Página Negra Lenny Bruce: Una bestia anda suelta

Llevó la comedia en vivo a la cumbre, pero las autoridades lo acosaron por sus boconadas y por su adicción a la morfina. Finalmente le colgaron una aldaba en la boca.

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“Si está molesto con su cuerpo, quéjese con el fabricante”. Descacharrante, irreverente, sucio, ácido; tenía la lengua afilada de una cascabel en celo.

En los años 60 fue un paria de los escenarios, por sus monólogos obscenos cargados de groserías sexuales y apostasías. Reprimido y perseguido en su día, hoy es considerado una pieza fundamental de la stand-up comedy .

Nunca se consideró un comediante, solo Lenny Bruce; un artista cuyos diálogos vencieron el tiempo. Los más atrevidos lo comparan con las sátiras de Jonathan Swift o Francois Rabelais, adobadas con el desparpajo de Oscar Wilde y la ironía de Mark Twain.

Bruce hundió el escalpelo en el tejido purulento de una sociedad gringa hipócrita, gazmoña, que cerraba los ojos a la verdadera vulgaridad: el racismo, la violencia, la guerra y la miseria humana.

Ascendió la infame escalera de la farándula desde los sórdidos cabarets neoyorquinos hasta los platós de televisión y los estudios de grabación, para caer con sus alas derretidas y morir despatarrado por una sobredosis de morfina.

Respondón y buscapleitos anduvo en continuos líos con las autoridades por su lenguaje de excusado, su conducta zafia y su reiterada costumbre de tratar a medio mundo de “chupavergas”.

Quien asistía a sus presentaciones se exponía a ser humillado vilmente y terminar reducido a un estropajo. Bruce parecía un coprófago que regurgitaba sus porquerías, y estaba empeñado en convertir el micrófono en una ametralladora y el escenario en un matadero.

Incapaz de conectar la lengua con la cabeza, en 1964 actuó en el Cafe au Go Go –Greenwich Village– y espetó más de un centenar de insultos políticos, sin saber que la sala estaba llena de policías camuflados. Nunca cumplió la condena de cuatro meses en un correccional que le impuso el juez; 40 años después recibió el indulto post mórtem. Esa solo fue una de las tantas trifulcas que sostuvo con la justicia, por cabrón y malhablado.

Si bien Lenny no inventó la stand up-comedy , o comedia en vivo, si colocó en la picota el modelo y lo llevó más allá de lo que habían podido hacer, en la Era Dorada de la radio, sus precursores: Jack Benny, Fred Allen y Bob Hope.

Bruce le entró sin asco a los asuntos raciales, en especial contra los judíos; la emprendió contra los políticos; no se ahorró palabras de cuatro letras (en inglés) para expresar sus opiniones sexuales y cubrió de detritus verbales a la religión. Vilipendió todo lo que había de honorable y sagrado. En su monólogo Psychopathia Sexualis contó la historia de un hombre enamorado de su yegua, a la cual deseaba por sus “largas patas y su hermoso culo”.

Lenny rebosó todos los límites de lo que –por aquellos años– se consideraba permitido en un espectáculo público, y sus monólogos eran un huracán de excrementos y una granizada de insultos gratuitos. Según el comediante: “La única manifestación artística honesta es la risa, la comedia. No puede fingirse”.

Humor agrio

De niño, Lenny Bruce rodó de casa en casa con tíos y abuelos, porque sus padres se divorciaron cuando este cumplió cinco años.

El zapatero judío Alfred Schneider conoció a Sadie Kitchenberg, una bailarina fracasada apodada Sally Marr, y de esos amores mercenarios nació Leonard, en Mineola – Nueva York–, el 13 de octubre de 1925 . Pasó el resto de su niñez en la ciudad de Bellmore, donde aprendió las primeras letras en la Mepham High School.

Sally volvió a los entarimados con tal de ganar algunos centavos y mantener a Leonard, quien pronto abandonó los estudios y acabó de peón en una granja.

Como los japoneses decidieron despertar un gigante dormido y atacaron Pearl Harbor el 7 diciembre de 1942, Bruce aprovechó la euforia patriótica y se enroló en la marina con apenas 17 años.

Al futuro cuentachistes no lo terminaron motivando los aires marciales, y convenció a una junta de psiquiatras castrenses de que tenía tendencias homosexuales, lo cual era una falsedad del tamaño de un portaviones. No lo tiraron por la borda; lo licenciaron con discreción.

Después de unos meses de vivir con su padre en California decidió regresar a Nueva York y darle rienda suelta a su vocación de histrión, para ganarse la existencia como bufón en sitios de dudosa reputación. En uno de ellos, Hanson’s Dinner, conoció al comediante Joe Ancis, quien influyó mucho en su estilo.

Bruce era un charlatán de basurero; por su primera actuación en un chinchorro de Brooklyn ganó $12 por noche y un plato de comida gratis.

De esos locales nocturnos pasó a la televisión en programas de relleno. Ahí imitó a estrellas del cine y perfiló mejor sus bromas verbales, tanto que ganó un concurso de novatos –el Arthur Godfrey´s Talent Scouts– y elevó su caché.

Con 22 años se casó con la desnudista Honey Harlow y tuvieron una niña, Kitty. Bruce trabajó como un fenicio para que Honey abandonara los bailes de tubo, y en 1953 se fueron a vivir a la costa oeste, donde hicieron yunta cómica en el Cup and Saucer de Los Ángeles.

Un año después ya era animador en varios teatros de burlesque; su labor consistía en entretener con su ingenio a los espectadores previo a la presentación de las estrellas.

En ese ambiente “de lo más bajo de lo bajo” afloró su talento para la provocación verbal y desarrolló un estilo libérrimo que pronto le abrió un espacio en el inframundo nocturno angelino.

Aunque el negocio iba bien, el matrimonio colapsó y en 1956 la pareja rompió lazos. Bruce se hizo cargo de Kitty, porque a Honey la encarcelaron por consumir drogas.

A paso lento, Lenny consiguió mejores trabajos pues ya tenía un sello particular. Según Albert Goldman, uno de sus biógrafos, “era una figura que recorría la escena como una fiera enjaulada y empuñaba el micrófono como si fuera un arma”.

Su fama creció, aupada por los críticos Ralph Gleason y Herb Caen, impresionados por la asquerosa verborrea del recién llegado y su irrespeto a todos los convencionalismos sociales.

Enemigo público

Los malos rollos legales de Bruce comenzaron desde su boda. Para mantener a Honey alejada de las drogas y de las tarimas nudistas decidió simular ser un sacerdote de la Fundación Brother Mathias.

El nombre lo tomó de otra real fundada en Nuevo México por el padre Mathias Barret para socorrer a los pobres de la tierra. Disfrazado de cura, Lenny recaudó $8.000 para un leprosario en la Guayana Británica.

La policía desenmascaró la farsa y Bruce se salvó por un pelo de ir a la cárcel, ya que el hospital existía y el padre Mathias nunca lo denunció. En Cómo hablar sucio e influir en la gente , una biografía ficticia publicada en la revista Playboy , el cómico reconoció que envió $2,500 al leprosario y se embolsó el resto.

Fueron sus boconadas en el escenario las que lo metieron en muchos líos; las autoridades lo acosaban y en los clubes evitaban contratarlo por sus frecuentes demandas.

Cada actuación era un escándalo. Lenny abusaba de las descripciones gráficas del sexo oral y de los actos fisiológicos primarios; en una de ellas relató el caso de un inválido que por pereza de caminar por un pasillo hacia el mingitorio, decidió mear en el fregadero de la cocina.

El vaso se rebosó en 1964, y la policía lo arrestó por obscenidad. Un año después reincidió, pero su carrera iba en picada y las deudas lo tenían ahogado. Abotagado, lleno de barba y peludo como un felpudo andante se presentó ante poco público en Los Ángeles.

El 3 de agosto de 1966, una llamada alertó a la policía, que llegó de urgencia a su casa; lo hallaron desnudo, desmadejado y con una jeringuilla pegada a la vena. En un acto de venganza, las autoridades repartieron las fotos del cadáver.

Su exmujer y Kitty iniciaron una campaña para obtener el perdón póstumo a Lenny, apoyadas por figuras como Robin Williams y Woody Allen. Pasaron 40 años y el juez George Pataki reconoció el maltrato y las persecución contra Bruce.

Para variar, Bob Dylan le sacó punta al muerto y compuso Lenny Bruce , y el director Bob Fosse filmó Lenny en 1974 con Dustin Hoffman, inspiradas en la autobiografía de Bruce publicada entre 1964 y 1965 en Playboy .

El tiempo reivindicó a Lenny; lo sacó del estercolero por sus controversiales monólogos y lo presentó como un escritor, crítico social y un agitador contra los estigmas sociales y los tabúes.

Paradigma del humor irreverente, personaje de culto, murió de manera obscena y dejó de ser un comediante para transformarse en Lenny Bruce: un sátiro iconoclasta.