Página Negra: La momia, el que susurra desde la eternidad

Entre los grandes monstruos del cine La Momia ocupa un lugar especial, sobre todo por la caracterización que hizo Boris Karloff, quien creó un personaje siniestro, hierático y misterioso.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

La muerte es el principio. Durante siglos, en el Ta-sekhet-ma’at –o Valle de los Reyes en Egipto– los ladrones y los aventureros saquearon las tumbas reales; algunos encontraron tesoros, otros la locura.

Una noche tres arqueólogos descubrieron el acceso a una sepultura; atravesaron polvorientos pasillos y hallaron un sarcófago con una momia adentro. El no-muerto debía de permanecer dormido por toda la eternidad.

El cuerpo tenía todas las vísceras; lo momificaron vivo porque las vendas estaban corridas, como si hubiera forcejeado; los sellos sagrados estaban borrados y encima del féretro una inscripción advertía acerca de la maldición que caería sobre quien lo abriera.

Uno de los intrusos leyó el papiro de Toth, con el que se supone que Isis logró la resurrección de Osiris. Al ritmo de la invocación cayeron las vendas, una carcajada histérica partió el silencio milenario del desierto y del fondo del sarcófago emergió: Imhotep o “El que viene en paz”.

Señor de la oscuridad

Este Imhotep fue Sumo Sacerdote de Osiris y desempeñó el cargo de confidente de Seti I.

El faraón tenía una favorita, Anck-Su-Namun, a la cual pintó de oro para que nadie le pusiera una mano encima. La pasión es mala consejera; Imhotep y la cortesana engañaron al soberano, pero este los descubrió en pleno lance amoroso.

Antes de que Seti dijera “agua va”, o lo que decían los cornudos de aquellos siglos, el sacerdote le clavó un puñal por la espalda y, para que no atraparan viva a su amante, le abrió la barriga.

Imhotep huyó del palacio y con varios de sus esbirros robó el cadáver de Anck-Su-Namum, para resucitarla con ayuda del Libro de los Muertos. En eso lo sorprendieron los Medjai –la guardia palaciega– y el alma de la difunta se fue al Inframundo.

Los secuaces de Imhotep fueron momificados vivos y este fue condenado a sufrir el Hom Dai, una maldición secular que daba al desgraciado poderes impíos y el control de las Diez Plagas de Egipto. También le cortaron la lengua, lo vendaron y llenaron el sarcófago con escarabajos carnívoros, para que lo devoraran por una eternidad.

Los restos del sacerdote fueron enterrados al pie de la estatua de Anubis, en la ciudad de Hamunaptra; los Medjai debían de custodiar el sitio, para evitar que Imhotep volviera a vivir.

Después del infortunado accidente, en el cual los arqueólogos resucitaron a la momia, esta asumió la forma humana de Ardeth Bay y se ocultó diez años.

Obsesionado con resucitar a su amante, creyó encontrarla en Helen Grosvenor, una cazadora de tesoros egipcios. En vano Imhotep usó todas las artes mágicas conocidas para seducir o capturar a la joven; al final, cayó en un pozo de aguas negras donde decenas de almas en pena lo ahogaron entre sus brazos.

Criatura maligna

En el Antiguo Egipto la momificación estaba reservada para el faraón y en casos especiales para personajes casi sagrados. Uno de ellos fue, en efecto, Imhotep que vivió 4.500 años antes de Cristo. Fue un arquitecto real, tan afamado, que lo consideraron hijo del dios Ptah, el Señor de la magia.

Tras el éxito de Frankenstein y de Drácula , en 1931, los Estudios Universal contrataron a Karl Freund para que filmara La momia , y este escogió a Boris Karloff para que interpretara al monstruo.

La estatura de Karloff, su rostro pétreo, mirada sombría, piel apergaminada y lentitud de movimientos le granjeó buena fama para este tipo de interpretaciones; lo cual fue reforzado durante ocho horas diarias dedicadas al maquillaje por Jack Pierce, para transformar a Boris en La momia.

Fue la enigmática figura del actor la que impregnó la cinta de la atmósfera de terror con que impactó el imaginario popular; La momia, como tal, solo aparece en el filme en el uno por ciento de las escenas –al principio y al final de la película–, el resto es Karloff en su aspecto de Ardeth Bay.

Vale aclarar que Zita Johann, quien interpretó a Helen Grosvenor, aceptó encantada el papel porque era una fiel creyente en el fenómeno de la reencarnación.

La película se estrenó en 1932, el mismo año en que fueron expuestos al público los tesoros hallados por el equipo arqueológico de Howard Carter y Lord George Carnavon, en la Tumba de Tutankamón.

Además, siete años después del hallazgo del sepulcro real –el 24 de noviembre de 1922– todos los miembros de esa expedición, con excepción de Carter, murieron en circunstancias extrañas.

Los años 30, del siglo XX, fueron una década propicia para el auge del cine de terror, entendido como la súbita intrusión en la vida cotidiana, de alguna fuerza, suceso o personaje de naturaleza maligna.

El desplome de la Bolsa de Valores, en 1929, creó la situación ideal. Generó un clima de inestabilidad económica mundial, desempleo, pérdidas de patrimonio, desahucios, altos índices de criminalidad y suicidios. El público buscaba un refugio a la desesperación cotidiana y el cine de terror fue la válvula de escape y que otros sufrieran: incendios, asesinatos, naufragios y seres de ultratumba que regresaban a la vida.

La cinta trató temas místicos, antiguas maldiciones y amor a lo largo de los siglos, antes de que la censura del Código Hays los prohibiera en el cine durante casi 25 años.

Al cabo de miles de años, La Momia nos recuerda que moriremos, pero volveremos a vivir ; porque la peor maldición egipcia es: ¡ El olvido!