Página Negra: El hombre lobo, el aullido de la luna llena

De los monstruos del cine el hombre lobo es el más sanguinario; por milenos los licántropos cazaron a los hombres, cada vez que la luna llena ilumina crecía por el horizonte.

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Bestia temerosa de sangre y de furia. Fauces rabiosas, ojos malignos y entrañas de fiera. Cuando la luna llena brilla en el cielo y las sombras cubren la tierra emerge: ¡el hombre lobo!

Los licántropos descienden de Licaón, un rey de la vieja Arcadia que invitó a Zeus a un banquete y le sirvió un niño asado; la broma no le gustó al dios olímpico y condenó a la parentela del monarca a transformarse en hombres lobo, por el resto de su existencia.

Puede que así fuera, pero la maldición cobró carta de autenticidad gracias a que el cine y la televisión retomaron la leyenda y crearon un monstruo peludo, colmilludo y con una bulimia humana incontenible.

El simbolismo del lobo está presente en todas las culturas; es una mezcla satánica, pero también benéfica porque tiene la capacidad de ver en la noche y por tanto es un símbolo solar.

La iconografía hindú lo presenta como un animal de mal augurio y le da una connotación siniestra. El lobo es el pecado; la loba la pasión y el deseo sensual.

Para la industria del cine este monstruo feroz, fuerte, astuto y rápido era el rival idóneo del vampiro, debido a que los dos cazaban a la misma presa: los humanos.

Al contrario de los chupasangre, el licántropo es apenas un estado ocasional, porque el desgraciado que tiene esa marca se metamorfosea solo por unas horas, hace todos los estropicios de rigor, cae en un sopor y cuando despierta no recuerda nada.

La única manera de liberar a un hombre lobo es pegarle un tiro con una bala de plata y, para estar seguros, decapitarlo y arrancarle el corazón. ¡Nada personal!

El aullido

El mito del hombre lobo carece de un referente literario, como es el caso de Drácula y Frankenstein; de ahí que cuando llega al cine los guionistas de Universal Pictures hacen un batido de tradiciones folclóricas y lo aderezan con personajes sacados de la fábrica de Hollywood, y crean el estereotipo actual del licántropo.

Las primera versión corrió a cargo de Henry MacRaf, que dirigió el filme The Wolfman , en 1913, una película muda de 18 minutos cuya única copia ardió en un incendio. En la secuencia de la mutación hombre–lobo, utilizaron un animal real.

Un año después Barry O’Neil produjo The White Hunter . Entre 1915 y 1924 se rodarían cuatro filmes más, pero sin mayor relación con la licantropía.

El auge llegó en los años 30 cuando recalaron en Estados Unidos –expulsados por los nazis– connotados cineastas del surrealismo alemán. Este grupo de intelectuales interpretó la degradación humana ocasionada por el crack de la Bolsa de Valores, en 1929, y creó un género de terror fantástico en torno a las más bajas pasiones del ser humano, desatadas por la ambición, el mercado y el poder.

La máxima expresión de este mito la encarnó Lon Chaney Jr. en 1941 con El hombre lobo , que lo encasilló en papeles de este tipo; unas veces haciendo piña con vampiros y momias, y en otras como un villano con poderes extrasensoriales.

El hijo del monstruo

Su voz intensa y perturbadora, así como el talento para el maquillaje y los disfraces le hicieron el pasillo hacia la gran pantalla y al podio de los monstruos sagrados del cine, junto con Bela Lugosi y Boris Karloff.

Los padres de Lon se divorciaron cuando este tenía siete años; al poco tiempo su madre –Cleva Creighton– se suicidó. Pasó la mayor parte de la infancia en internados hasta que el padre –Lon Chaney– se casó con Hazel Hastings y se fue a vivir con ellos.

Desde niño quiso imitar a su progenitor –un auténtico mito viviente del cine de terror– pero este prefirió enviarlo a una escuela de negocios en Los Ángeles, para desalentar las ambiciones juveniles hacia las tablas y el celuloide.

En la ciudad maldita probó suerte en películillas como Ave del Paraíso , pero su agente le recomendó usar el buen nombre paterno para facilitar las contrataciones, agregándole el junior para diferenciarse.

Intentó distanciarse del progenitor y obtuvo papeles en filmes dramáticos o de aventuras. Interpretó a un inválido en La fuerza roja , una adaptación de la novela de John Steinbeck, De ratones y hombres ; aceptó un lamentable rol como cavernícola en Hace un millón de años .

La fuerza de la sangre lo arrastró a Mad Made Monster , como un neardenthal; por esa actuación ganó el contrato para El hombre lobo , y ya nunca más pudo salirse de esa maldición.

Su facilidad para maquillarse, retorcer el cuerpo, adoptar deformidades físicas y gesticular como un poseído le permitieron interpretar a los clásicos del terror: Drácula, La Momia y Frankenstein.

También realizó filmes de envergadura: Solo ante el peligro , No serás un extraño y Fugitivos , con actores y directores de lustre.

Los traumas infantiles, los conflictos familiares y la sombra paterna forjaron en Chaney Jr. un carácter huraño y conflictivo, que derivó en el alcoholismo.

Para peores padeció un cáncer de garganta que lo dejó mudo, por eso interpretó de manera magistral a Igor, el jorobado asistente del doctor Víctor Frankenstein.

Bastaron las borracheras y el cáncer para llevar a Lon a la tumba el 12 de julio de 1973, a los 67 años.

El aullido del hombre lobo perdió vigencia con los años; el terror fue sustituido en el cine por amenazas apocalípticas: meteoritos, extraterrestres, pandemias, cambio climático, terroristas, guerras nucleares y la realidad: aún más horrorosa que la ficción.