Página Negra: Ivonne de Carlo, la esclava del desierto

Una madre vampiresa la salvó del hambre, pero antes sufrió mil penalidades: amores frustrados y un marido celoso de su éxito. La avasalló ser actriz, esposa y madre.

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La vida es un milagro. Con 41 años era una vieja actriz. Estancada, desempleada, endeudada, con 30 años de carrera tirados por el caño, con una familia al hombro y un marido discapacitado.

Todo era un desastre… hasta que ocurrió lo sobrenatural. Universal Studios le ofreció el papel de una vampiresa centenaria, matriarca de un hogar macabro, con un marido fabricado con pedazos de cadáveres, un abuelo chupasangre, un hijo medio lobo y una sobrina inadaptada.

A falta de pan, buenas son las galletas. El 24 de setiembre de 1962 estrenaron The Munsters y Lily resucitó a Ivonne de Carlo, para brillar otra vez en la televisión.

Todas las mañanas soportaba tres horas de maquillaje en la cara, hombros y brazos; usaba una peluca que le daba jaqueca y trabajaba 12 horas seguidas, porque tenía tres hijos pequeños, un marido inválido y chorros de facturas bancarias y médicas.

Esta historia empezó en Vancouver, Canadá, el 1° de setiembre de 1922. Por esos días la ciudad era una fiesta, tras superar la depresión de la postguerra y el fin de la amarga prohibición de consumir licor.

Su madre, Marie de Carlo, huyó de la casa a los 16 años con la idea de ser bailarina y acabó como dependiente en una tienda, donde conoció al carismático y labioso William Middleton.

Este era un estafador, que además de preñarla, la dejó botada con su hija recién nacida y nunca más le volvieron a ver ni el copete. Marie predestinó a Margaret al ballet .

Ella creció en un hogar esquizofrénico; por un lado, sus abuelos, Michael de Carlo y Margaret Purvis, le inculcaron unos valores religiosos estrictos; por otro, su madre, llevaba una vida loca mezclada con alta dosis de licor y salidas nocturnas.

Siempre buscó la estabilidad emocional y captar la atención de los demás; lo cual logró cuando ingresó a la escuela y demostró que era un cuerpo con una voz, potente y clara.

Pese a su talento la mamá se la llevó a Los Ángeles, California, para que fuera una estrella del baile. En lugar de palmeras y playa encontró trabajo de camarera, un cuartucho y parranda todas las noches.

Su profesora de danza, Jean Ropert, le sugirió aprovechar su buena figura y probar en las revistas musicales. Con 17 años trabajó en el Club Palomar y cambió de nombre a Ivonne de Carlo, más acorde con sus aires de vedette .

Ganó el concurso de Miss Venice que le abrió las puertas para una prueba en el club de Earl Carroll, solo que el dueño palpaba los pechos y nalgas de las aspirantes.

Fue al Florentine Gardens y ahí bailó la danza de los siete velos, hasta quedar media chinga y un enano la cargaba sobre los hombros.

A los 18 años filmó un corto musical y quedó deslumbrada: soñaba con convertirse en actriz.

La embrujadora

Entendió que los motivos del lobo imperaban en Hollywood; buscó un agente y cobró 35 dólares por un papel misérrimo en Harvard, Here I Come .

Como no le ofrecieron más filmes regresó donde Carrol y esta vez no puso reparos al examen físico; ya estaba acostumbrada a moverse como un mal pensamiento.

Estalló la Segunda Guerra Mundial y pasó mucho tiempo entreteniendo soldados; así fue como la Paramount le ofreció el rol de sirvienta en Ruta a Marruecos.

Dejó la casa, vivió por sus propios medios; mandó al canasto los consejos de la abuela y saltó de cama en cama. Así dejó de ser “congelador” de Carlo.

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Protagonizó Salomé, la embrujadora y Universal Pictures la contrató por 350 dólares semanales. La película fue éxito y el estudio le pagó clases de protocolo y elegancia, para que pareciera una estrella de cine y se comportara como una diva.

Como no era mujer de un solo hombre inició su colección privada de amantes. Sus preferidos eran los millonarios; una buena billetera suaviza los corazones más duros.

Por sus sábanas pasó el magnate Howard Hughes, su Alteza Reza Pahvlavi de Irán y el mujeriego príncipe Ali Khan. También cazó especies menores: los actores Robert Stack y Jack Mahoney, y un par de camioneros.

A los 33 años reevaluó su vida. Conoció al doble de escenas de acción Bob Morgan y entre los dos surgió una atracción animal. Se casaron en Nevada y al año alumbró a Bruce; después parió a Michael y con su hijastra Bari ya eran cinco en la familia.

Pero a Bruce no le gustaba ser un segundón, estar detrás de las cámaras, ganar menos que su mujer y ser un “mamilas”. Como un macho apaleado se refugió en el alcohol, jugó golf, anduvo con los amigotes y se portó como un idiota.

Un accidente lo salvó del divorcio. En una escena de La conquista del Oeste tres vagones le pasaron por encima. Quedó hecho un “ay de mí “y le cortaron la pierna izquierda.

Ivonne se portó como una mujer de hierro. Cargó con los hijos y el cojo. Demandó sin éxito a los estudios MGM; dejó de trabajar para cuidar a Bruce y su carrera se desplomó, cuando parecía que repuntaba.

De aquel pozo salió gracias a The Munsters , pero solo filmaron dos temporadas y debió regresar a los clubes nocturnos, para cantar y llevar el sustento al hogar.

Al fin se deshizo del marido y recuperó la libertad. La muerte de Michael la deprimió, sufrió una embolia y se retiró a su casa en California, donde murió a los 85 años el 8 de enero del 2007.

Bella, vital e indomable, poseía una mirada penetrante y un seductor magnetismo; si alcanzó el éxito por guapa, talento o destino, ¿Qué importa?, al final da lo mismo.