Página Negra Cory Monteith: Un tren a la deriva

Fue un cometa que surcó el cielo de la televisión; lució una cola espectacular durante cuatro temporadas en la teleserie Glee, del canal Fox, hasta que lo apagó un cóctel de heroína y alcohol.

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¡ La comedia e finita! Nada alimenta más las tripas sensacionalistas que una muerte; en especial si es prematura, trágica y aderezada con un pasado dickensiano.

Ya toda la aldea cósmica sabe que Cory Monteith está cenando con Plutón. Las malas nuevas tienen pies alados y el interés del planeta está concentrado en dos cosas: ¿Quién lo sustituirá? y ¿Qué será del musical Glee ?

Por ahora, la función debe continuar. En agosto el equipo de Glee iniciará la quinta temporada; filmarán dos episodios y en el tercero recrearán la muerte del actor, anunciaron los productores. El muerto al hoyo y el vivo al pollo.

Los amigos de Cory coinciden en que quiso, pero no pudo. Lo intentó, pero volvió a resbalar y ahí quedó…al pie de la cama, “aturugado” con un coctel de alcohol, heroína y drogas diversas.

Cory no quedó embarrado en la calle como James Dean; ni fue raptado por un platillo volador como Elvis Presley, pero caminó junto a ellos por el sendero de fuego de la fama, y las llamas del éxito atizaron sus carencias afectivas, hasta calcinarlo.

Hollywood, como Cronos, devora a sus propios hijos. El paraíso del celuloide es una máquina que –por un lado– tritura artistas y –por otro– produce billetes; ahora la premura radica en seguir con la quinta temporada de Glee , que desde sus inicios en el 2009 por el canal Fox fue un “pegue”, como dicen las adolescentes que chorreaban hormonas por Finn Hudson, alter ego del finado Monteith.

Aunque su muerte no ocasionó la ola de suicidios juveniles que produjo la de Werther –vestidos con botas marrones, chaleco amarillo y chaqueta azul– según el personaje novelesco creado por Wolfgang Goethe en el siglo XVIII, sí sacudió la entrañas de una generación acostumbrada a ver a sus ídolos autodestruirse.

Cory siguió el manual hollywoodiano del perfecto desgraciado: hijo de padres divorciados, familia desestructurada, estudiante problemático, vagabundo callejero, adicto a cuanta sustancia tóxica tenía a la mano y actor-cantante, por arte de birlibirloque.

Irónicamente, en su postrero filme McCanick , dirigido por Josh Waller, el malogrado artista interpretó a Simon Weeks, un joven drogadicto y estafador callejero que termina en la prisión.

Él quiso conjurar sus demonios internos con esta obra, tal como lo comentó Waller a la prensa, al apuntar las coincidencias con el pasado del actor: “fue muy abierto, lo que creo es muy inteligente. El vio el filme como una experiencia artística, pero también como una experiencia catártica”.

Las películas traumáticas le caían de perlas a Cory; pronto llegará a las pantallas All the wrong reason . El filme retrata la vida diaria de cuatro personas: un gerente de tienda, un guardia de seguridad, un bombero y un empleado, quienes lidian todos los días con el trauma de su existencia.

Cory encarnó a James Ascher, un tendero con una esposa neurótica –Karine Vanasse– y las rocambolescas relaciones entre ambos. La cinta fue dirigida por Gia Milani.

El último metraje de su existencia comenzó el 6 de julio, cuando la estrella de Glee se hospedó en el Hotel Pacific Rim, en Vancouver –Canadá–. Una semana después los mozos rompieron la puerta de la habitación en el piso 21 y hallaron al joven…hacía dos horas que había muerto. Tenía 31 años.

Mala levadura

Cory Allan Michael Monteith dio su primera bocanada de aire en este mundo el 11 de mayo de 1982. Desde ese día su vida fue de manual. A los siete años su padre, Joe, dejó tirada a su madre, Ann McGregor, una decoradora de interiores que se la jugó como pudo para mantenerlos a él y a su hermano mayor Shaun.

Tenía un talento precoz para las artes; a los cinco años leía de corrido como si tuviera diez años; pero le llegó la adolescencia y se lo comieron las frustraciones infantiles.

Antes de abandonar la educación, a los 16 años, había pasado por igual cantidad de colegios. Bamboleó de un trabajo a otro, cada uno peor que el anterior: taxista, chofer de un bus escolar y cajero en Wall-Mart por $5 la hora.

Herido por el abandono paterno buscó consuelo en las drogas y el alcohol; durante 17 años no supo de su padre hasta que lo volvió a ver en el 2009, pero la relación estaba hecha jirones. “Él no se acercó a mí ni en Facebook. No podía negarme a verlo, así que subí a un avión. El me recibió en el aeropuerto, y se veía tan feliz, estaba casi llorando. Fue un buen momento” recordó Cory en una entrevista en el 2011.

Como todas las deudas se pagan, la de Joe con sus hijos y esposa quedó cancelada con la cremación del cadáver de Cory; Ann no quiso invitarlo a la ceremonia, pese a que Joe aseguró que estaba traumatizado por la muerte de la estrella y porque nadie le avisó sobre las adicciones del actor.

Este, acicateado por sus amigos y familiares, a los 19 años ingresó a un centro de rehabilitación. Revivió su gusto por la música y a los 23 años probó suerte con la actuación en Killer Bash ; un año antes debutó en la serie televisiva Stargate: Atlantis .

Como no le hacia ascos a nada, aceptó todo tipo de personajes: vaquero, surfista, alienígena y finalmente bailarín y cantante estrella de Glee . En esa comedia musical forjó al carismático, ingenuo y adorable Finn Hudson, del colegio McKinley.

Las aventuras y desventuras de Hudson corrieron paralelas a la vida real, tanto que se enamoró de Lea Michele, su icónica novia en la ficción y pareja en su rol de mortal.

Parecía –¡al fin¡– que los astros se habían alineado y Glee fue la panacea para Fox, que filmó cuatro temporadas y todas fueron un batacazo de audiencia.

El elenco de la serie hizo varios conciertos; vendieron millones de discos con sus canciones y aprovecharon las ventajas de Internet para comercializar libros, aplicaciones para iPad, juegos de karaoke y hasta Cory salió en Los Simpsons , con ocasión de sus 20 años.

A los 29 años terminó la secundaria en un instituto especial y parecía que los vicios eran un mal recuerdo, según comentó él a la revista People pues “se sentía afortunado de estar vivo”. Para alimentar el vicio “robé una cantidad de dinero considerable a un miembro de la familia” –reconoció Cory a E! Entertainment– a quien le valió un pepino si lo pescaban, tal era la desesperación por las drogas.

Justo el fin de semana, cuando Cory abordó el convoy de la muerte, cientos de “gleeks” –apodo de los acólitos de la teleserie– celebraban un aquelarre musical en Inglaterra. La infausta nueva les cayó como fuego del cielo y lo que fue fiesta, terminó en funeral.

Cuesta abajo

De acuerdo con el criterio de varios expertos en farmacología, recopilados por la prensa mundial con motivo de la muerte de Cory, solo el 20 % de los adictos a la heroína logra recuperarse, pues esta es una de las sustancias más adictivas del planeta. Los efectos, han explicado, son cardiovasculares, la presión baja, las pupilas se contraen, se producen náuseas, vómitos y luego un paro respiratorio.

Algo así le pudo ocurrir a Monteith la mañana del 13 de julio en que decidió mezclar dos sustancias depresoras: alcohol y heroína. El reporte preliminar de la autopsia indicó que fue un “accidente triste y trágico”.

Días antes de su muerte fue visto de parranda con varios amigos, según el portal TMZ. Fuentes no identificadas aseguraron a ese sitio web que el actor se tomó tres cervezas en dos horas.

Aunque Cory reconoció su adicción y recibió tratamiento, este tipo de enfermos suele recaer con facilidad y pierden el control. Joe reveló al Daily Mail que Ann “estaba con él todo el tiempo” y que “ella sabía cuando volvía a sus hábitos”, especialmente porque el dinero y las cosas comenzaban a “desaparecer”.

Fue con un video de Can’t fight this feeling que los productores de Glee cayeron convencidos de que Cory era la encarnación de Finn, el líder de un grupo de marginados colegiales. Monteith tenía 28 años; carecía de experiencia musical pero exudaba aún un aire fresco en su rostro, aunque por dentro llevaba una borrasca de complejos.

El éxito nunca lo nubló y en Twitter se describió como “alto, torpe, baterista, actor, persona y canadiense”. Reconoció a la agencia AP que no le temía al anonimato, pues “era feliz antes de Glee , estoy feliz ahora. Creo que me ajusto bien”.

Cory quería “casarse, tener hijos y vivir feliz para siempre”; su noviazgo con Lea marchaba hacia el altar. Según los íntimos de la pareja, ellos planeaban casarse y fueron vistos por última vez tomados de la mano en un juego de los Ángeles Kings, el 23 de marzo.

Lea, la madre, el hermano y unos cuantos conocidos vieron a Cory antes de cremarlo, durante un servicio fúnebre sencillo, sin aspavientos, alejado de los destellos fantásticos del éxito.

Paris , de Friendly Fires, era una de sus canciones favoritas. La letra reflejaba el espíritu de Cory, dispuesto siempre a empacar sus maletas para un largo viaje y mirar la noche, las estrellas y las luces de la ciudad.

Glee volverá a su quinta temporada; los fabricantes de ídolos harán otro; la memoria de los fans es corta y Cory Monteith solo será una sombra fugaz que corrió sobre la hierba en un día soleado.