Página Negra Nelson Ned: Ni profeta ni apóstol de la canción

Su voz fue más grande que su cuerpo, atrapado en los vicios, la adicción al sexo, la soberbia y la violencia familiar.

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Era una voz pegada a un cuerpo. Diminuto, eso sí, mas lo bastante grande para darle cabida a un talento colosal.

Pero… habrase visto, ¡un enano artista! Un fenómeno así solo podía estar en un circo o en una película de terror, como el ayudante idiota de un profesor chiflado… ¡jamás! en un escenario, y mucho menos cantando.

A los pocos meses de nacido sus padres oyeron, por primera vez, que su primogénito padecía de displasia espóndilo-epifisiaria congénita; un mal impronunciable que entre el vulgo cabía en cinco letras: e-n-a-n-o.

Amén del estereotipo social, el niño con suerte llegaría a viejo y si fuera así en el camino padecería de artritis, sordera y desprendimiento de retina. Con esa losa cargó desde la infancia Nelson Ned D’Avila Pintos, que desafió el parte médico y llegó a ser un ídolo de la canción popular mundial.

Su carrera artística recorrió un arco de 62 años, vendió 45 millones de discos y fue conocido como el pequeño gigante de la canción, siendo una celebridad tanto en el ambiente de la música vernácula como en el de la cristiana evangélica.

Nelson Ned salió del subterráneo adonde lo despeñó la fama; se convirtió al cristianismo y abandonó una vida de adicción al sexo, a la cocaína y a las pastillas para dormir.

La víspera del Día de Reyes –5 de enero del 2014– el cantante falleció a causa de las complicaciones de una grave neumonía, problemas respiratorios y una infección en la vejiga.

Desde hacía varios años arrastraba una serie de males originados en su deficiencia congénita; él vivía en el hogar de reposo de ancianos Sao Camilo en Granja Viana, en Sao Paulo, desde el 24 de diciembre del 2013.

En el cenit de su carrera dominó las baladas, boleros y todo el espectro de la música romántica, compartiendo cartel con figuras paradigmáticas del género popular: Roberto Carlos, Miltinho, Charles Aznavour, Rafaella Carrá, Nicola Di Bari, Salvatore Adamo, Julio Iglesias, Juan Gabriel y otras vacas sagradas.

Ned cantó a teatro lleno, tres veces, en el Carnegie Hall de Nueva York, en el Madison Square Garden y en el Salón Megaeventos de México. También, fue el primer artista latino en vender un millón de discos en Estados Unidos con el éxito de 1974 Feliz Cumpleaños mi Amor .

Igualmente enriqueció a los sellos Copacabana, PolyGram, Polidor y Phillips que hicieron pingües ganancias con sus piezas, grabadas en español, portugués, francés e inglés.

La carrera artística de Nelson Ned arrancó en los años 60 del siglo pasado; cada álbum que grabó fue un éxito mayor que el anterior. El pistoletazo de salida lo hizo con Todo pasará , en 1968, grabado en 40 idiomas diferentes y que sería su marca de agua musical.

Tras una vida borrascosa y a punto de hundirse en el fárrago de su existencia, en los años 90 dio un golpe de timón y dejó de ser un apóstata para abrazar la cruz y grabar canciones cristianas con su album Jesús está vivo , lanzado en 1993.

Pequeño gigante

El mayor de los siete hijos de Nelson de Moura Pinto y Ned D’Avila Pinto vino al mundo justo al mediodía del dos de marzo de 1947, en medio de la fragancia del campo y el trinar de las aves de una hacienda en Ubá, poblado campirano de Minas Gerais, en Brasil.

Nelson Ned nació dos veces. La primera por la combinación de los nombres de sus padres y la segunda a los seis meses, cuando el pediatra Vianelo Nelsito le dijo a Ned D’Avila que su bebé no crecería y nunca pasaría de 1,12 cm de altura, porque padecía un mal congénito.

La madre apechugó y en lugar de aislar al niño como si fuera un bicho raro lo trató igual que al resto de sus seis hijos. Nelson corría suelto por las veredas, nadaba en los ríos y como Ned D’Avila era maestra le enseñó a a leer y a escribir, a tocar la guitarra y a modular su voz, el carisma que la naturaleza le dio para compensar su escasez física.

El primer día de clases los niños recibieron a Nelson con las chanzas propias de su edad; lo golpearon; lo trataron como a un bufón y las hermanas le rogaron a la madre que sacara al hermanito de la escuela y lo educara en la casa, como si fuera un gnomo de cristal.

“Mamá dijo que ella no iba a crear un mundo artificial para su hijo, sino que criaría un niño para el mundo. Ella me dio amor porque en lo demás yo era un chiquillo normal”, confesó la estrella en su autobiografía El pequeño gigante de la canción .

Cuando Nelson tenía cuatro años la familia se trasladó a Belo Horizonte y ahí creció en medio de un ambiente musical. A los cinco años participó como cantante en un programa de aficionados en Radio Educadora Laborista.

Para allegar un poco de dinero al hogar Ned consiguió – a los diez años– un empleo en la fábrica de chocolates Lacta. Fue ahí donde su portentosa voz llamó la atención del dueño y este decidió utilizarlo para campañas promocionales en las escuelas; incluso lo presentó en el programa televisivo Gente, el tamaño no importa , de canal Tele Itacolomi.

Con 16 años ganó el concurso Un cantante por un millón y debutó en Sao Paulo en la Discoteca Chacrinha. Por esos años vivía en casa de su tíos Neide y Danilo, quienes incentivaron su veta artística para firmar su primer contrato con el sello Polygram.

Aunque había ganado el trofeo Euterpe como cantante revelación, sus primeras grabaciones fueron un rotundo fracaso. Así comenzó a peregrinar por los centros nocturnos y ahí lo encontró su futuro manager, Genival Melo, que lo proyectó a escala internacional.

Fue la epifanía de Nelson Ned y el mundo lo conoció y lo endiosó. Sus presentaciones colmaron estadios y teatros; como compositor, algunas de sus canciones fueron grabadas por Moacyr Franco, Antônio Marcos, Ismael Miranda y Matt Monro, entre otros.

Convirtió No sabía que estabas tan linda y Preludio a la vuelta en dos sucesos discográficos y en 1964 grabó con Polygram su primer disco de larga duración Un Show de 90 Centímetros .

Nueva vida

Sobre el escenario Nelson era el más grande; afuera…el más pequeño. Arrogante, prepotente, violento y adicto, nadie era mejor que él y compraba amigos y mujeres.

Se embuchacaba dos botellas diarias de whisky y olía siete gramos semanales de cocaína, de la mejor que podía pagarse según comentó Ned.

El coctel lo completaba con una dosis matinal de somníferos y una sesión intensa de sexo con su harem particular. “¿Cuál mujer se iba a acostar conmigo si no era por dinero…o peor aún a cambio de cocaína?” reveló Ned en varias entrevistas televisivas.

En sus testimonios públicos reveló su adicción al sexo, la manera en que conquistaba mujeres con “rayas” de cocaína y como las destruía emocionalmente al obligarlas a satisfacer sus perversiones.

“Era agresivo, no por la coca, con este tamaño a quien le iba a pegar. Trataba a las mujeres como objetos sexuales, las desmoralizaba, hacía el amor con todas, arrasaba con su dignidad, al otro día no podían verse la cara; era un monstruo, las destruía y eso era peor que golpearlas”, contó Ned en el programa La historia detrás del Mito , de Atala Sarmiento.

Su primer amor fue la hija del dueño de la fábrica de chocolates, a quien le escribía poemas pero la jovencita lo mandó a freír churros. Con 24 años se casó con Marli –una actriz de reparto– y proceó a Nelson, Monalisa y Verónica.

El ritmo de vida y sus peculiares apetitos rompieron el matrimonio en 1977 y volvió a casarse en 1980 con María Aparecida, apodada Cidinha. Los tres niños heredaron la deficiencia genética paterna y él prefirió que le hicieran una vasectomía para nunca más engendrar.

Ana Verónica baila, canta y realiza acrobacias en el Circo Roda Brasil; Nelson es baterista y apasionado del jazz y Monalisa es médico.

En una de sus borracheras el cantante llegó a su casa, tiró la ropa en el piso, discutió con su Cidinha y subió a su habitación para “dormir la mona”. Ella recogió los regueros y cuando levantó el pantalón de Ned cayó del bolsillo un revólver y accidentalmente un tiró le partió la clavícula.

La prensa especuló que Nelson le había pegado e intentó matarla; lo detuvieron varias horas hasta que ella aclaró los hechos.

Ned tocó fondo. La esposa e hijos lo dejaron botado y quedó solo en su casa, con el personal de servicio y los perros.

Ahí, según él, se desplomó. Lloró, pidió misericordia y vio ante sí tres alternativas: el manicomio por atiborrarse de drogas y alcohol; la prisión porque un día lo pescaría la policía por adicto; pegarse un tiro para huir de la desolación.

A partir de ese día combinó su carrera mundana con la canción cristiana; compuso temas de alabanza a Dios; grabó varios álbumes con ese tipo de letras y a partir del 2004 las enfermedades y su nueva vocación lo alejaron del mundo del espectáculo.

Los discos de oro y de platino, las multitudes y el eco de los aplausos apenas llenaban el silencio de su soledad; en medio de la oscuridad Nelson Ned encontró el camino y se convirtió, en lo que él llamó: el cartero de Dios.