo del marido deterioró la relación y se divorciaron en 1950.

Para serenar el corazón se fue de vacaciones a Hawaii y ahí conoció al “amor de su vida”, el acaudalado Charles Black, que le confesó nunca haber visto sus películas. De ese segundo matrimonio nacieron Charles Jr. y Lori.

Aunque retirada de los escenarios volvió a ser noticia en 1972 cuando anunció que tenía cáncer de mama y se sometió a una mastectomía; fue la primera celebridad en abordar públicamente esa enfermedad y contar cómo la superó.

“Mi vida ha sido muy rica en experiencias. Cuando tenía tres años y me dijeron que era actriz, me sentía emocionada por eso aunque la verdad no tenía idea de qué significaba eso. Tuve tres carreras en mi vida: actriz, ser madre-esposa, abuela y diplomática”, expresó en 2005 la actriz cuando recibió el Life Achivement Award del Sindicato de Actores por su trayectoria artística.

Ferviente republicana, apoyó la Guerra de Corea y la de Vietnam, si bien le echaron en cara haber enviado, a los diez años, una tarjeta de felicitación para el periódico comunista francés Ce Soir y los macartistas estuvieron a punto de juzgarla por antiamericana.

La muñeca de América, la niña que extravió su infancia tras las luces de Hollywood tal vez yace en el olvido, pero en algún lugar del mundo un bohemio trasnochado la recordará, cuando pida al barman que le sirva un ¡Shirley Temple!