Página Negra David Carradine: El encantador de serpientes

Todavía se ignora que desencadenó la extraña muerte del ícono de la televisión de los años 70: adicción al sexo, depresión, una conspiración mafiosa o el suicidio.

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Ni la Mamba Negra pudo planear una muerte mejor; aunque indigna de un monje Shaolin. Una mucama encontró el cuerpo desnudo, dentro de un clóset, en una posición inverosímil.

Una foto, filtrada a la prensa y publicada en un periódico tailandés, mostró el cadáver con las manos atadas sobre la cabeza y colgado de la barra de un armario; una soga le apretaba el cuello y otra tiraba de sus genitales.

El suceso ocurrió en la madrugada del 3 de junio del 2009, en un lujoso hotel, en Bangkok. En ese lugar sucedieron otras muertes sospechosas: la del empresario Karl Slym –de la multinacional automotriz india Tata Motors– y la socialité americana, Wendy Albano.

En el caso que nos ocupa, no hubo ni suicidio ni asesinato, sino el resultado fatal de una técnica sexual llamada hipoxia erótica, que consiste en detener la respiración para alcanzar estratosféricos niveles de placer.

Tal vez David Carradine, de 72 años, se entusiasmó demasiado, no calculó bien el tiempo que podía estar sin tomar aire y se enredó –literalmente– en sus propios mecates.

Vale señalar que el artista recaló en Tailandia como parte del elenco de Strecht , un filme francés, en el cual David tenía un papel tercerón. Strecht sería algo así como estirar y al parecer el actor se “estiró” más de la cuenta.

Este “accidente” sexual, en Estados Unidos, ocasiona anualmente la muerte de 250 a 1.000 hombres. Solo para comparar, en Brasil caen al año 50 millones de rayos y matan un promedio de 120 personas en ese lapso, según un estudio del Ministerio de Ciencia y Tecnología de ese país, del año 2000 al 2014.

Como los muertos no se defienden, los correveidiles del espectáculo aprovecharon la desgracia de la celebridad para circular la infamia de que era un sexoadicto. La dueña de un sex shop , en Los Ángeles, aseguró que David era un cliente asiduo y dos días antes de morir realizó una compra urgente.

Otra palada de tierra la lanzó Marina Anderson, la cuarta de cinco esposas que tuvo el occiso, al asegurar en la página virtual del Smoking Gun, que se divorció de Carradine por “su repugnante y anormal comportamiento sexual, que era potencialmente letal, y condujo a dificultades en nuestras relaciones”.

Incluso acusaron al artista de sostener una relación incestuosa con “un miembro muy próximo de la familia”, y que rehusó ayuda profesional para superarlo.

El abogado de la familia Carradine –Mark Geragos– afirmó en el programa de Larry King que varias sociedades secretas de artes marciales conspiraron para matar a David.

Eso no pasó de ser una fantasía oriental, como la del personaje Kwa-Chang Caine, en la serie televisiva – Kung Fu – que lo lanzó al estrellato en los año 70; o peor aún, una broma siniestra de Quentin Tarantino, el director que lo rescató del olvido en las dos versiones de Kill Bill .

Alma de guerrero

La infancia de David fue tormentosa. Nunca pudo asimilar ser hijo de un actor famoso, John Carradine, y de una madre, Ardanelle McCool, que tuvo muchos abortos ilegales antes de darlo a luz, el 8 de diciembre de 1936 en Hollywood, California.

Para John fue el primer matrimonio de cuatro, y el segundo de tres en el caso de Ardanelle. La familia era una mezcla de hijos propios y postizos, lo que ocasionó altercados y envidias. A los cinco años David intentó ahorcarse, deprimido al saber que Bruce era su hermanastro. El padre lo salvó de morir y en castigo quemó su colección de historietas.

La pareja se divorció cuando Jack, como le apodaban en la casa, tenía siete años y John se fue de California para evitar el pago de pensión alimentaria.

Comenzó así un viacrucis para todos los niños y en particular para David, desde internados, centros de acogida y reformatorios. Rodó como un gitano, saltó de una escuela a otra, se volvió un inconforme y en su juventud vivió en una comuna de hippies , comió lo que sembró en huertas, se drogó y dio rienda suelta a su idea de libertad.

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Deseaba ser un granjero y no un actor. En Vermont trabajó de peón, pero más tarde concluyó sus estudios secundarios, estudió música, interpretación teatral y actuó en varias obras clásicas.

Después de cumplir su servicio militar inició una vasta carrera en el teatro, el cine y la televisión; su primer gran papel fue en Broadway con The Royal Hunt of the Sun –a los 30 años–, acerca de la destrucción del imperio Inca.

Actuó con los mejores directores: Martin Scorsese, Ingmar Bergman, John Carpenter, Hal Ashby o Walter Hill, pero el público joven lo asocia con el despiadado y cínico Bill, de la saga Kill Bill , del 2003 y 2004.

Los más viejos nunca olvidan la serie Kung Fu , que lo puso en el estrellato televisivo en 1971. David interpretó a Kwai Chang Caine, un sabio monje shaolin, que viajaba por el oeste americano en busca de su medio hermano. El papel se lo dieron porque los productores rechazaron a Bruce Lee, al considerar que el público estadounidense no aceptaría un chino.

Inspirado por la cultura oriental dominó como pocos el espíritu de las artes marciales, y con los años acentuó su aire rebelde, irreverente y duro.

David Carradine, como un pequeño saltamontes, fue él mismo, nunca tuvo miedo de estar desnudo a los ojos de los demás. Murió, como el árbol que cae en el bosque, sin ruido y sin que nadie lo escuche, pero sin embargo cae.